Resisten a pesar del avance de las nuevas tecnologías. El público que sigue “alquilando” mayoritariamente consume poco internet o no se adapta aún a las nuevas plataformas. En La Placita cayó la venta en ese rubro “porque la gente baja película» de la red de redes.”
Ver películas es un pasatiempo que ha mutado en formas y formatos con el paso de los años: primero, fue patrimonio exclusivo de las salas de cine y teatros. Luego, esa posibilidad se extendió a la intimidad del hogar gracias al videocassette y la aparición de un nuevo rubro: el videoclub. Posadas fue parte de esa expansión, y desde fines de los ochenta, afloraron decenas de locales que ofrecían compra y alquiler de películas y funcionaban como puntos de encuentro y esparcimiento.
No obstante, con el advenimiento del DVD y la piratería, muchos de estos locales se vieron forzados a cerrar sus puertas, mientras que otros corrieron la misma suerte con el surgimiento de plataformas de streaming que permiten ver series y películas a la carta, como Netflix. Sin embargo, para Noemí Scaramelli, esas alternativas no representan una amenaza, “ya que el verdadero cinéfilo no perdió la costumbre de venir al videoclub”.
Scaramelli es gerente de Video Star, uno de los más reconocidos reductos que aún ofrece servicio en el centro de la ciudad, y proviene de una familia con tradición cinéfila: su padre fue el encargado del histórico cine Ambassador, que brilló en la década del setenta, por lo que afirma que “es un orgullo continuar con la tradición. El cine es parte de nuestra vida, yo me crié entre cintas y películas”. Para ella, el valor agregado que encuentran sus socios para seguir apostando a este tipo de servicio es la atención: “Estamos en el negocio desde hace 31 años, y ya hace 18 que nos mudamos al local actual. Tenemos socios que vienen desde aquella época y se llevan varias películas por semana. Muchos de ellos confían en que ya conocemos sus gustos, por lo que llegan y directamente nos piden que les recomendemos algo: algunos miran sólo cine europeo, otros sólo clásicos, y es importante tener esas cosas en cuenta”, afirma Scaramelli, quien lleva apuntado al detalle qué lleva cada cliente para hacer un seguimiento y ofrecer una atención personalizada.
Otra característica que las nuevas tecnologías no han logrado equiparar es la facilidad de acceso: “hay gente de edad avanzada que por ahí no entiende qué hay que hacer para ver online o no posee internet, y nuestro negocio es la única forma que tiene de seguir consumiendo películas”, comenta. Y agrega: “Es cierto que el tiempo nos obligó a adaptarnos, pero para nosotros nada cambió: acá estuvimos siempre y acá seguiremos estando para nuestros socios, ya que no puede ser que una ciudad capital como Posadas no cuente con un cineclub con un catálogo extenso o buenas salas de cine”.
En La Placita no son tan optimistas
Por su parte, en el Mercado Modelo La Placita, que hasta hace unos años era la principal competencia de los videclubes y el lugar de referencia para comprar películas “truchas”, los clientes sí han mermado: “hoy la gente puede bajarse una misma película en HD o 3D gratis desde internet, no tenemos cómo competir contra eso”, explica Samuel, un locatario que lleva 55 años ahí y afirma ser “el primero que trajo cassettes” al tradicional mercado. “Cuando recién salieron los DVD, traíamos por cantidad y los vendíamos como pan caliente. Por culpa de eso pasé varias noches en comisarías y Gendarmería nos perseguía. Hoy que ya no nos molestan, no vendemos nada”, comenta entre risas.
En La Placita, los precios de las películas oscilan entre los $12 y $15. La amplia gama de productos va desde las últimas novedades del cine hasta compilado de obras por género o director. A esas alternativas se le sumaron, en el último tiempo, temporadas completas de series y colecciones con videos musicales. A pesar del aggiornamiento del negocio, es cada vez menos común ver DVD entre las mercancías de los puestos. Pablo, otro de los vendedores, afirma: “yo, cuando quiero ver una película, le pido a mi hija que me la ponga por internet. Hoy por hoy los únicos que siguen comprando DVD son las personas que viven en los barrios más humildes, donde todavía no llega internet”.