La historia de superación de la arquera de la selección de handball

Valentina Kogan tiene 36 años, es diabética desde los 10 y decidió ser vegetariana a los 15. Con un panorama que parecía adverso desde lo físico, llegó al arco del equipo de handball que disputa los Juegos de Río. Y en octubre será mamá de mellizos con su pareja, Carolina.

Ella misma se toma a risa todas las características que la llevan a ser «una diferente». «Las chicas de la selección me cargan, porque me dicen: sos vegetariana, sos diabética, sos lesbiana, sos judía, sos mujer», contó risueña Valentina Kogan en una entrevista antes de viajar a los Juegos Olímpicos de Río 2016.

Es que mucho antes de conocer que había llegado a este mundo para amar de una manera distinta a la que dictan los «mandatos sociales» -por suerte cada vez más desobedecidos-, a Valentina le diagnosticaron diabetes tipo 1, cuando tenía sólo 10 años.

Seguramente a esa edad, ella también desconocía que iba a llegar a lo más alto que un deportista amateur puede aspirar: jugar un Juego Olímpico.

Valentina es licenciada en Recursos Internacionales, se levanta cada mañana, entrena de 8 a 10.30 y luego se va a la oficina, donde cumple su labor hasta bien entrada la tarde.

Si bien su rutina cotidiana no parece muy diferente a la de cualquier mortal que enfrenta su día a día, la historia de Valentina tiene algunos condimentos que la llevan a ser «una privilegiada».

A sus 36 años cumplió el sueño de todo deportista: clasificó junto a la selección argentina femenina de handball -en la que se desempeña como arquera- a lo que es la primera competencia olímpica de la disciplina en la historia.

Así, tras los Juegos Panamericanos de Toronto del año pasado, La Garra (así se conoce al equipo) consiguió el ansiado pasaje a Río de Janeiro 2016.

Pero ella sabía que su deporte amado no tiene en la Argentina el reconocimiento que sí logró en otros países donde se practica de manera profesional. Es por eso que decidió «tener una profesión al margen del handball», con la que combina el duro entrenamiento que todo deportista de alto rendimiento debe practicar.

Y todo esto, con la «condición» física de ser diabética insulinodependiente desde los diez años que, si bien nunca la limitó, le costó integrar a su rutina de manera natural. Durante los primeros años, el temor a ser discriminada la llevaba a ocultar su enfermedad.

«La diabetes no es un impedimento para absolutamente nada. Sí, creo que es clave naturalizar la condición de diabético, incorporarlo, hacer que fluya con el día a día y perderle el miedo -contó Valentina-. Por supuesto que hay particularidades y cosas a tener en cuenta. Yo estoy todo el tiempo pendiente de mi glucemia. El estrés, los nervios y la adrenalina juegan un papel importante. Hay momentos que los controlo mejor y otros en que tengo que pedirle al entrenador ‘bancame que me bajó el azúcar’ y tengo que tomar algo: una gaseosa, lo que fuera. Pero hay que aceptarlo con normalidad, no pelearte con eso y dejarlo que fluya».

Fue su progresiva madurez y su consolidación como deportista los que provocaron un giro en su pensamiento y un día decidió que era tiempo de sincerarse para que la aceptaran tal cual es.

La joven, además, a los 15 años eligió ser vegetariana, decisión que tampoco le fue fácil de integrar con su salud y su vida deportiva. En los comienzos sus entrenadores se oponían a que dejara de comer carne. «Ahora en el equipo hay tres vegetarianas y una vegana», resaltó Valentina.

Como si su historia tuviera poco de valentía y convicciones claras, Valentina se retirará del handball tras los Juegos de Río, ya que en octubre se convertirá en mamá, fruto de su relación con Carolina, con quien se casó en octubre de 2013 gracias a la ley de matrimonio igualitario.

Carolina está esperando mellizos (Emilia y Lorenzo) producto de un tratamiento de fertilización asistida que tampoco resultó sencillo de concretar. El embarazo se logró en el tercer intento y eso llevó a que 2016 se convirtiera, casi sin querer, en un año bisagra en la vida de Valentina.

Habían empezado los estudios en 2014, pero el ansiado «positivo» demoró dos años en aparecer. Y fue ahí que Valentina supo que iba a cumplir sus dos grandes sueños en apenas unos meses.

Así es que, a poco de dos meses de finalizada la gran competencia olímpica, la joven se convertirá en mamá por partida doble y cerraría un año de grandes sueños hechos realidad.

Y fue la emoción que significó semejante noticia lo que llevó a Valentina a terminar de «rumiar» una decisión que ya tenía casi tomada: «Lo tengo decidido, después de Río me retiro de la selección. Voy a seguir jugando en el club (Club Municipal de Vicente López –VILO-) hasta fin de año y después evaluaré cómo sigo».

Así, los Juegos Olímpicos marcarán el fin de su carrera deportiva en la selección argentina, pero serán la puerta de entrada a lamaternidad, sin dudas un «puesto» en el que la arquera sabrá lucirse tal como lo hace en las canchas.

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