La deportista olímpica que se crió en una comunidad wichi

«Otetsel ta n’am talakis», reza un tatuaje que Emilce «Mimí» Sosa grabó en su antebrazo izquierdo. En lengua wichi quiere decir «Mis raíces, mi historia», una huella imborrable en su cuerpo que homenajea sus orígenes, su niñez vivida en el Lote 1, en una comunidad aborigen del interior de Formosa.

Hoy Emilce es una deportista de élite, una de las integrantes de Las Panteras, el equipo de vóley femenino que lleva muy en alto la bandera argentina en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Ayer, pese a que cayeron frente a la selección brasileña -bicampeona olímpica- en su segunda presentación por la fase de grupos, «Mimí» tuvo una actuación destacada.
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La carrera deportiva está llena de dificultades, como la vida misma. Pero la historia de Sosa muestra cómo se puede llegar a lo más alto, aún atravesando todos los escollos que tienen en Argentina los deportistas federados y mucho más cuando se proviene de una región de la Argentina y de una comunidad, mayormente olvidada por quienes ostentan el poder político y económico.

Si bien «Mimí» no nació en la comunidad, sino en Ibarreta, otra localidad formoseña; a los ocho años toda la familia se mudó al Lote 1, donde su madre era maestra rural. “Lo único que quería era estar con mi mamá, sólo la veía en julio o en diciembre y eso era muy duro. Así que cuando tenía 8 años fui con mis hermanos a visitarla, y no volví más. Mi papá (también maestro) pidió el traslado, y finalmente todos nos fuimos para allá”, contó en declaraciones a El Comercial de Formosa.
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Sus recuerdos son el de una infancia feliz y así decidió plasmarlo en un blog de su autoría, en el que escribe apostillas de su vida, de sus incios en el deporte y cómo fue el paso por la comunidad wichi. «Quiero compartirlo para que conozcan un poco más de mi vida, esto es una parte muy importante de mí porque ahi crecí, ahí aprendi a vivir», escribió.

Sus primeros pasos en el deporte no fueron en el vóley, sino en el fútbol. A los 16 años y ya con marcada habilidad, le ofrecieron probarse en Belgrano de Córdoba. Fue seleccionada y hacía allí partió con todos sus sueños a cuestas. Pero el estar lejos de casa pudo más y a pedido de su familia, «Mimí» regresó a su provincia para jugar al vóley en un club más cercano.

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Así fueron sus comienzos en un deporte que la llevaría desde un club de su Formosa local a Boca Juniors, más tarde a Europa -donde jugó en un equipo de Rumania- y actualmente a formar parte de la liga brasileña, una de las más competitivas del mundo.

Con 28 años, «Mimí» está jugando su primer juego Olímpico. Pero también es el primero para la selección argentina de vóley femenino, que logró clasificarse en enero de 2016, tras 52 años de historia.

Tras caer contra Rusia en el debut y ayer contra Brasil, ahora Las Panteras deberán enfrentar el 10 de agosto a Corea, el 12 a Camerún y el 14 a Japón. El sueño olímpico sigue vigente y las chicas buscarán la revancha.

Seguramente en pocos meses, «Mimí» regresará a su provincia para visitar al club Huracán de Ibarreta, donde es madrina del equipo infantil de vóley y al Lote 1, donde muchas años volvió junto a su familia para pasar las fiestas o para ayudar como podía a su población, como cuando se recibió de profesional gastronómica y viajó para cocinar pan dulces navideños. «Es una forma de agradecimiento por todo lo que me dieron en mi infancia», escribió en su blog.

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