Baradero, el barrio de Posadas que se tragaron el Paraná y la Costanera

La zona, -donde ahora se ubican algunos de los sitios más famosos y concurridos de la capital misionera-, perdió su lugar en la memoria popular. Se trata del histórico Baradero, que abarca un puñadito de cinco manzanas sobre el principal paseo de la ciudad. Allí, a metros de dos edificios cilíndricos y de negocios que hoy están al tope de los paseos, el consumo y la diversión de posadeños y turistas, funcionó hace un siglo el varadero de barcos con sus diques secos donde José Tabbia reparaba y construía embarcaciones.

El Paraná se tragó el lugar exacto donde estaba el varadero – convertido en Baradero para el decir popular, incluida su grafía – propiedad de La Industrial, el taller de Tabbia. No existe cartel que lo recuerde y solo consiguió hace poco ingresar a la lista de más de cien barrios posadeños. Además, el viejo río se volvió lago en esta zona, luego que Yacyretá cubrió los dientes de basalto de los Rápidos de Apipé.

Una ordenanza perdida en la maraña normativa comunal, fue recuperada en el digesto del municipio. Ahora sí el barrio figura en la ordenanza XVIII número 130 junto al vecino Cerro Pelón, el más antiguo en esta orilla, y con Villa Sarita a sus espaldas. Le falta un lugar en la historia local y por ella trabaja don Francisco Casares Tabbia y vierte su relato colorido don Enrique “Quique” Olmedo, hijo y sobrino de los hermanos Emilio “Milí” y Juan Olmedo, este último la “mano derecha” de Tabbia.

 

Desde el lugar de toda la vida

“Mi primera responsabilidad antes de ir a la Escuela N° 3 era llevarle el desayuno a mi papá”, contó Olmedo desde el estacionamiento ubicado sobre la continuación de Pedernera, a metros del final de la calle Alfonso de Arrechea. Este es su lugar de toda la vida. El fondo de la casa que heredó de sus padres junto a su hermano taxista y a otra hermana desemboca en ese terreno. En pleno Baradero.

El hombre señala una zona costera frente a una pizzería de moda, una farmacia, una antigua galetería misionera y hasta un restorán, “El Astillero”. Con la mirada fija en el peñón donde antes estuvo Villa Angela y hoy se ve un inmenso cartel con la sonrisa de Ingrid Grudke, su brazo extendido apunta hacia un lugar ahora bajo el agua. Sobre la barranca se construye un edificio de lujo sobre la ribera donde estuvo aquel taller.

Un mural, encargado por Oscar Báez, cubre un costado del edificio donde está la pizzería. Sólo se observa en perspectiva desde la playa de estacionamiento, donde don Olmedo se sienta cada noche a vigilar los vehículos que dejan a su cuidado. La imagen de un barco varado en la ribera pierde fuerza casi oculta por parte de la construcción. “La Bajada Vieja era solo una calle, nuestro barrio era más grande y hasta teníamos la cancha Labrador, donde jugábamos al fútbol y nunca había lío porque estaban cerca Prefectura y la (comisaría) Primera”, contó Olmedo.

La excelente investigación de Alba Etorena y José Carlos Freaza le dedica un párrafo al barrio. Pero Francisco Casares, descendiente de españoles por parte de su padre y de italianos por su madre Elsa Dora Tabbia, no concuerda en todo con el relato acerca de la propiedad del astillero. “Gibaja fue una sociedad de muy amigos de mi abuelo José Tabbia, y socio en algunos barcos que había hecho. La hija de Gibaja se había casado con el contador de mi abuelo que se llamaba don Mario Colombo, otro personaje de Posadas. Los Gibaja estaban por la calle 3 de Febrero, entre Córdoba y La Rioja, donde hoy funciona Anses. Y al lado tenía un galpón donde almacenaba tambores y otros elementos para la navegación”. En definitiva, el astillero fue iniciado por el inmigrante español Pedro Núñez, para reparar los barcos en los que transportaba su yerba a Buenos Aires.

