La gobernabilidad

Los gobernadores, esos señores feudales que eran cuestionados hace pocas semanas por no haber apoyado una reforma política amañada, dieron la mejor prueba de gobernabilidad en el primer año de gestión del presidente Mauricio Macri. Fueron ellos los que frenaron el embate por una reforma tributaria que había sido el eje de campaña del nuevo inquilino de la Casa Rosada y que, pasado el tiempo sin cumplir su promesa, se convirtió repentinamente en una herramienta opositora para ponerlo contra las cuerdas. La discusión por el impuesto a las Ganancias deja en claro que es fácil prometer pero no siempre es sencillo cumplir. El tributo que pagan quienes están más arriba en el mercado laboral no era un tema central para la gran mayoría de los argentinos y mucho menos lo es ahora, cuando la preocupación para millones de trabajadores pasa por no sumarse a la estadística del desempleo que ya roza los dos dígitos en una incesante suba durante los últimos doce meses. Pero fue el Presidente el que hizo de Ganancias una cuestión central. “En mi Gobierno ningún trabajador pagará Ganancias”, prometía en los spots, que, ahora se dice, tuvieron “errores de precisión”. Sin embargo, muchos lo votaron por esa promesa. Eliminar el impuesto podría ser viable si en paralelo se sostenían otros mecanismos de financiamiento del Estado, como las retenciones agropecuarias o a las mineras o si el consumo seguía siendo alto y alimentaba las arcas a través del Impuesto al Valor Agregado. Se bajaron y eliminaron retenciones y el consumo cayó al subsuelo. Ganancias se convierte así en un sostén para no agrandar la brecha del déficit fiscal que aumentó 400 por ciento, hasta representar el seis por ciento del PBI. Por eso, la reforma empujada por la oposición es inviable. Y porque además, desfinancia enormemente a las provincias. El oportunista embate opositor podía generar un enorme agujero fiscal para beneficiar a un pequeño universo de trabajadores. Es cierto que no los diputados liderados por Sergio Massa y el kirchnerismo residual no hicieron más que poner en la agenda una promesa presidencial. Pero el propio Axel Kicillof, con la lógica del gobernante, el año pasado se oponía hasta a modificar las alícuotas. La responsabilidad de gobernar no es la misma que la que tiene quien está lejos del poder. Vale lo mismo para Macri que para el ex ministro de Economía o el ex jefe de Gabinete de Cristina Fernández. Ganancias es un impuesto que se recauda principalmente en Buenos Aires y las provincias del centro del país y un poco en las patagónicas por los salarios de “zona desfavorable”. Pero en las provincias del Norte, que son históricamente las más atrasadas, tiene escasa influencia. El gobernador Hugo Passalacqua fue uno de los primeros en marcar una línea contraria a la reforma tal como fue concebida. Bajó línea para todos lados en la semana: “No se puede repartir la plata ajena”, dijo a todos los que hablaron con él del tema impuesto a las Ganancias. Eso es lo que propone la oposición con la reforma. Por eso hubo unión y misma postura en los tres senadores misioneros. Misiones perdería entre 1800 y 2000 millones de pesos durante 2017 si se aprueba el proyecto de Massa, lo cual obligaría a un ajuste brutal. La reforma, tal como estaba planteada y todavía puede aprobarse, implica una enorme transferencia de recursos desde el interior pobre al centro más rico. Incrementa las desigualdades en un país muy desigual. También deja intactos algunos privilegios. En medio del debate nadie planteó cómo ampliar la base tributaria. ¿No es el momento definitivo para lograr que los jueces tributen como cualquiera? ¿No es acaso la igualdad ante la ley una premisa básica? La resistencia histórica de los magistrados a pagar el impuesto a las Ganancias choca con el generalizado consenso en que deben ser considerados como cualquier argentino. ¿Podrían acaso