De héroe a villano: Orion y una noche de pesadilla

El arquero de Boca venía de ser figura ante Nacional y anoche tuvo un grosero error (el 1-3) que sepultó cualquier reacción de su equipo.

Entre todos los errores groseros de Boca en su estruendosa eliminación copera en la mismísima Bombonera, el de Agustín Orion pudo más que cualquier otro. Por encima de la pasividad de los defensores en los dos primeros goles ecuatorianos (el primero, tras un córner; y el segundo, luego de un saque de arco cabeceado por dos rivales) y por delante del pésimo penal pateado por Lodeiro, en el escalón más alto de ese podio que nadie quiere ocupar se paró el arquero con su blooper que significó el tercero de Independiente del Valle, el mazazo que terminó de enterrar a Boca.

Hay un karma en la Libertadores que persigue a Orion. Cuando atajaba en San Lorenzo, en la Libertadores 2008, quiso hacer jueguito dentro del área, Bieler se la quitó y Liga de Quito empató. Ese gol en el Gasómetro marcó la serie, por más que faltaba la revancha. Y San Lorenzo, en la altura, terminó eliminado por aquel equipo de Bauza.

Esta vez, acababa Boca de recibir el impacto del segundo gol. Tras un pelotazo largo, Orion salió del área a cortar con el pie, ítem en el que no suele mostrarse dúctil. Tenía a dos compañeros a los costados y eligió la opción menos lógica: quiso pasarla hacia el medio en lugar de hacerlo hacia el lateral. Encima, de zurda. La cesión fue imperfecta y Julio Angulo, quien presionaba, la robó y corrió en soledad al 3-1.

Orion había sido clave en la fase anterior, en los penales ante Nacional, con una actuación majestuosa, típica de líder. Pero ahora, en semis, dibujó otro blooper inolvidable.

Tendrá que seguir buscando la Libertadores, que por historia le viene resultando esquiva. No la pudo ganar ni con San Lorenzo (la jugó dos veces) ni con Estudiantes (acumuló dos ediciones) ni con Boca. Ya la había disputado bajo el mando de Julio Falcioni, Carlos Bianchi y Rodolfo Arruabarrena. Ahora le tocó con la dirección técnica de Barros Schelotto. Este último golpe seguro que no lo olvidará.

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