El Ceibalito, un refugio en Cerro Corá para desarrollar el arte de vivir en conexión y armonía con la naturaleza

Juan Carlos Furlán y Valeria, junto a sus hijos Camilo y Jazmín, reciben con naturalidad a sus huéspedes en su chacra, unas 25 hectáreas que compraron en Villa Venecia, en Cerro Corá -a unos 40 kilómetros de la capital provincial- , con todos los ahorros que tenían en el año 2009 cuando eligieron diseñar su propio proyecto de vida.

La casa está inmersa en un entorno natural de bosques nativos de intensos verdes que forman un paisaje escénico magnífico, con una granja donde realizan la práctica de agricultura biodinámica para obtener sus propios alimentos, aplicando este manejo que asegura la biodiversidad y la conservación del suelo y del resto de los recursos naturales de su predio a largo plazo.

 

La pareja llegó hace 7 años atrás al lugar buscando paz, “con una mano atrás y otra adelante” relatan. Estaban muy saturados de la crispación urbana y de un sistema “impuesto” de alguna manera y al cual “ya no querían pertenecer”, sumado a las historias personales familiares dolorosas y sin respuestas, ante un pasado con el cual nada se puede hacer para cambiarlo, pero tuvieron la valentía de salir adelante sin miedos, movilizados por el amor y de aprender a disfrutar de las cosas simples de la vida en armonía con la naturaleza.

 

Con el correr de los años lograron establecerse en lo que resultó ser “su” lugar en el mundo, la granja biodinámica que en principio la llamaron “El Ceibalito del Ángel Armando” (nombre elegido en memoria del padre de Juan Carlos) para después ser rebautizada con el nombre “El Ceibalito, hogar de hombres libres”.

 

Así aprendieron desde cero todo lo relacionado a cuidar la tierra, crearon su propia huerta orgánica, donde no aplican ningún tipo de veneno para la producción de plantas y vegetales, y se autoabastecen diariamente de lo que producen: repollo, perejil, acelga, espinaca, apio, achicoria, cebollita, ajo, menta y otras varias plantas. “También estamos explorando con plantas alimenticias no convencionales, como parietaria o frotes de llantén (una planta con grandes propiedades medicinales y nutrientes), lechuga japonesa, brotes de las uvas y todo tipo de cultivos muy nutritivos”, precisó el productor.

 

En la granja disponen de una variedad de árboles frutales, desde mora, higo, durazno, pomelo, mandarina, naranja, limón y nísperos. El área atrae a una diversidad de aves y fauna silvestre, como a los tucanes, monos, oso hormiguero, tatú, coatíes, y muchas otras especies se pueden aparecer por el lugar.

 

Juan Carlos también intentó avanzar en la experiencia comercial con la producción artesanal de vino, pero no obtuvo resultados económicos que permitiera seguir con el emprendimiento. “No logré que en el mercado reconozcan los costos de lo que implica la producción de un vino artesanal. Es imposible que alguien pague el precio de lo que vale un producto sin agrotóxicos, con manejo biodinámico, cuando tenemos que competir con bodegas industriales a precios que impone el mercado, por lo tanto, ahora solo hago el vino para disfrutarlo en familia y con amigos”, admitió en la entrevista con ArgentinaForestal.com, durante una cobertura especial realizada días atrás donde se compartió una enriquecedora jornada en su granja de la que participaron varios invitados, entre ellos, un representante de la ADEMI  (Agencia de Desarrollo de Misiones), y el secretario de Extensión de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), Miguel López.

 

Furlán fue estudiante de la universidad, y su vinculo institucional se profundizó el último año a partir del trabajo que coordinó con la comunidad para la producción del documental “Historia y presente de Cerro Corá. Aportes para el fortalecimiento de la identidad cultural y el desarrollo territorial de la comunidad”, resultado de un proyecto financiado por el PROFAE para la Secretaría de Extensión y Vinculación Tecnológica de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. El trabajo reavivó la necesidad de la colonia de este municipio en la creación de una escuela secundaria con orientación agrotécnica y ambiental, escuela de adultos y centro de formación profesional para Villa Venecia.

En la granja «El Ceibalito», el matrimonio se encarga del trabajo diario de la chacra, con mucho esfuerzo cotidiano por todo lo que implica desde muy temprano atender todos los quehaceres de la casa y la producción de la granja, pero con plena felicidad.

 

“Cuando llegamos buscábamos paz inconscientemente,  pero realmente no sabíamos que existía tal posibilidad”, asegura Furlán. “Cuando uno vive en la vorágine, en la locura, en la estupidez de una rutina que te impone un sistema que vos no lo elegiste, cuesta darse cuenta que ese es tu marco, pero no es todo lo que existe. El desafío es darse cuenta y elegir la vida que uno quiere vivir. Nosotros decidimos cambiar la forma de vida que teníamos en Posadas. Por otro lado, buscaba en lo personal respuestas ante hechos familiares personales muy fuertes que me movilizaron y marcaron interiormente, pero cuando llegamos a la granja nos llevó menos de un mes recuperarnos de la salud física y espiritual”, contó Juan Carlos, mientras su esposa Valeria asentía y sonreía.

