Tenía una enfermedad, necesitaba recibir tratamiento, pero por cuestiones religiosas sus padres se negaron y falleció

 No hay palabras para explicar lo que sucedió. Los médicos le diagnosticaron diabetes a Alexandru Radita en el 2000, cuando tenía tan sólo tres años. Ingresó a la guardia del hospital de British Columbia, Canadá, con fiebre, vómitos y un fuerte dolor abdominal.

El pequeño debía someterse a otros test, le tenían que inyectar insulina y respetar un régimen alimenticio. Sin embargo, sus padres, Rodica y Emil, no les creyeron a los médicos por cuestiones religiosas. Se defendieron diciendo que querían separarlos de su hijo.

Decidieron seguir con su vida como si nada hubiera pasado.

Alexandru murió cuando tenía 15 años como consecuencia de una septicemia bacterial, seguida de desnutrición y negligencia.

Ese fue el resultado de la autopsia. Pesaba sólo 16 kilos, su rostro estaba demacrado, no tenía casi nada de piel y se podían ver sus huesos.

“Tenía llagas negras y necróticas en la cara. No quedaba nada de su estómago porque estaba extraordinariamente flaco. Estaba vestido con un pañal y una camiseta”, confesó la paramédica que lo vio muerto en su cama.

Sus padres fueron detenidos. Ahora recibieron su sentencia: los condenaron de por vida por ser considerados culpables del crimen de su propio hijo.

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