oponerse si hubiera unanimidad y la sociedad entera los interpelara? Pero no. Parece que nuevamente se perderá una oportunidad de terminar con un privilegio casi cortesano y, como mucho, deberán pagar aquellos que ingresen al Poder Judicial desde fuera del Poder Judicial. Ni los magistrados ni los empleados actuales que puedan hacer carrera. Pero fueron los gobernadores los que lograron dilatar la discusión y obligaron a los senadores a por lo menos, pensar una mejor opción para no afectar a las provincias. Como se dijo en esta misma columna, la guerra por Ganancias es una en la que todos pierden. Macri ya perdió la iniciativa y quedó en evidencia que no estaba en sus planes cumplir con sus palabras. Sus electores son quienes están más decepcionados. Aunque entusiasmados con acorralar al Presidente, los opositores no quieren asumir solos el enorme costo político de desfinanciar a la Nación y pulverizar los recursos provinciales. Los gobernadores son los más perdidosos en la batalla y, obviamente, los trabajadores son víctimas colaterales de una disputa demagógica. Hubiese sido mucho más realista prometer una reforma y no la eliminación y, a partir de ahí, discutir sobre datos más sólidos sin que haya daños tan profundos. Con la reforma de Massa y Kicillof, las provincias iban a dejar de recibir la coparticipación de Ganancias y esos recursos se iban a volcar a las economías centrales ya beneficiadas, por caso, por la eliminación de retenciones agropecuarias o la baja en las de la soja. En Misiones, por caso, apenas el 13 por ciento de los trabajadores tributa el impuesto, de los cuáles, la mitad son directivos docentes y muchos funcionarios. Pero hay pocos trabajadores en el sector privado que están alcanzados. Es decir, el alivio en el bolsillo sería para un puñado de misioneros, con escasa incidencia en el consumo. En cambio, Misiones podría perder 1.500 millones de pesos al año, un poco más que una masa salarial entera y un 10 por ciento de la coparticipación prevista para este año. Inviable en cualquier contexto, mucho más en un momento tan complejo para la economía misionera, encallada por la pérdida del poder adquisitivo que drena millones de pesos hacia Paraguay y Brasil en busca de precios más bajos. La preocupación central del gobernador Hugo Passalacqua es cómo cuidar los recursos y frenar la caída del consumo. Por eso fue uno de los primeros en salir a plantar bandera en contra de la reforma. “Salimos a defender los intereses de todos los misioneros porque se nos venía la noche”, señaló con crudeza. El problema laboral en Misiones, claramente no pasa por Ganancias, sino por recuperar empleo perdido y mejorar las condiciones de trabajo de miles de trabajadores informales o empujados a la subocupación. Por el ajuste nacional, el empleo en la construcción cayó de 12 mil puestos a 7 mil en un año. En el sector maderero se estima se perdieron seis mil puestos de trabajo por las bajas ventas y la apertura de las importaciones. No se puede cuantificar cuántos más se han perdido en el sector comercial, afectado por la crisis del consumo pero también por la feroz asimetría con Paraguay y Brasil que no deja de consumir recursos misioneros. El cruce por el puente Posadas-Encarnación superó la barrera de las diez millones de personas al cierre de noviembre y todos los días son enormes las filas de autos para ir y para volver de la otra orilla. La postal de este mismo fin de semana es impactante: miles de vehículos en una fila interminable, pero también cientos de personas amontonadas esperando poder utilizar el tren, que alcanzó los dos millones de pasajeros desde que empezó a funcionar en enero del año pasado. El primer año el tren fue utilizado por un millón de personas. El segundo millón se alcanzó en once meses. En el mismo período, fueron más de 200 los comercios cerrados en Posadas y la recaudación se fue por el piso.

