Lionel Messi cambió de opinión y ya tiene decidido regresar a la selección

«Va a volver», dijo un ex compañero que compartió con él tres Mundiales y que lo ve en Rusia 2018; sí, se tomará una pausa y no jugará los partidos de septiembre ante Uruguay y Venezuela por las eliminatorias.

 

 

«Va a volver, y ya tiene Rusia 2018 como obsesión». La frase es de un ex compañero de Messi que compartió con él tres Mundiales -Alemania 2006, Sudáfrica 2010 y Brasil 2014- y que habló con la estrella del Barcelona después de la amarga final del domingo en East Rutherford.

 

La marea de apoyo no le fue indiferente a Messi. «Lo conmovieron», certificó un integrante del cuerpo técnico de los seleccionados juveniles de José Pekerman , un hombre que conoce a Messi desde sus 18 años y que habló con él una vez superada la Copa América Centenario. Un hombre que sabe que en torno a Messi sobrevolaron las posibilidades de renunciar tras la Copa América 2011, la de 2015 y el Mundial 2014. Rumores, nunca hubo nada concreto. La selección era demasiado importante para el «10».

 

¿Cuándo vuelve?

 

 

Si es así, ¿por qué renunció esta vez Messi? ¿No era consciente de lo que implicaba para el país? Pocas dudas caben de que ni Messi ni nadie imaginaban la reacción masiva desatada a partir de ese anuncio que sacudió los televisores a la 1:31 de la madrugada del lunes, cuando nadie esperaba ya más ingredientes a una historia lo suficientemente dura de por sí. El anuncio messiánico respondió a un cóctel de bronca y frustración. Se sintió culpable exclusivo de otra derrota. Autor intelectual de otra caída. Fallar el penal lo nubló, lo corrió del eje. No se lo perdonó y eligió castigarse en público. «¿Soy el problema? Lo desactivo: me voy», es la forma en que un integrante del actual plantel, muy cercano a Messi, sintetizó lo que pensó el capitán del seleccionado en las catacumbas del estadio a las puertas de Mahattan. Otros integrantes de su círculo íntimo en el equipo saben ya que volverá, al igual que el cuerpo técnico. Eso sí: no lo esperen el 1 de septiembre ante Uruguay en Mendoza por las eliminatorias, tampoco el 6 de ese mes en la visita a Venezuela.

 

Hay fechas en octubre, con visita a Perú y localía ante Paraguay, y un interesante desafío en el viaje a Brasil en noviembre y la visita de Colombia a la Argentina.

 

Falta mucho, Messi está de vacaciones con su familia en las Bahamas y no tiene sentido reclamar precisiones en las fechas. Sólo es cuestión de esperar, pero conociendo el final de la pelicula: volverá.

 

«En el vestuario nadie sabía que iba a renunciar»

 

«No tengo dudas de que va a jugar el Mundial. Le tengo mucha fe. Hay que dejarlo tranquilo. Confío en su silencio. El ama la selección. Da todo por su país». La frase es en on y se conoció esta semana, es de Marcelo D’Andrea, Dady, kinesiólogo, amigo y guardaespaldas de Messi. Fue de hecho Dady el que más cerca estuvo en los instantes inmediatamente posteriores a que fallara el penal. «Cuando lo fui a buscar en la cancha no había consuelo, la cara que tenía me desgarraba», recordó en el programa Al Ataque, de FM Pop, del cual es columnista.

 

«Fue el golpe más duro que recibió Messi con la selección. No tengo dudas», insistió. «La mirada que tuvieron los padres de Leo y Messi fue de dolor. Fue una mirada distinta a todas las que vi en mi vida. A mí me mató. Le dije: ‘Vamos, ya está’. Me miró y se fue. Esas cosas te las llevás de por vida. Ojalá que esté tranquilo. Ver esa cara de mamá y papá a Leo a mí me rompió el alma», sostuvo.

 

Que lo sucedido fue un disparador para que Messi saliera con la declaración más drástica que haya dado en su vida es ya innegable. Basta con escuchar a D’Andrea: «Nadie sabía nada de la renuncia de Messi. No dijo nada en el vestuario. Nos enteramos por la entrevista».

 

 

Hasta que el regreso se concrete, Messi y los argentinos podrán quizás revisar todo lo que se dijo en los últimos días. Una de las voces más potentes y reiteradas fue la de Diego Maradona , que tras la renuncia hizo su personal inmersión en la mente messiánica: «Me voy de vacaciones, no me hinchen más las pelotas, y cuando me llamen lo voy a pensar».

