La historia detrás del oro de los Leones: todo arrancó con una medalla de bronce prohibida

Antes del comienzo del torneo olímpico, la promesa íntima del equipo argentino fue no conformarse con llegar al podio.

En el mismo día de la fiesta inaugural de estos Juegos Olímpicos, el viernes 5 de agosto, terminó de señalarse el camino dorado de los Leones. Durante la tarde, mientras los atletas de todas las delegaciones marchaban de punta en blanco hacia el Maracaná con sus trajes y vestidos,los leones organizaron una reunión en un sector desolado de la Villa Olímpica.

Sabían que se perderían la ceremonia porque al otro día se medían frente a Holanda desde las 10, en el debut del torneo olímpico. Pero no les importaba quedar al margen de la pirotecnia de los cinco anillos: entendían que ese cónclave tan íntimo entre 19 jugadores provocaría la chispa definitiva. Veían pasar muy de cerca al más grande en el olimpismo, Michael Pelphs, al golfista Rickie Fowler, a los basquetbolistas de la NBA y a muchas estrellas de los Estados Unidos, pero ellos seguían mirándose a las caras para cimentar el proyecto en tierra brasileña.

Entre todas, hubo una intervención, una frase muy particular. Manuel Brunet dijo que si le daban un papel con la medalla de bronce asegurada, él no la firmaría. Enseguida, todos suscribieron la idea para ratificar un rotundo no al conformismo, más allá de que este seleccionado jamás se había subido a un podio en la historia.

Por si había alguna duda, la búsqueda siempre fue la medalla dorada, aunque no podían mencionar ese sueño a viva voz para no quedar públicamente descolocados: «Obviamente no lo íbamos a decir porque la mayoría íba a decir que éramos unos tontos y que nunca habíamos ganado nada», revela Facundo Callioni.

Muchos se conocen entre sí de adolescentes, e incluso de más chicos. Banco Provincia formó bajo los mismos colores rojo y blanco a Juan Manuel Vivaldi, Lucas Rossi, Lucas Vila, Juan Martín López e Ignacio Ortiz; San Fernando y sus tonalidades verdes, azules y blancas a Juani Gilardi, los hermanos Lucas y Matías Rey y Pedro e Isidoro Ibarra; son los dos clubes que acaparan más jugadores de este seleccionado, que pronto se reciclará con nuevos valores debido a su alto promedio de edad (28).

Como todo grupo de atletas, cada uno con sus características y señas particulares: a Tomás Santiago, el arquero surgido de Córdoba Athletic, se lo ha «acusado» de comerse cinco manzanas todos los días y tener siempre una en el bolsillo por si acaso. Callioni hace de padre en una habitación integrada por seis de los más chicos del plantel: Peillat, Menini, Isidoro Ibarra, Massó, Santiago y Saladino.

«Tengo que andar diciéndoles que junten las cosas porque son muy desordenados», bromea Callioni, el picante delantero formado en Ciudad de Buenos Aires. Tanto él como Juan Martín López son los más bromistas, en contraste con Juan Manuel Vivaldi, el arquero amante de las sobremesas y que, con su oratoria entrenada en sus programas de radio, es de transmitir experiencias de este seleccionado golpeado en el pasado. El último cimbronazo negativo fue haber quedado fuera de Pekín 2008 con varios de los integrantes actuales. Pero alguna vez la suerte debía cambiar. ¿Suerte? No sería el mejor término para describir a un equipo que se aplicó a fondo durante años y que, con talento, esfuerzo y solidaridad, alcanzó lo más glorioso: el oro olímpico.

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