Andrés «Chapu» Nocioni anunció su retiro del básquet con una emotiva carta

 

El santafesino contó que dejará de ser profesional al final de esta temporada en la que aún persigue objetivos de altísima jerarquía con Real Madrid. Fue integrante de la Generación Dorada que hizo historia en Atenas.

 

Andrés Nocioni anunció hoy en una carta su retiro como basquetbolista profesional una vez que finalice la actual temporada en la que representa al Real Madrid de España.

 

Chapu comunicó su decisión a través de palabras emotivas en la que hizo un resumen de su carrera con sensaciones, agradecimientos, recuerdos y objetivos aún pendientes.

 

El santafesino, que en noviembre cumplirá 38 años, comenzó a jugar al bpasquet en el club Ceci de Gálvez cuando apenas tenía 6 años. Su basta carrera incluyó 12 clubes que fueron Racing Club (1995-1996), Olimpia de Venado Tuerto (1996-1997), Independiente de General Pico (1997-1999),

Tau Cerámica (1999-2000), Bàsquet Manresa (2000-2001), Tau Cerámica (2001-2004), Chicago Bulls (2004-2009), Sacramento Kings (2009-2010), Philadelphia 76ers (2010-2012), Peñarol de Mar del Plata (a préstamo para el Súper 8 de 2011), Caja Laboral Baskonia (2012-2014 ) y desde 2014 hasta la actualidad el Real Madrid.

 

 

El de Nocioni es un apellido marcado a fuego en la Selección Argentina, en la Generación Dorada que alcanzó la gloria con la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Aquel 28 de agosto, día histórico del deporte argentino, el equipo nacional que dirigía Rubén Magnano venció a Italia en la final por 84 a 69 y se consagró campeón.

 

 

Chapu integró ese equipo junto a otros nombres emblemáticos como los de Emanuel Ginóbili, Leonardo Gutierrez, Walter Herrmann, Alejandro Montecchia, Fabricio Oberto, Carlos Delfino, Juan Ignacio Sánchez, Luis Scola, Hugo Sconochini y Rubén Wolkowyski y Gabriel Fernández.

 

Hoy, el santafesino reconocido por su talento tanto como por su carácter, anunció su adiós.

 

La carta de despedida de Andrés Nocioni

 

Después de tantas batallas he decidido dejar de reventar la botella de agua contra el piso cada vez que me sustituyen, mojando a compañeros, asistentes y plateístas de primera fila. De tirar toallas, de patear bancos, de insultar al aire. He decidido madurar, señores. Me cansé de discutir co los árbitros por fallos que nunca sabremos si fueron erróneos. No quiero que me cobren más faltas técnicas ni tampoco volver a pagar gimnasios o cenas de equipo a cuenta de mis multas. Debo progresar. Lo he meditado lo suficiente. Basta de pelear con rivales, basta de noches sin dormir por victorias con angustia o derrotas que son puñales. Se terminó… Pretendo mejorar mi conducta, mis hábitos. Y como tengo claro que no podré cambiar mi temperamento jamás, ME RETIRO. Me voy antes de que me echen.

 

Viví como jugué. Fui siempre honesto y entregué mi corazón en cada club en el que estuve; todos los días, todas las prácticas, todos los partidos. Dejo el básquet de la manera en que yo quiero dejarlo: compitiendo en el más alto nivel de Europa y en un club de máxima jerarquía mundial.

 

En el camino he cumplido muchísimos sueños. Sueños que ni me imaginaba concretar cuando comencé a jugar en el Ceci de Gálvez. Yo tenía como aspiración máxima llegar a Europa y no solo lo concreté sino que además sumé una etapa en la NBA. No quiero ponerme nostálgico en esta carta, pero es imposible no mirar en retrospectiva y sorprenderme tirando en un arito todo roto de mi ciudad. Llegué más lejos de lo que esperaba. Compartí camiseta con alguno de los mejores jugadores del mundo. Y me enfrenté a muchos otros de los que veía en fotos. Me descubrí en lo más alto de un podio olímpico con la camiseta que más quise, en una tarde que jamás olvidaré. Grité, sufrí, festejé, lloré: crecí. Nunca me entregué. Ni en los peores momentos, que por supuesto también los tuve.

 

Debo agradecimiento a muchísimas personas. A mis hijos en primer lugar, que se bancaron tantos cambios de hogar, viajes y ausencias. A mis seres queridos, obviamente: los de mi familia y los de la familia de mi esposa. A distintos compañeros, entrenadores, preparadores físicos, cuerpos médicos. A los árbitros, que con seguridad organizarán una fiesta mañana mismo. A mis agentes. A los amigos que felizmente coseché en cada sitio en el que estuve. Pero sobre todo le debo agradecimiento especial, o absoluto, a mi esposa Paula. Ella fue quien me acompañó durante todo el recorrido, quien me contuvo, me abrazó y me levantó las veces que estuve caído. Yo no estuve solo. Solo no hubiera podido.

 

Por último, valorar a todos los clubes que me cobijaron en Argentina, España y Estados Unidos. A la Selección, por el enorme orgullo que me generó representarla durante más de 15 años. A la gente de Vitoria (¡cuántos recuerdos de momentos mágicos!) y a la de Madrid, que me demuestra su cariño día a día. En estos meses por delante daré lo mejor de mí, como siempre, para ganar la Euroliga y la temporada de ACB. Sería una despedida perfecta. Y la última oportunidad de robarme una red.

 

Hasta acá hemos llegado, amigos. Ha sido un camino largo, repleto de piedras, luces, empeño y también grandes satisfacciones. Pero de algo estoy seguro: valió la pena transitarlo.

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