 

Eso es lo que Maradona cree que piensa Messi. Pero eso no es lo único que dice el hombre que le dijo a Pelé que el actual capitán de la selección «no tiene personalidad de líder» y que antes de la final le comentó jocosamente a Víctor Hugo Morales que sin trofeo era mejor que la selección no regresara al país.

 

 

Maradona, como gran parte de los argentinos, analiza a la selección actual con la vara del ’86 y aledaños. «El Napoli, desde que me fui yo, no pudo ganar nada. Y nosotros estamos trabados, trabados en las finales», recordó. «Hay que pasar este vendaval de derrotas. Algo habremos hecho mal», añadió el hombre al que resulta vano pedirle coherencia discursiva: sería una maldad incluso mayor que pretender que Messi no falle nunca un penal. Muchos argentinos, en cambio, siguen siendo coherentes en su maradonismo a ultranza.

 

«Leo, hacete una de Maradona en las tres finales. ¡Hacete una de Maradona, no te pido una de Messi!», clamó por radio Alejandro Fantino. En ese pedido se reconoce la argentinidad que tiene grabado a fuego lo maradoniano como estandarte y posibilidad única a la hora de vestir la albiceleste.

 

Los próximos partidos de la selección son ante Uruguay y Venezuela por eliminatorias en septiembre. Allí, se tomará una pausa. Las siguientes fechas podrán marcar su vuelta.

Sobre el tema ironizó Pablo Marchetti, ex director de la revista Barcelona, al decir que «Messi no es argentino (…) y eso es saludable». Y profundizó Ernesto Seman en Anfibia: «La selección pierde y Messi queda sepultado bajo el clamor ‘Messi Puto’. Pero si un día Messi anuncia que tiene novio y al día siguiente gambetea a seis y lleva una copa del mundo a Buenos Aires, va a ver millones en Ezeiza esperándolo con la bandera del arco iris».

 

Messi es un caso único, no existe figura de su calibre en la historia del deporte que haya sido tan relativizada, subestimada, despreciada y hasta maltratada como él en la Argentina. A mediados de la década pasada los máximos responsables del Barcelona no podían creer el desafecto argentino y, más tarde, la errática dirección de Maradona como técnico: «Por el amor de dios, ¿alguien puede hablar con él?».

 

Eran los años en que Messi volvía destruido de la Argentina en las 12 horas de vuelo trasatlántico. Ese Messi que de adolescente le dijo «no» a Amador Bernabeu, el abuelo de Gerard Piqué, cuando éste le ofreció jugar con la camiseta de España, ese Messi que antes de cumplir los 20 se encontró con un freno a su argentinidad por parte de Josep Guardiola: no podía seguir con las eternas madrugadas para ver los partidos del campeonato argentino -España estaba en aquellos años entre cuatro y cinco horas por delante de la Argentina-, debía dejar ese combo tan propio de la milanesa napolitana, la Coca-Cola y el helado.

 

 

Y bien que hizo Guardiola, pero lo importante es lo que aquello reflejaba: Messi, a la distancia, siempre ansió la Argentina. Siempre. Pero lo que quizás no sabía es que la argentinidad es muy exigente: debe funcionar con cánones estético-expresivos muy específicos, casi siempre con sustrato maradoniano. Y Messi no es eso, es otra cosa.

 

Lo que no quiere decir que le pese ser figura, que lo aplaste que se lo vea como el que debe definir los partidos. Nada de eso: le encanta, es lo que hizo toda la vida, salvar a sus equipos con actuaciones de otro planeta. No haberlo logrado ante Chile fue para él un puñal en el alma, como bien interpretó Jorge Burruchaga.

 

«Es propio de nuestra cultura. Tenemos grandísimos ejemplos de representantes. Tenemos un Papa argentino. Tenemos los dos mejores jugadores de los últimos 50 años. Puedo entender la reacción de calentura y su deseo de lograr algo con la selección y que se le escapa. Pero no comparto. Cuando uno reacciona en caliente nunca es bueno. Lo que el tiene que hacer es descansar y no escuchar a nadie. Tiene que reflexionar, tranquilizarse y estar con su familia. Lo está sufriendo como mejor jugador de futbol que es. No tengo dudas de que él va a reflexionar. El no necesita que el país le pida que siga. Estoy convencido que fue un acto de calentura. Tiene 29 años. Dos Mundiales por jugar. Como mejor jugador del mundo y corriendo detrás de este objetivo no tengo dudas de que lo va a lograr. Tiene que seguir jugando con la selección».

 

Messi coincide: volverá. Lo dicen todos aquellos que en diversas funciones lo tratan desde hace años en la selección: «No puede vivir sin ella… Cuando la vea jugar un par de veces por TV se va a desesperar… Y a la próxima, se viene». (Fuente: La Nación)

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