Se completan los cinco miembros de la Corte con la jura de Carlos Rosenkrantz

Con el juramento que prestará este lunes Rosenkrantz como juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación se cerrará un capítulo que se completó con un fuerte respaldo por parte todos los sectores políticos de la cámara de senadores a su incorporación al máximo tribunal.
El jurista de extracción radical, que fue asesor del ex presidente Raúl Alfonsín, recibió sólo dos votos menos (58 votos a favor) que su colega Horacio Rosatti (60 votos a favor), el ex ministro de Justicia de Néstor Kirchner, quien asumió el 29 de junio ante el máximo tribunal.

Rosenkrantz recibió el apoyo de la comisión de Acuerdos del Senado el 15 de marzo y dos meses, el 15 de junio, su pliego fue aprobado por el pleno del recinto.

Si bien en un momento se intentó poner como condición la aceptación por parte del Gobierno de incluir la ampliación de la Corte en el temario, finalmente los pliegos de Rosenkrantz y Rosatti obtuvieron un aplastante apoyo en el recinto desde todos los sectores políticos, con excepción del ultrakirchnerismo.

Los dos mayores cuestionamientos a Rosenkrantz fueron su condición de abogado de un estudio jurídico que representaba al grupo Clarín en litigios contra el Estado, y el hecho de haber aceptado su designación inicial por decreto presidencial, una medida que luego Mauricio Macri revirtió cuando advirtió los rechazos que generó en todo el arco opositor.

Cuando la oposición lo cuestionó en la comisión de Acuerdos en el Senado durante la exposición a la que ambos candidatos a jueces se expusieron, en marzo pasado, Rosenkrantz dio una respuesta que agradó a los senadores: «Ningún juez puede aspirar a integrar la Corte sin acuerdo del Senado», declaró en su exposición, que duró cinco horas.

Allí aclaró que en su momento aceptó el nombramiento por decreto porque dio por hecho que estaba supeditado al posterior tratamiento parlamentario.

Rosenkrantz también brindó otras definiciones que inclinaron la balanza a su favor al declarar que «los jueces no deben gobernar» y que lo que a él le «gusta en lo personal no va a impactar en modo alguno en lo que decida».

«Mi mejor argumento sobre por qué debo ser designado es que soy claramente consciente de que Argentina no necesita superjueces ni la exaltación de la individualidad, sino reconstruir una práctica de la ley del derecho que nos permita resolver los problemas», fue una de sus mejores definiciones.

 

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