«Eres el mejor hijo que un padre puede tener»: la historia que conmueve a un país

Bill Kohler iba pensando en las medicinas que llevaba consigo mientras un vehículo lo transportaba por una carretera de Irak. Era 2006 y la guerra por el control del territorio era feroz. Súbitamente todo se puso negro para él, un zumbido corto recorrió su cabeza y se desvaneció. Una bomba explotó cerca suyo. Quedó herido y no pudo ayudar a nadie. Como médico de combate fue él quien debió ser asistido. Tiempo después debió abandonar el Ejército luego de 17 años de servicio.

De regreso a los Estados Unidos, la vida de Bill se volvió una pesadilla. Sus pensamientos sobre los amigos que habían quedado atrás en la lejana tierra iraquí lo atormentaban. A ello se sumaban las recurrentes imágenes de devastación y masacres. El alcohol fue su refugio y no contaba con ninguna ayuda.

Ayden Kohler, días antes de recibir el fatal diagnóstico de Glioma Pontino Intrínseco Difuso

Pero tiempo después, el 13 de febrero de 2007, nació su hijo Ayden. Al tomarlo en sus brazos por primera vez, sintió que algo había cambiado en su interior. Y para siempre. Se sentía pleno, renovado y lleno de energía. «Me salvó», relata el ex soldado. Cada vez que recuerda el calor que el recién nacido le daba al colocarlo en su pecho, Bill se emociona.

Y poco después de su nacimiento, recibió una llamada. La sintió como una llamada especial, única, de esas que transforman la vida. Era una voz del Departametno de Asuntos de Veteranos de los Estados Unidos. Tenían una oferta inmejorable: trabajar en un hospital local de York, Pennsylvania.

El 15 de enero, en Florida, luego de pescar un pez martillo

Pero diez años después, su historia volvería a tomar un vuelco. Y esta vez no sería su cuerpo el que sufriera, sino el de Ayden. Mientras disputaba un partido de fútbol americano, el pequeño se desplomó, provocando la inmediata reacción del equipo médico. Le hicieron una serie de estudios y los resultados fueron devastadores para la familia. Desde el pasado agosto, Bill sabe que su hijo no sobrevivirá.

El diagnóstico que los médicos le informaron fue que padecía de Glioma Pontino Intrínseco Difuso (DIPG, por sus siglas en inglés): tenía dos tumores en su cabeza, uno en su tronco encefálico y el restante en su cerebelo. Le dieron entre ocho y doce meses de vida. «Se ha convertido en otra guerra para mí», cuenta Bill.

Al comienzo de la enfermedad, tras conocer de qué se trataba, Ayden perdió sus habilidades nerviosas en su mano y pierna derechas, por lo que debió hacer radiación para recuperar la movilidad. Los días eran cada día más duros. Actualmente, vive con su padre y su segunda esposa, aunque su madre se mudó temporariamente para acompañarlo en la batalla.

El médico de combate, curtido en las peores batallas y quien vio todo lo que un hombre común no podía soportar anímicamente, lucha a diario desde entonces para que su hijo se salve, pero también para que pueda pasar sus días de la mejor manera, «disfrutando» y cumpliendo deseos. Una vez que probó todo tipo de tratamiento e indagó en todas las respuestas que la ciencia podría darle, optó por otro camino, el de hacer aquellas cosas que Ayden más ama.

Entonces, el pequeño escribió un «libro de deseos» que sirvieron a Bill para saber qué era lo que su hijo, aquel que le «salvó la vida» en febrero de 2007, quería realizar antes de partir. Quiere guardar esos recuerdos en el tiempo que le resta en este mundo.

Fue así que esas capturas de memoria son publicadas por su padre en perfiles de Facebook y en sitios creados a su medida, como «El Ejército de Ayden». Allí puede verse al pequeño luchador pescando un fabuloso pez martillo en Florida, cazando su primer reno en un área especial para ello, visitando a su equipo de baloncesto favorito, club de motocicletas. La lista es larga y aún tiene deseos por cumplir. Quien conoce la historia de Ayden y sabe sobre su lista trata de ayudar con fondos o contactándolo a Bill con quien necesite.

Pero también hay momentos de tristeza, como cuando Bill debe consolarlo y tranquilizarlo por sus miedos. Miedos lógicos y difíciles de responder. «¿Qué pasa si no mejoro y muero?», le preguntó en una ocasión Ayden. «Ahora estamos peleando a los demonios juntos. Pensamientos positivos, resultados positivos. Tienes que ver el sol, no la oscuridad… y no importa qué, tú eres el mejor hijo que un padre pueda tener», fue la respuesta.

Ahora, los días volvieron a ser complicados para Ayden. Las conexiones nerviosas de sus extremidades nuevamente están fallando y tiene síntomas de parálisis, su mano derecha ya no funciona y su padre siente que está retrocediendo. Ya no puede caminar por sus propios medios. Incluso su voz comienza a desvanecerse.

Bill sabe que la batalla, finalmente, se perderá. Pero a pesar de ello, la libra cada hora, cada minuto. Intenta desesperado que los días finales de Ayden sean parcialmente felices, al menos. Y aprovechar el mayor tiempo posible junto a él. Recuerda que su hijo lo «salvó» cuando llegó a su vida. Ahora quiere que el tiempo se detenga, porque sabe que partirá.

 

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