 

 

 

Polo cultural

En este contexto, fueron aprendiendo a sentir la naturaleza y decidieron impulsar una nueva iniciativa. “Nos dimos la oportunidad de vivir la experiencia de sanar, de encontrar la armonía con la vida en un entorno natural. Y esta es la propuesta que hacemos a los artistas que hoy se están instalando en la chacra para consolidar a futuro un polo cultural en Cerro Corá, partiendo de que toda expresión humana que nace desde el interior -donde no hay un programa ni sistema, ni condicionamientos- se inspira en un espacio de libertad”, explicó.

 

Con la iniciativa, se sintieron plenos al dar este espacio a los artistas. “Nosotros hoy vivimos en la abundancia, no nos falta nada, y somos muy concientes de que toda esa abundancia es producto de la generosidad, es un ida y vuelta que nos llena, en lo personal me hace muy bien poder concretarlo, ya que todo se encamina naturalmente”, afirma Juan Carlos.

 

Y son cuatro los artistas misioneros que ya comparten el proyecto, donde los propietarios de El Ceibalito le cedieron 2 hectáreas para vivir y consolidar a futuro un polo cultural en Cerro Corá: Marcelo Ferreira (artesano de la madera), Luján Oliveira (ceramista y alfarera), Pablo Gargano (artesano en juguetes de madera) y Florencia Gasparetti (dibujante, escritora y fotógrafa), futura profesional técnica en agroecología. Para ellos, esta chacra es un refugio para dar rienda suelta a su creatividad por medio de la conexión con la naturaleza.

Los requisitos básicos para avanzar en este proyecto cultural son tres: que para el artista sea una opción de vida venir a vivir a la chacra, que enseñe en talleres sus saberes, y que generen producción local para hacer del lugar un polo cultural. Con esta propuesta inicial, el resto fue evolucionando naturalmente. «El arte en todas sus expresiones, el taller, nuevas creaciones, la comunicación, el arte de conectarnos con la vida”, expresa con simpleza Juan Carlos.

 

En latín «Sit tibi terra levis«, significa “que la tierra te sea ligera”, y este es el mensaje con que, desde la entrada del taller, se recibe a sus visitantes y resguarda el espacio para la creatividad. Pero en toda la chacra hay una señalización con mensajes profundos tallados en madera. Sin dudas, El Ceibalito es un espacio donde se pueden nutrir del aprendizaje individual para avanza hacia un aprendizaje global. Y eso se percibe con solo ver las sonrisas y la naturalidad con la que ensamblan sus actividades cada uno de estos artesanos, que en lo cotidiano buscan reencontrarse en algún momento y compartir sus sueños y sus emociones, además de las actividades diarias.

 

Sueño de artistas

 A los artesanos los une la expresión de ideas, reflexiones y convicciones de vida. Marcelo Ferreira es un reconocido artesano de la madera y amante de la naturaleza. Frente a la propuesta de crear un polo cultural sostuvo que inmediatamente surgió una conexión especial con el proyecto, ya que “con  Juan Carlos nos une ideales comunes y el amor a todo: a la naturaleza, a la vida, al ser humano”, reflexionó. “A través de este amor a la naturaleza, de ser consciente de que hay que cuidar y respetar todo en el ambiente, de que debemos tomar lo fundamental para alimentarnos, con una huerta propia, por todo esto fue que decidí trasladarme a dictar talleres en Cerro Corá”, dijo el artista.

“Esta es una búsqueda interna que pretende mejorar el entorno pero empezando por cada uno, como personas de bien, de manera consciente en todo lo que hacemos, partiendo de cultivar nuestros propios alimentos, convivir con estos bichitos y la naturaleza”, agregó mientras espantaba amistosamente a molestos insectos que lo distraían del reportaje.

 

En Posadas el artesano ya tenía su propia huerta y un arboretum con unas 100 especies de árboles, además de un taller donde trabaja desde hace cinco años. “Cuando Luján (Oliveira) me comentó del polo cultural no tuve dudas, arrancamos con un taller en la misma chacra a las pocas semanas, de eso ya hace varios meses que con los vecinos estamos compartiendo algunas prácticas y todo va muy bien”, expresó.

 

La pasión por la madera fue lo que despertó el interés artístico de Ferreira hace mucho tiempo. “El mayor ingreso en Cerro Corá en la actualidad para los colonos es el carbón, que aún se produce de la manera tradicional al horno. Se desmontó mucho en los últimos años,  algo ahora se frenó, pero en el monte hay muchos árboles caídos todo el tiempo, rescatar eso y darle a su forma natural un agregado artístico, es lo que hago desde hace años. Mi búsqueda propia me llevó a buscar algo que me llene, y me encontré con la madera,  me atrapó fuerte”, asevera el artesano.

