Paraguayo desarrolla casco inteligente y queda entre los mejores del mundo

Ahorrar material y tiempo, así como agilizar los procesos productivos, son algunas de las consignas de la incorporación de la fabricación digital en el contexto de la tercera revolución industrial. Los objetos producidos con este método superan en rentabilidad al tradicional.

Así surgen los laboratorios de fabricación digital conocidos como Fab Lab, que primeramente se desarrollaron en los Estados Unidos. Al tener éxito, se crearon las academias y se extendieron a todo el mundo «con el objetivo de democratizar el acceso a la tecnología», explica Fabio Ibarra, el compatriota que junto a Gabriela Mojoli conformó la primera delegación paraguaya en participar de una Fab Academy.

En Latinoamérica, el curso intensivo se desarrolla en Perú, donde se registraron 400 matriculados, de los cuales solo llegaron hasta el final 138 estudiantes. Algunos desertaron, mientras que otros fueron rechazados por los directivos.

Proyecto paraguayo. Como prueba final, cada participante debía presentar un proyecto a través de herramientas 2D y 3D. A Ibarra se le ocurrió fabricar un prototipo de casco inteligente «que pueda pensar por sí mismo cuando está ocurriendo un accidente y así poder reforzarse», según detalló al diario Última Hora.

El concepto lo desarrolló basándose en la protección natural que despliega el organismo humano ante riesgos; el espesor de los huesos crece para dar mayor resistencia en casos de fracturas y en la piel se forman callos para evitar mayores daños a causa de fricciones.

Esta idea, aplicada al casco, permite activar los airbags de silicona a través de sensores ultrasónicos que alertan con antelación a un eventual impacto. Mediante una mayor protección en la cabeza, el equipo cumpliría su fin último, salvar vidas.

El aporte económico particular para el prototipo denominado «Akangüe» fue de USD 56 para la compra de algunos materiales; otros fueron donados por la organización e incluso enviados desde Estados Unidos.

Al final del semestre el proyecto fue presentado, pero además de reunir los requisitos de aprobación, se posicionó entre los mejores del mundo y fue expuesto el viernes pasado en la República Popular de China, donde se realizó el acto de graduación de los participantes del Fab Academy.

Su creador no pudo asistir, pues fue notificado días antes y no contaba con los medios económicos para realizar el viaje. Además, el trámite para conseguir una visa llevaría su tiempo.

A pesar del éxito del casco inteligente en la academia de fabricación digital, Ibarra aclara que no puede hablarse aún de un producto final. «Para que sea totalmente funcional le falta más desarrollo, tiempo, investigación e inversión», precisó.

Consultado sobre un aproximado precio comercial, dice que, al tratarse de un equipo con electrónica integrada, no sería considerado como un casco barato, pues en el país no existe cultura sobre la prevención como para invertir en un dispositivo de seguridad de este tipo.

Se refiere así al uso de cascos tradicionales que son entregados en forma gratuita con la compra de motocicletas, pero que no cumplen con el objetivo de proteger.

Coincide en ese sentido con el director del Hospital de Traumas, Aníbal Filártiga, quien, luego de recibir a centenares de motociclistas accidentados, constató que casi la mitad portaba casco en el momento del suceso. Tras su experiencia, advirtió que los dispositivos de mala calidad se hacen trizas al recibir un golpe y, consecuentemente, los usuarios, en el peor de los casos, fallecen.

 

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Financiación. Mojoli e Ibarra participaron de un concurso a cargo del Centro de Investigación, Desarrollo e Innovación (CIDI) que desarrolla el primer Fab Lab universitario en Paraguay desde hace unos dos años.

El costo de la matrícula por persona ascendía a USD 5.000, pero por tratarse de los primeros paraguayos en participar de este curso, se obtuvo un descuento del 50%. El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) aprobó invertir en la capacitación de los estudiantes y desembolsó para el efecto recursos del Fondo Para la Convergencia Estructural de Mercosur (Focem), en tanto que la FADA cooperó con los pasajes y parte de los gastos de estadía en Perú.

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