“Pepino”, como le decía a José Tabbia su esposa Adelfa María Raffa, compró el negocio e instaló la caldera del taller sobre la pequeña rotonda enfrente de Farmacity. Con su impulso a vapor funcionaban las máquinas usadas para doblar las planchas, junto a la fragua y la fundición donde se fabricaban los remaches, clavos y las hélices que impulsaban los barcos.

A la primera embarcación que fabricó la llamó Elsa Dora, en homenaje a su hija mayor, luego casada con Francisco Casares, según el relato de su propio hijo. Muy cerca del astillero instaló el taller La Industrial, en la manzana que también le adquirió a Nuñez, entre la Avenida Roque Sáenz Peña y las calles Alvear, Belgrano y General Paz. De las entrañas de ese taller y de la fábrica costera nacieron decenas de barcos y fueron reparadas las embarcaciones que en esa época eran el principal medio de transporte entre Iguazú y Buenos Aires.

Parte del escritorio de Francisco Casares se asemeja a un museo. Allí almacena fotografías inéditas, contratos de La Industrial para construir barcos o secaderos de yerba y hasta un cheque del Banco Popular en cuya fundación también estuvo su abuelo materno. Las imágenes son una pintura de parte de la sociedad posadeña a principios del siglo XX.

En una de las imágenes, su abuela Adelfa y don “Pepino”  -diminutivo cariñoso de José, en italiano- aparecen rodeados por sus cuatro yernos: Oscar Languasco, casado con su hija Inés Nélida; el doctor Aníbal Darío Pérez, casado con Ernestina; Andrés Linares, casado con Aída; y Francisco Casares, Elsa Dora, su mamá y la hija mayor. El matrimonio también tuvo seis hijos varones: Luis, Atilio, Osvaldo, José, Héctor y Félix. Estos dos últimos, ingenieros químicos graduados en Santa Fe. Félix impulsó la creación de la Facultad de Ingeniería Química en Posadas.

 

Los barcos del Paraná

“Mi papá y mi tío Juan Olmedo tenían una gran calidad para doblar las chapas. Cuando llovía y trabajaban adentro, yo le daba a la fragua donde hacían los clavos grandes y los remaches. El carpintero era “Cielito” Navas, que vivía en Villa Sarita, y el más bravo Languasco, que manejaba todo. Se hicieron muchos barcos y otros se reparaban, pero todo se frenó cuando se pavimentó la ruta en los años 60 más o menos”, recordó Quique.

Los mejores recuerdos de su vida están en esa infancia. “Sobre todo cuando ‘Cielito’ estaba ‘de buen chipá’ y nos hacía trompos de guayaba. Es increíble que no salí carpintero ni herrero como mi papá. Después ayudé a mi familia acarreando agua desde la canilla pública que había en calle Rivadavia y acarreaba con una carretilla los bultos que traían las paseras desde el puerto hasta la Placita que estaba en Roque Pérez, donde ahora es Iprodha”, agregó.

La vida de Olmedo continuó con su fábrica de mosaicos en las cercanías de la cancha de Mitre, hasta que la importación lo fundió. Tuvo cinco hijos, uno de ellos ingeniero electrónico en EE.UU., dos arquitectos, otro que maneja una cadena de peluquerías en Buenos Aires y la menor que es psicóloga. Entre los 70 obreros que trabajaban en el Baradero, se destacaba el mando de Juan Olmedo, “mano derecha” de Tabbia, además del manejo que tenía Languasco.

 

Nunca navegó

Juan vivió en un terreno aledaño, hasta que falleció. Luego sus hijas fueron relocalizadas por Yacyretá, ante el avance de las aguas. De la memoria de Quique y de Francico van surgiendo los nombres de algunos barcos como el “Elsa Dora”, “Rocambole” y “Carnaval”, el que construía José Tabbia, cuando lo sorprendió la muerte en 1951, a causa de su hipertensión.