Sin embargo, parece no haber reacción del Gobierno nacional para atenuar las asimetrías. El presidente Mauricio Macri prometió el ITC diferenciado para los combustibles pero todavía no hay fecha de implementación. Tampoco tuvo tiempo de analizar la propuesta de crear una zona especial aduanera para la provincia. Macri sostiene la estrategia de campaña que lo llevó al poder: todo lo malo es culpa de la herencia. Esta semana dio una muestra de que ese es el escenario en el que mejor se mueve. “El aire acondicionado es de los elementos más disruptivos que ha venido a integrarse a este coctel explosivo y siniestro que inventó el Gobierno anterior”, disparó al pedir racionalizar el consumo de electricidad y justificar que volverán a haber cortes este verano. Sin embargo, la evolución del consumo de energía en Argentina es menor a la de Chile en la última década. Pero se incorporaron, eso sí, millones de aires acondicionados, un “lujo” que se dieron los argentinos pos crisis de 2001. Especialmente, entre las clases medias y bajas. consumo La propuesta para “convencer” de bajar el consumo es práctica: seguirán subiendo las tarifas. Surte efecto aún en un verano más caluroso que el del año pasado. Con los tarifazos anteriores y la parálisis económica, en octubre hubo un descenso de la demanda eléctrica del 7,2 por ciento en comparación con el mismo período del 2015, la baja más fuerte en cinco años. La caída en el consumo se observó en todos los sectores, con usuarios residenciales en lo más alto: una merma de 8,9%, lo que mostró un cuidado de parte del consumo en los hogares; seguido por la industria (8,2 por ciento), lo que estaría vinculado directamente a la caída en el nivel de actividad fabril que viene reflejado el indicador industrial de la UIA. Está claro que hay que cuidar la energía y buscar nuevas herramientas de generación. El Gobierno nacional paralizó todas las inversiones eléctricas. Misiones, en cambio, busca su propio desarrollo a través del uso de la biomasa o las pequeñas represas que están en estudio. En el Gobierno provincial, más allá de la buena relación que se sostiene con la Nación, se tiene claro que la salida de la crisis dependerá en mucho de lo que se haga en la tierra colorada. La economía misionera necesita incentivos que no dependen exclusivamente de la Provincia. Pero parte de los remedios llegan con el esfuerzo del propio Estado, que, con esfuerzo y austeridad, vuelca recursos para que se active el consumo. El jueves 15 con el aguinaldo los cajeros automáticos no dieron abaste y se generó un shock positivo en el comercio local. Ahora vienen los jueves 22 y 29 con el bono primero y el sueldo después, antes que cualquier otra provincia del país, en paralelo con el plan de descuentos para compras con tarjetas de crédito, desarrollado en conjunto con empresas y entidades financieras. De todos modos, Passalacqua aprovecha cada oportunidad con funcionarios de Cambiemos para gestionar lo que se pueda conseguir. Desde obras, fondos especiales, rutas, escuelas, planes sociales, acelerar los pagos a tabacaleros, etc. El Gobernador advierte que no son momentos para acentuar diferencias políticas, sino de tirar del carro en conjunto. La cercanía con la sociedad es vital para eso. Durante la entrega de tierras en San Vicente hubo momentos de mucha emoción y el mandatario se fundió en abrazos de los colonos que después de 20 o 30 años recién recibían su título de propiedad. La cercanía, el cara a cara con los misioneros no se da únicamente en un acto público. Hay gestos que valen mucho más que una decisión política. Passalacqua mismo se puso al frente del operativo de asistencia y rescate a las víctimas del trágico viaje de egresados a Camboriú, que dejó a tres jovencitas muertas en un accidente en la madrugada del viernes. Automáticamente dispuso tres días de luto por la tragedia de los estudiantes misioneros en Brasil y suspender actividades públicas en señal de respeto a las víctimas. Al mismo tiempo, todo el equipo de Gobierno se puso en acción para contener a los jóvenes accidentados en Brasil y a sus familias que requerían no sólo información, sino traslados hasta el lugar del siniestro. Para hacer esto posible, el Estado activo,  que se anime a navegar contracorriente.

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