Reflexión dominical del Obispo de Posadas Monseñor Juan Martínez

Queridos hermanos y hermanas: En esta carta pastoral queremos reflexionar sobre la verdad, la libertad y la conciencia buscando que esto nos ayude a revisarnos y convertirnos a Dios en este tiempo cuaresmal. Hemos señalado algunas pinceladas de la realidad que nos llevan a afirmar que hay una profunda crisis de la verdad y el bien. Una cierta comprensión de la realidad acerca de esta cuestión es fundamental para saber cuáles son los desafíos que tenemos en la acción evangelizadora de la Iglesia.

En ese sentido, señalamos que uno de los temas preocupantes de nuestro tiempo es el crecimiento del secularismo, es decir, una sociedad que niega sin discutir, la existencia de Dios, o bien la silencia o directamente la omite. Esta negación de hecho, se abre a plantear una visión del hombre materialista y, en general, casi exclusivamente orientada al consumismo, al tener, al poder y al placer como absolutos en la vida.
El primer desafío siempre será renovar nuestra experiencia de Jesucristo el Señor y vivir nuestra condición de discípulos y misioneros suyos. Es bueno agradecer con gozo el habernos encontrado con Jesucristo y sabernos amados y abrazados por Él. Tenemos la certeza que nos da la fe de que aún después del pecado original que se instaló en la familia humana seguimos siendo imagen y semejanza de Dios. La ley divina está impresa en nuestra naturaleza humana, y la gracia de la redención es fruto del amor de Dios. Por eso, cada hombre y mujer es maravillosamente digno por su sola condición de ser persona.
Considero que es central que reflexionemos sobre la verdad, sobre el bien y el mal en nuestro obrar y sobre la libertad y la conciencia. Durante estos días hemos planteado que los bautizados tenemos que emprender un camino discipular que implica que profundicemos nuestro encuentro con la persona de Jesucristo, siempre desde una dimensión eclesial y comunitaria. El discipulado nos introducirá de esta manera en la verdad, y podremos ser libres desde un obrar responsable. Desde nuestra propia conciencia seremos capaces de discernir cómo cumplir la voluntad de Dios en la vida cotidiana.
El documento Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II nos dice sobre esto: «En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente» (GS 16).
Nuestro contexto se ve teñido por el secularismo y el consumismo y llama la atención que nadie profundice las causas de algunos flagelos actuales como la corrupción en las estructuras del Estado, en el ejercicio de la función pública, o en el mundo económico privado, también en algunas estructuras que se consolidan como el narcotráfico, la violencia de género, la trata de personas, la pobreza y el desempleo, la crisis familiar, la pedofilia en la sociedad, el abandono del valor de la vida, o la desnutrición de los niños y adolescentes. Estos son algunos de los males con los que convivimos, y no sin responsabilidad por parte de los unos y los otros. Es necesario que estas problemáticas sean encaradas por todos, sin partidismos, como una crisis que requiere la erradicación de sus causas profundas en una mesa de diálogo donde todos tengamos como meta el bien común y un profundo deseo de buscar la verdad.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas.

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