“Era un encargo para una firma de Corrientes, Abraham, Oro y Compañía. Pero mi abuelo se cuidaba poco y nada. Luego el barco fue finalizado por los hijos. Mi abuelo era masón y tuvo una amplia acción en lo social, no en la política. Su papá vino de Italia y él nació en Remedios de Escalada, en el Gran Buenos Aires. Fue a Europa con su papá y regresó a los 14 años, trabajó en el ferrocarril y luego se instaló en Posadas”. Su nieto Francisco lo recuerda como uno de los fundadores y primer presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Posadas, además de crear e impulsar organismos como el Cuerpo de Bomberos, la Escuela de Comercio y el Banco Popular.

“Lo notable es que mi abuelo nunca navegó sino que alquilaba sus barcos para Gibaja y otros transportistas. En esta foto se muestra al ferry traído de Liverpool ingresando para cambiarle once chapas que estaban averiadas”, dijo. Mientras, muestra una secuencia donde se ve al ferry entrando al astillero José con sus hijos ingenieros Atilio y Héctor, junto a Eduardo, y al mismísimo Juan Olmedo “que está de espaldas y nunca se sacaba la gorra”.

A fines de los 70, los hermanos Tabbia alquilaron la vieja caldera a la empresa que construyó el Puente Posadas-Encarnación para fundir parte de las bases de sus columnas. La historia continúa y se entrelaza en la vida familiar de los posadeños. Como el caso de los Piró, porque don José Tabbia, a pedido de su esposa, compró un edificio de dos plantas en Bajada Vieja y Rivadavia, para que una hermana suya pusiera una panadería. Esta mujer de apellido Raffa se casó con Julio José Piró y así se amplió la rama familiar fundada por don Pepino.

Como quien deshace un ovillo social, de varias generaciones, aparece en el horizonte una nueva historia. De los once barcos y chatas de Tabbia sólo quedarán trozos de chatarra en desarmaderos, pero la vida de Posadas y de toda Misiones continúa vigorosa.

 

Baradero y varadero

Baradero, durante años ignorado para miles de vecinos que pasan por allí todos los días, queda justo frente a la Costanera de Posadas, entre la rotonda de Arrechea y el río. Por uso popular o por una licencia ortográfica se escribe con “b” y no con la palabra de origen que la Academia de la Lengua le destina a varadero, el “lugar donde varan las embarcaciones para resguardarlas o para limpiar sus fondos o repararlas”.

Con el digesto que desenmarañó miles de ordenanzas municipales, encontró su lugar final. Ocupa las manzanas 182, 183, 186, 187 y 188 y sus límites son la Ribera del Río Paraná al norte, la calle Alfonso de Arrechea al oeste y la calle Sánchez Ratti, al sur.

Como el Baradero de la provincia de Buenos Aires, también sobre la ribera del Paraná, el origen de su nombre parece similar. Pero no es el mismo. En ese pueblo fundado por Hernandarias como reducción de aborígenes -entre ellos, también guaraníes- el río no es muy profundo. Los testimonios de la época indican que en esas aguas barrosas se «varaban las naves, sin peligro de avería».

El significado del verbo “varar”, según la academia contiene los dos casos. En el del barrio de Posadas, porque indica la acción de “sacar una embarcación fuera del agua y colocarla sobre tierra firme, generalmente para protegerla de la acción del mar o para limpiarla o repararla”. En Baradero, al parecer, porque indica cuando una embarcación se detiene “al tocar su fondo con las rocas o con la arena”.

El vecino barrio Bajada Vieja -el más antiguo de la sociedad- limita con Baradero por las calles Julio César Sánchez Ratti y Alfonso de Arrechea, y se extiende hasta la Ribera del Paraná y la Avenida Roque Pérez. Más allá, el histórico Cerro Pelón está delimitado por las avenidas Roque Pérez, General Paz, Polonia y Roque Sáenz Peña.

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