El dramático caso de la mujer que no se reconoce cuando mira al espejo

Sufre prosopagnosia, una condición conocida como «ceguera de rostros». Cómo es la vida cuando se lucha por reconocer a la propia familia y amigos. Su testimonio.

«Tenía 19 años cuando me encontré con un chico en una fiesta y le pregunté si conocía a un ex con el que había cortado hacía un par de meses.

La camisa de colores chillones y el olor a la colonia ´One´ de Calvin Klein debieron haber sido suficientes para advertirme con quién estaba hablando. Pero por alguna razón, me hicieron pensar que este extraño era un amigo de mi ex, que tal vez había tomado prestadas su camisa y su colonia.

Desafortunadamente, en esta como en muchas otras ocasiones, la deducción que acompaña la mayoría de mis interacciones sociales me había fallado: ese chico era mi ex».

De esa manera ejemplificó Evie Prichard una de las tantas complicaciones que viene afrontando en su vida debido a que sufre prosopagnosia, una condición neurológica en la que la parte del cerebro que reconoce rostros no se desarrolla.

«Solo se había cortado el pelo y afeitado la barba. Y como yo estaba en tacones, nuestra diferencia de altura también había desaparecido», añadió la británica de 24 años.

En un dramático testimonio a BBC Mundo Prichard contó que «mi ceguera de rostros hace que tenga que confiar en pistas como el corte de pelo y la altura para identificar a la gente» y que «sin estos detalles quedo completamente a la deriva»

«Para mí, un rostro es como un sueño. Es increíblemente vívido en el momento, pero se desvanece segundos después de que miro a otra parte, hasta que solo quedan rasgos desarticulados y un vago recuerdo de cómo me hacía sentir», detalló Evie.

Sin embargo, la joven parece no desanimarse tanto. «Vivir con un cerebro que carece de esta función vital puede ser muy debilitante, pero la mayor parte del tiempo es solo incómodo y vergonzoso», sostuvo.

Una extraña en el espejo

«Hubo un tiempo en el que ni siquiera reconocía mi propio reflejo cuando, por ejemplo, lo veía por la calle, en el espejo de un bar», relató la mujer, quien añadió: «Se me cruzaban muchos pensamientos maliciosos sobre la cara sudorosa que veía antes de que me diera cuenta a quién pertenecía».

Aunque se pensaba que la causa del trastorno era un daño cerebral (prosopagnosia adquirida), ahora se ha identificado un vínculo genético (prosopagnosia de desarrollo).

La prosopagnosia adquirida es muy rara, pero una de cada 50 personas puede tener prosopagnosia de desarrollo. No hay tratamiento específico, pero se están desarrollando programas de entrenamiento para ayudar a mejorar el reconocimiento facial.

«Mi prosopagnosia es severa, pero en circunstancias normales puedo reconocer a amigos cercanos y tengo un 50% de posibilidades de hacerlo después de que se hayan cortado el pelo o hayan cambiado de lentes», dijo Prichard. Su madre, su abuela y su bisabuelo también sufrieron el mal.

Complicaciones de la vida cotidiana para Evie

– «Una vez, mi mamá se había planchado su cabello rizado y pasé de largo al lado de ella en la calle».

– «Todavía recuerdo cómo iba llorando por los pasillos en mi primer día de escuela secundaria: había ido al baño y no sabía a qué clase regresar porque no reconocía al profesor ni a los alumnos».

– «Un hombre una vez me acusó, a mis espaldas, de inventarme esa condición para coquetear con él».

– «Una vez, me estaban filmando para un documental y dos chicas a las que había conocido bien en la secundaria llevaban casi 20 minutos cerca a mí en un bar casi vacío, sin que yo me diera cuenta de que las conocía de antes».

– «En el festival de música de Glastonbury estaba acampando con amigos y un gran número de amigos de ellos a los que nunca había visto antes. Durante todo el evento, venía gente a unirse a nosotros mientras bailábamos y no tenía ni idea si eran las mismas personas que habían pasado los días previos tomando y conversando conmigo. Fue incluso peor cuando mi hermana y yo nos colamos en el área VIP una tarde. Aparentemente había todo tipo de celebridades alrededor, pero yo no tenía ni idea de quiénes eran».

– «En la universidad, en un pueblo relativamente pequeño, fingía reconocer a decenas de personas todos los días, a la vez que ofendía a mis conocidos con la misma frecuencia».

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