El tabú de las cárceles

Las cárceles tienen su origen hace mucho tiempo, y a lo largo de la historia han avanzado en algunos aspectos y tienen como objetivo   reinsertar al detenido a la sociedad, y como lo dice la Constitución deben ser sanas y limpias para seguridad y no para castigo. Es obvio decir que esta máxima no se compadece con la realidad de las cárceles argentinas. Como decía Albert Einstein “SI BUSCAS RESULTADOS DISTINTOS, NO HAGAS SIEMPRE LO MISMO”. Por tal motivo si utilizamos un sistema  arcaico y superado, no podemos obtener un resultado diferente, debemos innovar en los contenidos en la formación y tratamiento del agente penitenciario, como del método a utilizar. En nuestro país y como en la mayoría de los países latinoamericanos, al condenado  no le interesa a nadie, la cárcel se transforma en un depósito de gente, al cual es preferible aislarlo con altos muros para no ver el problema, y para par colmo de males, cuando egresa es estigmatizado por la sociedad, con lo cual es muy factible que vuelva a delinquir. Escuchamos con frecuencia a mucha gente decir, que se pudran en la cárcel, que no salgan mas, etc. Esa no es la finalidad de la cárcel, y por eso debemos implementar cada recurso disponible, en educación y concientización del ciudadano, nadie está exento de pasar en algún momento por el sistema penal.

Es imperioso plantear el problema, y buscar soluciones, teniendo en cuenta los recursos con que contamos, y para ello debemos optimizar los mismos .Las Naciones Unidas en 1980 en el Congreso para la prevención del delito y tratamiento del delincuente, habla sobre el “pobre diablo”, ladrón de garrafas y gallinas, y esto es así porque el sistema penal selecciona a quien va a encerrar, y como vemos la mayoría de los presos son los segregados de la sociedad. Salvo excepciones, y que sirven muchas veces de chivos expiatorios, para justificar otros muchos que no son atrapados por el sistema, no hay muchos delincuentes de cuello  blanco cumpliendo condena.

Debemos tener presente  que las cárceles están para readaptar al condenado, pero también debemos hacer algo,  con los que están sujeto a prisión preventiva, que muchas veces va de dos a cinco años presos y sin condena. Por ello, no debemos perder el horizonte y observar  que las cárceles actualmente  están repletas de procesados no condenados, que se supone   son inocentes, hasta que una sentencia dictada por autoridad competente lo considere culpable. Hay que tomar conciencia que al ser detenido y depositado un una unidad carcelaria, implica que el mismo ya empezó a padecer las implicancias de estar en prisión. Es necesario decir que el sistema penitenciario del mundo pasó por muchos modelos, desde el sistema panotipco de  Jeremías Bentham, un presidio que tenía una forma similar a la rueda de un carro, hasta los actuales sistemas de máxima seguridad y colonial penales. Se dejo de castigar y mutilarle el cuerpo al condenado y se lo encerró en prisión para su readaptación social.

En un sistema superpoblado, no podemos hablar de un método para readaptar al condenado, ese principio se torna de cumplimiento imposible. Como ya lo había manifestado, sabemos que cuando una persona comete un delito, el Estado se apropia del conflicto y por ende de su libertad cuando es condenado. Pero ello conlleva que el individuo no solo pierde su libertad sino también pierde  de sus relaciones familiares. Queda sometido a pasar su vida, en condiciones inhumanas de hacinamiento, de marginación social. Aunque parezca mentira el condenado relega su identidad y pasa a ser una cosa. Con esto quiero decir, que debemos, de todos los sectores del quehacer institucional, aunar esfuerzo y con capacidad crítica y sentido común, buscar una salida a tan delicado tema. Para ello, y aunque  parezca obvio, debemos empezar a exigir al Poder Judicial, que morigere el sentido que debe tener la prisión preventiva, porque ahí es donde también radica el hacinamiento carcelario. Es fácil dictar una detención y luego olvidarse del detenido, y pasa muchas veces pasan más de cuatro años sin que se resuelva su situación procesal. Además, cuando se llegue a la condena, y deba empezar a cumplir la misma, el interno ya se encuentra deteriorado en su estima personal, y por ello  debemos ser sinceros, y advertir que el  encierro por si mismo no conduce a nada. Tanto el Servicio Penitenciario como el resto de los actores en este tema, deben estar a la altura de la digna tarea de tratar con personas que, por varias razones terminaron entre rejas. Para ello las unidades penitenciaras deberían reconvertirse en fuente de provisión de alimentos, ropa, y todo aquello que las necesidades del Estado requieran.

No es imposible lograr esto en la Provincia, ya que contamos con personal idóneo en todas las aéreas, a los efectos de implementar esta reconversión carcelaria. A modo de ejemplo, si una unidad carcelaria se encarga de producir hortalizas, verduras, frutas de la zona, y todo aquello que el INTA o cualquier organismo que pueda sugerir, veremos que el tiempo de detención se hace más productivo y con resultados positivos para el interno y su familia. Debemos planificar que  va a producir cada unidad y transformarlas en unidades de producción, con lo cual no solo beneficia al condenado y su entorno, sino que también lo hace apto para integrarse a la sociedad. El sistema penitenciario no solo deben ser los guardianes de los presos, debe existir una real labor interdisciplinaria, de médicos, ingenieros, arquitectos, carpinteros, panaderos, entre otro. No podemos permitir que  los presos sigan viviendo en el hacinamiento, y para ello debemos hacerlos trabajar en mejorar su lugar de detención, y prever con elementos de la zona, que es mejor ello. No debemos solo copiar sistemas, sino que debemos adaptarlos a nuestro mundo, y para ello se requiere voluntad y ganas de querer cambiar las cosas, y no dejarnos llevar por la decepción.  Es hora que la premisa constitucional se cumpla, las cárceles serán sanas y limpias y no para castigo, razón más que justificada para llevar adelante la reforma penitenciaria. Como si esto fuera poco el Papa Francisco le manifestó al Procurador Penitenciario:

«Por favor hagan algo, no tienen garantías. Los penales están hechos para rehabilitar a la gente para que vuelvan, los que pueden. Si los tenemos encerrados, los arruinamos», le advirtió el Papa a Mugnolo. »Por favor, que tengan deporte y que el tiempo que tengan se sientan gente», planteó el líder religioso.

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas