Misioneros asaltados en Brasil: «Yo rezaba y pensaba que me iban a pegar un tiro y tirarme a una laguna»

Silvio José Anderson fue una de las víctimas del traumático robo que le tocó vivir junto a su familia y una pareja quienes fueron a pasar las vacaciones a Meia Praia. Lo que pretendía ser unos días de descanso, relax y alegría, terminó siendo una experiencia aterradora. Ocurrió cera de la medianoche del martes 1 de febrero, en la ruta BR 280, cuando el vehículo en el que viajaban Silvio Anderson, su esposa Ana Julia Hass, la hija de ambos de 5 años y una pareja amiga, fue interceptado por desconocidos.

Silvio José Anderson. Radio Libertad
La familia, oriunda de la localidad misionera de Leandro N. Alem, regresaba en su camioneta Ford Ranger desde de Meia Praia. Allí, habían disfrutado de varios días de vacaciones acompañados por otros amigos de Misiones.
En determinado momento, una camioneta VW Amarok atravesó la ruta y el jefe de familia fue obligado a ascender al vehículo de los delincuentes, mientras que su pareja y la hija fueron acompañadas por dos de los desconocidos, con destinos diferentes.
Horas después, Anderson fue abandonado con su vehículo, al igual que su esposa e hija pero en un punto distante. Ambos recurrieron a la ayuda de pobladores que dieron aviso a la policía y lograron regresar a sus hogares.

Silvio relató a Radio Libertad, la experiencia que aunque fue para el olvido, quedará marcada en la familia para siempre.

«Estamos tratando de superar esa mala experiencia», comenzó el hombre quien se arrepiente haber decidido viajar de noche. Elección hecha por la familia para evitar el flujo de tránsito.

Ese martes regresaban a la Argentina, cuando alrededor de las 00:30 hora Argentina. Cuando ve una Amarok detrás, que después pasó incluso en la ruta, pero cuando  realiza una curva la camioneta venía para pasarle, cuando lo encerró Silvio decidió parar. Se bajan cuatro hombres a punta de pistola.  Fue el momento donde comenzó el calvario. Silvio fue subido a la Amarok de los delincuentes y la camioneta del misionero fue conducida por otro de los delincuentes, supuestamente con la familia los iba siguiendo. Los malhechores le pedían la camioneta y las pertenencias, Silvio no podía verla ya que iba agachado a punta de pistola.

El recorrido fue por autopista, caminos terrados,  amenazas, de por medio, golpes con la pistola y permanentemente le advertían que piense en su familia. «Ellos se comunicaban con celular de la Amarok a mi camioneta», contó. En un momento dijo que le advirtieron que pronto llegarían al peaje, donde le pidieron que se quedara tranquilo en ese momento. Al tiempo se percataron que se estaban quedando sin combustible, en ese momento Silvio dijo que los delincuentes comenzaron un debate de cómo hacer, para no pasar con él por la Estación de Servicio y ser delatado. El mismo Silvio les propuso que lo trasladaran a su camioneta, los delincuentes aceptaron. Silvio pensó que se uniría a su familia, sin embargo ya no estaban en la camioneta. Sí estaban los ladrones que actuaban con más dureza, según describió el misionero, ya que le pegaron sin dudar con la pistola.

Tras cargar combustible dijo que siguieron dando vueltas por caminos terrados, en un momento dado, la camioneta queda empantanada y no pudieron sacarla. Tras varios intentos, decidieron dejar la camioneta con Silvio atado. «Intentaban comunicarse con los de la Amarok y no lograban, comenzaron a ponerse muy nervioso y decían vamos a tener que matarlo», en referencia a Silvio. «Yo rezaba y pensaba que me iban a pegar un tiro y tirarme a una laguna que había. En un momento escuché que lograron comunicarse, luego llegó la camioneta», contó.

Señaló que tras esa situación le pidieron soga de su camioneta, al no encontrar, cortaron los cinturones para intentar sacarla del barro, tras varios intentos sin lograr el cometido, decidieron dejarla y le dijeron a Silvio «vas a tener suerte, te vamos a dejar acá, no sé como vas a sacar la camioneta», le manifestaron.

Finalmente lo subieron a la Amarok y se lo llevaron, mientras iban discutiendo, cuestionándose sobre las decisiones tomadas, Silvio pensaba que lo estaban llevando a un lugar para matarlo. Sin embargo, los rezos de Silvio, sus ganas de vivir por su familia y su fe o el destino, le jugaron una buena pasada. Lo largaron y lo ataron, incluso le devolvieron la billetera con sus documentos y la llave de la camioneta.

El misionero ante esa oportunidad se soltó y salió a correr, pidió ayuda en la ruta, pero nadie paró, hasta que llegó a una fábrica, quienes le brindaron ayuda y llamaron a la policía. Los uniformados, tras comunicaciones le confirmaron que su familia estaba en una casa contenida.

Silvio pudo reencontrarse con su familia quien había sido ayudada por unos brasileños, que les atendieron muy bien.

Pese a que se llevaron todo el dinero, pertenencias personales, Silvio hoy puede contar la historia y agradece la solidaridad de quienes los ayudaron, entre ellos el del taller que arregló su camioneta. Recuerda claramente la frase del hombre: «son 400 reales pero no nos debes nada», de igual manera el de la estación de servicio llenó su tanque, le ofreció comida a toda la familia.

Lo que pasa en limpio Silvio, tras la mala experiencia es «volví a ver a mi familia y gracias a Dios salió todo bien para nosotros».

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