En sus esculturas y obras, busca el equilibrio entre el arte y la naturaleza, se nutre de ella. “Todo lo que cae del árbol, lo aprovecho para trabajar respetando la forma natural de la madera”, precisó Ferreira.

 

Finalmente, reflexionó sobre la importancia de la educación en permitir la creatividad a los niños y jóvenes para que sean futuros artistas. “Hubo un encuentro el año pasado sobre el “Arte de vivir del arte” donde me convocaron para dar una charla porque me identificaron como un “privilegiado” por ser uno de los pocos que puede vivir de lo que hace como artesano, es decir, que no se muera de hambre. Pero para mí fue la sorpresa entender que hay mucha gente que no vive del arte, cuando es algo tan placentero, tan lindo. De alguna manera, entendí que desde chicos, la educación de la familia, del sistema, todo el tiempo nos limitaban con respecto al arte, porque e entiende socialmente que si querés ser músico, pintor, bailarín, artesano, te vas a morir de hambre en el futuro, por lo tanto, te llevan a elegir otra cosa. De esta manera, van coartando la creatividad y la posibilidad de vivir del arte, obligando a cumplir las necesidades del sistema, no de la persona, del ser humano. Somos muchas veces una herramienta del sistema, y se debe entender que de esta manera lo que están generando es un vacío interior en muchas personas. Por eso hay que rescatarse y rescatar esta libertad de las personas, no todo es dinero, la vida sana, el arte y el amor, es lo que realmente nos llena. Hay que buscar un equilibrio”, concluyó Ferreira.

Por su parte, Luján Oliveira, especializada en artes de cerámica, joyería y alfarería, dialogó con Misiones Online sobre la iniciativa y lo que la motivó a instalarse en forma permanente en El Ceibalito. “Este lugar tiene un contexto mágico, inspira, es un sueño cumplido”, dijo entusiasmada.

“La invitación para formar un polo cultural la aceptamos de inmediato. Se dio de una manera increíble, ya que fuimos invitados a una reunión donde se analizaba el pedido de una escuela secundaria agrotécnica para Villa Venecia, no conocíamos a nadie, pero estábamos buscando una propiedad para comprar. Así conocimos a la familia Furlán. Si bien Juan Carlos dice que nosotros venimos aquí a enseñar, la verdad es que nosotros también aprendemos muchas cosas con la huerta orgánica, estamos intercambiando conocimiento todo el tiempo, es un ida y vuelta, aquí se aprenden un montón de cosas”, aseveró la artista.

“En la chacra hay un ambiente hermoso para trabajar, estamos dentro de un valle natural, tenemos todas las condiciones para sentirnos bien y desentendernos de todo el ruido urbano”, expresó.

Para Oliveira, la vinculación con el ambiente genera mucha inspiración. “Es volver al origen, nos permite volar la imaginación, nos enriquece mucho. Me casé este año y nos vinimos a vivir a la chacra, es todo perfecto, hace tiempo teníamos el sueño de vivir de la tierra y venir al monte. Encontramos la mina de arcilla aquí, lo que para nosotros es una especie de tesoro por ser nuestra materia prima, por lo que no tenemos ni que pensar en salir a otra parte para buscar la fuente de trabajo”, sostuvo la artesana.

De esta manera, iniciaron su nuevo proyecto de vida, donde está incluido aportar al polo cultural de Cerro Corá. “El lugar es maravilloso y las ideas y proyectos nos interesaron muchos. Nosotros iremos invitando a los amigos artesanos para ver la manera de ir sumando iniciativas. La realidad es que todo esta fluyendo muy rápido, hay escalones mágico que aparecieron, el espacio lo tenemos y todo se va ir generando en su momento”, manifestó la artista.

Camilo, de 11 años, preparaba el mate para amenizar la entrevista que su padre realizaba con la periodista. “Preguntas complejas con respuestas simples, y preguntas simples de respuestas complejas”, decía Juan Carlos Furlán para tomarse el tiempo necesario para pensar cada respuesta donde su objetivo era dar a conocer la profundidad de la iniciativa a partir del arte. “Lujan Oliveira decía que ella sentía que lo que estábamos haciendo era crear un refugio. El artesano es el que todavía tiene la chispa del arte, de la creatividad, y este lugar es un perfecto refugio para dejar fluir el arte. Hay tanta necesidad de volver a comunicarnos, de volver a la belleza natural, que nuestras perspectivas e ilusiones son muchas. Este proyecto pretende ser un faro, un ejemplo, un camino, de que es posible un hombre nuevo, con una mente conectada a lo que es real, y este es el principal objetivo de compartir esta iniciativa”, fue su invitación y reflexión final.

En agosto del corriente año, lanzó una nueva edición de un libro con la editorial artesanal Ñamandú (Candelaria) de su autoría «In Naturalibus» (en estado natural),  un copilado donde profundiza sus percepciones directas y profundas del ser humano y la búsqueda constante de la paz interior.

 

Por Patricia Escobar 

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