Usain Bolt arrasó con todo: ganó la posta 4x100m y llegó al noveno oro en su despedida olímpica

El jamaiquino se despidió de los Juegos Olímpicos como lo soñó: con su triple-triple dorado consecutivo; con sus 9 victorias, un talento inigualable y un carisma que lo hizo diferente a todos, ya es leyenda.

 

El barón de Coubertin no debería ofenderse si un día, hoy mismo, alguien le dijera que a su histórica y célebre frase de «Lo importante es competir» habría que aggionarla y darle cabida a una suerte de mandamientos de los Juegos Olímpicos. El primero de ellos sería, sin dudas, «Amar a Bolt por sobre todas las cosas». Fueron ocho años intensos, de una relación única, distinta. Del Rayo que provocó una revolución en el deporte mundial en el Nido de Pájaro de Pekín al que acaba de despedirse en el Joao Havelange de Río, con escala en el Olímpico de Londres. Un vínculo incomparable que combinó una extraordinaria capacidad física y técnica con la actitud de un eterno adolescente que entendió que podía divertirse y divertir a la vez. Los Juegos de las despedidas y de la emoción se rindieron como cada lugar del planeta en el que sus zancadas llenaron de asombro y sus morisquetas de sonrisas. ¡Cuántos reyes, de cualquier deporte, se han visto con una dureza gestual y una frialdad desprovistas de carisma! Nunca dejaron de ser grandes campeones, pero Usain Bolt le mostró al público, rivales, competencias y empresas que podía existir una manera diferente de sentir y vivir el deporte. Que se puede estar focalizado, concentrado, y también disfrutando de lo que se hace. En eso, no tiene contra. Sólo el Muhammad Alí de sus buenos tiempos tuvo algún punto de conexión con las formas y la esencia del jamaiquino.

triple bolt

¡Que es definitivamente inmortal! Le encantó cuando se lo sugirieron y lo repitió cada día que estuvo en Río. El calificativo tenía directa relación con su búsqueda personal: ser el primero en la historia olímpica en lograr el triple-triple dorado consecutivo, en los 100m, 200m y 4x100m. Lo consiguió en una noche muy especial. Que lo empezó a ovacionar dos horas antes de la posta, cuando recibió la 8a medalla dorada por su triunfo en los 200m. Y lo terminó despidiendo con la victoria junto con Asafa Powell, Yohan Blake y Nickel Ashmeade, rivales velocistas de una década gloriosa y los compañeros ideales para el salto a la leyenda. Bolt, el relevo final, como debía ser, coronó su 9° oro en tres Juegos (37s27/100), un invicto que enaltece su trayectoria y la grandeza de irse como llegó: ganando y con esa sonrisa que no lo abandona. Nueve oros que lo ponen sólo detrás de los 23 de Michael Phelps y a la par de Carl Lewis (atletismo), Mark Spitz (natación), Paavo Nurmi (atletismo) y Larisa Latynina (gimnasia). Aunque sólo él tiene 100% de efectividad.

No pudo con su genio ni siquiera en las horas previas. Como cuando en una entrevista televisiva, mientras era presentado, detrás del periodista tomó agua, le hizo cuernitos, puso carotas y, cuando «la víctima» se dio vuelta al advertir las risas del cameraman, empezó a masajearse el pecho, mirando hacia otro lado y con cara de sorprendido. El Bolt que le gusta a la gente fuera de las pistas, al que tiene más tiempo para disfrutar: corriendo, lo suyo es tan fugaz, tan relampagueante, que hasta provoca que los fotógrafos del New York Times expliquen cuáles son las claves y los secretos para tomar imágenes de una exalación con zapatillas doradas.

 

Es ese Bolt que llegó con lo justo a sus últimos Juegos Olímpicos. Agradecido y creyente adventista, compartió su despedida con alguien determinante y con el que trabaja hace mucho tiempo. Se trata del cirujano alemán Hans-Wilhelm Müller-Wohlfahrt, a quien recurrió apenas sufrió el desgarro en el muslo derecho en plenos trials de Jamaica, un mes antes de Río 2016 y cuando los organizadores sudaban frío por el sólo hecho de pensar de que la gran estrella mediática faltaría a la cita. Wohlfahrt ya había sido clave en la antesala de Londres 2012, con otras dolencias que arrastraba el velocista, que no dudó en viajar a Europa, durante plena Eurocopa, para iniciar con él la rehabilitación. Se trata del mismo médico que estuvo 37 años en Bayern Munich y que Pep Guardiola eyectó por una serie de lesiones de los jugadores, entre 2014 y 2015; aún se recuerda la imagen del DT aplaudiéndolo en el banco cuando se lástimó el defensor marroquí Mehdi Benatia en un partido con el Leverkusen. Bolt también lo aplaudió y lo abrazó. por sus tratamientos mágicos.

bolt

Lo que no quita que el propio Bolt reconociera que el tiempo pasa para todos. Tras ganar los 200m, en los que se impuso por buena ventaja, se mostró enfadado por no poder bajar su récord de 19s19/100. Sintió que no podía volar en los últimos 50m (¡menos mal, si no, gana por 10m) y dijo que «se estaba poniendo viejo». En rigor, después de Berlín 2009, Bolt no estuvo ni cerca de superar sus marcas. Y en los Juegos Olímpicos, salvo los 100m de Londres (9s63/100), de Pekín a Río sus tiempos fueron decreciendo. Aún así, en Mundiales y Olímpicos, desde Pekín 2008, sobre 21 carreras, sólo le ganó.una falsa partida en los 100m de Daegú 2011. El resto fueron 20 oros. ¡Demoledor!

Listo para celebrar los 30, este domingo, la música vuelve a invadir la zona de Engenhao para el glorioso baile final. Se va bajo el grito de «Usain Bolt, Usain Bolt». No habrá otro igual. Ocho años inolvidables le valieron la inmortalidad. (La Nación).

 

 

 

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