Revelan que la dictadura de Stroessner hacía vuelos de la muerte frente a Misiones

Rogelio Goiburú Benítez, hijo de una de las víctimas de la dictadura de Stroessner en Paraguay, encabeza la búsqueda e identificación de desaparecidos. Y asegura que cuando limpia los restos con su cepillo o su esteca siente que no podría hacer otro trabajo.

En el almanaque de Agustín Goiburú Benítez, el 9 de febrero de 1977 es una de las jornadas más dolorosas. Hombres de civil secuestraron aquel día en Paraná, Entre Ríos, a su padre, Agustín Goiburú, que había llegado a la Argentina en 1959 desde Paraguay. La historia de Rogelio se parece a la de otros hijos y otras hijas a quienes el Plan Cóndor les arrancó lo más querido, con una salvedad. En 2006, el Estado paraguayo lo convocó para que se hiciera cargo del Area de Investigación de Desapariciones Forzadas y Ejecuciones Extrajudiciales de la Comisión de Verdad y Justicia. Además, desde 2013 encabeza la búsqueda e identificación de desaparecidos en la Dirección de Memoria Histórica y Reparación del Ministerio de Justicia paraguayo.

Después de haber identificado por primera vez a algunas de las víctimas, Goiburú Benítez hizo una macabra revelación: dijo que recuerda vuelos de la muerte mediante los cuáles el Ejército paraguayo eliminaba a los opositores, muchos de ellos frente a Santa Ana, en Misiones.

Guibuiru

“A los integrantes del Movimiento 14 de Mayo detenidos por la dictadura stronista, los militares les arrancaban las orejas para colgarlas con alambres. Cuando recibía visitas militares en su cuartel, el general Patricio Fernán Martínez exhibía las orejas coleccionadas a sus subordinados. En las sesiones de tortura, a quienes no querían hablar les enganchaban con un anzuelo la lengua para cortársela. Los hombres eran castrados; las mujeres, violadas”, contó según publica el diario Página 12.

A algunos los alzaban en los aviones y los tiraban al río Paraná. Yo era chiquitito cuando papá juntaba los cadáveres en la costa de Santa Ana (Misiones)”, rememora Goiburú Benítez y sostiene que, en Paraguay, esos vuelos ya eran practicados por el Ejército stronista en 1959. “El jefe de la Prefectura Naval Argentina en Santa Ana, cada vez que aparecía un cadáver flotando que venía del lado paraguayo le llamaba a papá porque sabía que eran cuerpos de insurgentes del Movimiento 14 de Mayo”, afirma el médico asunceño. Y asegura que su padre los enterraba en el cementerio de la ciudad, muy cerca de la costa del río Paraná, una zona prácticamente inundada por las obras realizadas en la represa de Yacyretá. Algunos de los cuerpos llegaban con el pecho abierto. Les arrancaban el corazón.

A otros les ataban una sábana a los pies y los arrojaban en la Cordillera del Ivytyrusu, a 18 kilómetros de Villarrica, Departamento de Guauirá. “Hacían eso para amedrentar a los campesinos, para que ni se les ocurriera asistir a los militantes del Movimiento 14 de Mayo que habían ingresado desde Argentina para combatir al régimen, y para que supieran que eso les iba a pasar si tenían el gesto de ayudarlos”, dice el coordinador del Enabi. “Habían estado días sin comer, débiles, hipotensos; medio desmayados les metían caña de 40º para que vayan totalmente groguis. Los alzaban en el avión. No resultaría raro que los militares argentinos se inspiraran en los vuelos de la muerte que se hicieron en Paraguay”, completa.

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