La odisea de cruzar el puente: más de seis horas para llegar a Encarnación y otras seis para volver

La columna de vehículos a la espera de cruzar el puente San Roque González alcanzó cerca del mediodía de hoy su máxima longitud histórica, extendiéndose un par de kilómetros más allá del puente sobre el arroyo Zaimán. Al acostumbrado flujo de compradores, incrementado por la cercanía de las fiestas de fin de año, se suman paraguayos residentes en otras provincias que llegan para pasar las Navidades en su lugar de origen.
“Llegamos a las seis de la mañana y la cola ya estaba sobre el puente Zaimán, hace más de cinco horas que estamos y calculo que nos falta por lo menos una hora más hasta llegar a la cabecera”, indicó Jorge “Chamamé” Häser, músico y artesano de Ruiz de Montoya, quien se aprestaba a cruzar a Encarnación junto a su mujer, para cumplir con compromisos laborales en la vecina orilla.
Bajo el abrasador sol del mediodía, Häser remarcó la necesidad de agilizar los trámites para cruzar la frontera y aportar de ese modo a la hermandad de los pueblos.
“Nos duele ver que hay chicos que se descomponen, gente grande que la pasa mal, muchos que vienen de Buenos Aires para pasar las fiestas con sus familiares y tienen que soportar esta espera con este calor”, indicó María, otra de las que esperaba para cruzar.
La mayoría de los consultados por Misiones Online eran posadeños o provenientes de otras ciudades que intentaban cruzar a Paraguay en búsqueda de mejores precios para armar la mesa navideña y comprar regalos. “Sabíamos que iba a ser así, que íbamos a perder el día haciendo esta cola y la que nos espera a la vuelta, pero lo hacemos por necesidad, no nos queda otra alternativa”, dijo Rosana mientras esperaba que avanzara la cola sentada sobre el guardrail del camino de acceso al puente porque “adentro del auto hace demasiado calor, no se puede estar”.
La dificultad para cruzar el puente no solo trajo incomodidad, sino que también promovió el surgimiento de nuevos “rebusques”, como el de los “coleros”, automovilistas que permiten que un auto se “cole” por delante de ellos a cambio de una suma de dinero. De hecho ya se desarrolló un código que permite identificar a estos coleros: dejan abierto el capot de sus autos como si tuvieran alguna falla mecánica y hacen señas a los autos que circulan.
También se desarrolló una economía informal para aprovechas las necesidades de los pacientes automovilistas: carritos con bebidas frescas, vendedores ambulantes con chipas, sándwiches y empanas y hasta improvisadas parrillas que se montan en el espacio que queda entre el camino para los autos y las vías del tren.

JRC EP

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