Caso Kachuk, el juicio: de los tres imputados, solo declaró el médico y dijo que Guido no tenía chances de salvarse

Dos de los tres imputados por el homicidio de Guido Kachuk (17) prefirieron no declarar. Son los acusados de haber intentado asaltarlo en los primeros minutos del 22 de febrero de 2011 en una parada de colectivos de Lavalle y Chacabuco, en Posadas. En ese atraco fallido, el adolecente recibió un balazo en el abdomen, que le produjo una hemorragia interna y derivó en su fallecimiento, en el hospital Madariaga.
Quien sí accedió a ser indagado en la primera audiencia del juicio oral y público que se realiza en el salón de usos múltiples del Palacio de Justicia fue el imputado restante, el médico cirujano Manuel Ignacio Ibarra, acusado de haber atendido de manera negligente a la víctima, ya que no se percató de que el joven había recibido un balazo y recién una hora después de su ingreso al hospital Madariaga, decidió operarlo. Guido murió en el quirófano. No soportó el tercer paro cardiorrespiratorio que había sufrido desde que lo hirieron.
Ibarra es asistido por los abogados Alfonso Arrechea y Adrián Benítez. Después de que los jueces que integran el Tribunal Penal Uno le leyeron la imputación, el facultativo dio su versión de los hechos.
Según el médico, no se percató de que Guido presentaba una herida de bala porque el chico estaba en tal grado de excitación que no pudo revisarlo correctamente.
Ibarra, ante la mirada de dolor de los familiares del jovencito, aseguró que Kachuk no tenía chances de salvarse, porque le herida que sufrió había sido letal.
Recordó que a las 2 de ese 22 de febrero, lo llevó en persona al quirófano, después de haber visto los resultados de la tomografía, donde se detectó la presencia del proyectil.
El médico está acusado de “Homicidio Culposo”, figura que contempla el hecho de matar sin intención o con negligencia. Sobre los otros dos sospechosos, Ricardo Raúl “Chuchi” Ríos y Maximiliano Acevedo, pesa una imputación por “robo calificado por el uso de arma en grado de tentativa” y “homicidio calificado por el uso de arma de fuego en grado de tentativa”. Ninguno de los dos quiso declarar. Cuando el juez Eduardo D’Orsaneo les preguntó si aceptaban ser indagados, se abstuvieron. Entonces leyeron sus declaraciones en la etapa de instrucción. En el caso de Ríos, dio dos versiones: primer dijo que había disparado para asustar a Kachuk, al que pretendían robarle el celular, y luego afirmó que el revólver calibre 22 largo Tala se le había disparado, deslizando que había sido un accidente.
Antes del llamado a indagatoria, la Secretaría del Tribunal leyó el extenso auto de elevación a juicio. Por momentos, fue un testimonio crudo y duro de lo que padeció Guido y de cómo se llevó adelante una investigación exitosa, que en menos de tres días terminó con la detención de los autores.
Una llamada anónima alertó a la Policía sobre quiénes eran los autores: dijo que eran Chuchi Ríos, de la chacra 101, y Maxi Acevedo, de la 49. Al primero lo atrapó la Policía a las pocas horas. Los vecinos y familiares quisieron impedir la detención. Pero no solo acabó preso, sino procesado meses después. En su casa apareció el arma homicida. Chuchi admitió que quisieron asaltar a Guido, al que encontraron solo en la parada de colectivos.
Acevedo cayó en San Javier, el 25 de febrero, cuando iba en un remís que había tomado en Posadas, junto a otros parientes.
Conocidos de Maxi fueron quienes lo comprometieron seriamente. Al menos dos de ellos dijeron que él había admitido que intentaron robarle el celular a un joven y que en el intento “Ricky” (por Ríos) lo había baleado.

El final
Sobre los momentos posteriores al asalto también se detalló en la lectura de la pieza procesal. Al menos cuatro testigos (el sereno del barrio de Guido y tres vecinos) lo vieron caer desvanecido a Kachuk cuando iba hacia su casa a pedir ayuda. Esas personas lo asistieron. Recordaron que el muchacho se desplomó boca abajo, con los brazos hacia atrás y que a los pocos minutos acudieron primero su hermano Lucas y luego su padre, Jorge Kachuk, quienes lo llevaron al hospital Madariaga.
Guido ingresó al sector Emergencias entre las 0 y las 0.30. Allí lo atendió el médico de guardia, Ibarra, quien le dijo al padre del joven: “Está borracho y falopeado. Debe ser esa ‘jarra loca’ que consumen los chicos ahora, eso se ve de seguido”. Además le dijo que había sufrido un paro y que él había podido estabilizarlo.
Jorge Kachuk negó la posibilidad del consumo de fármacos y alcohol, porque había visto salir a su hijo sobrio, en dirección a la parada de colectivos de Lavalle y Chacabuco, desde donde tenía previsto tomar el micro hacia la casa de su novia en el barrio San Onofre.
Al rato, Jorge escuchó a Guido gritar de dolor, pidiendo por él y por la mamá. Recién a las 1.51, más de una hora después de su ingreso al Madariaga, en una tomografía descubrieron que el adolescente tenía un proyectil en el abdomen.
Guido perdió tres litros de sangre. Lo operaron de urgencia. Cuando entró al quirófano tenía taquicardia, mucosa abundante, estaba frío y su pulso era débil. Hizo dos paros más. Del segundo no salió. Dejó de existir alrededor de las 3.
Los médicos forenses que hicieron la autopsia determinaron que el proyectil había dañado la arteria ilíaca izquierda y otras vitales, por lo que se había desatado una hemorragia interna masiva.

– Guido no aguantó- dijo Ibarra.
– ¿Qué querés decir con eso?- le respondió Jorge Kachuk.
– Falleció.

El diálogo, demoledor para la familia del joven, se escuchó en una sala de juicio sumida en el silencio. Nadie lo dijo, pero todos los presentes pensaron lo mismo. ¿Qué hubiera pasado si el médico de guardia se percataba de entrada que el chico había sido baleado? ¿Tenía chances de salvarse? Ibarra declaró que no. Los forenses dijeron en la autopsia que la herida que dejó la bala, aunque pequeña, se veía a simple vista.
El juicio seguirá este viernes con la declaración de Jorge Kachuk y los tres jóvenes que asistieron a Guido apenas lo balearon.

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