Primero fueron osos hormigueros, pero también pecaríes de collar y aves como los guacamayos rojos. Las estrellas hasta ahora fueron - y probablemente sigan siendo - los yaguaretés Tobuna y Nahuel, la primera de dos parejas que se prevé instalar en la reserva de San Alonso, en el corazón de los Esteros del Iberá a través del proyecto de reintroducción de especies impulsado por Conservation Land Trust. También se rescataron, cuidaron y pusieron luego en libertad en ese ámbito silvestre a ejemplares de aguará guazú y venados de las pampas.
Pero, desde hace dos días, dos nuevos futuros habitantes del Iberá llegaron a Corrientes.
Se trata de Francisco y Nato, dos tapires que fueron donados desde una reserva en Salta y que arribaron al centro de la estación biológica en San Cayetano para ser mantenidos en cuarentena antes de su reinserción.
“La idea es traer este año unas tres parejas. Desde la misma estación de fauna autóctona de Salta vendrán otras dos hembras y un macho más. Mientras estamos viendo de dónde traer un tercer macho. Se evalúan como posibilidades a ejemplares de Misiones y de Tucumán”, precisó al diario Época el biólogo a cargo del proyecto, Sebastián Di Martino.
De todos modos, desde CLT explicaron que la llegada de las próximas parejas está todavía distante, ya que “por el tamaño que tienen los tapires, sólo cabe de una pareja por vez en la estación biológica donde pasan la cuarentena”. Así es que por ahora es el turno de Francisco y Nato de ser atendidos, estudiados y adaptarse antes de partir a los esteros.
Vale recordar que el mismo proceso de cuarentena pasan todos los animales que llegan a la provincia con el objetivo de regresar a la vida silvestre. Se estudian sus condiciones de salud y además se garantiza que ningún ejemplar transporte a la naturaleza alguna enfermedad proveniente de otra región geográfica.
El proyecto de reinserción de los tapires surgió hace relativamente poco tiempo en el marco de la CLT, desde donde notaron la extinción de la especie, uno de los mamíferos más grandes de esta parte del mundo.
Una de las particularidades de esta reintroducción - y que también entusiasma a quienes integran el equipo de profesionales de CLT - es que los tapires comparten con los yaguaretés el mismo tiempo de extinción.
“El último ejemplar del que se supo su existencia fue cazado en el año 1975, en zona de islas cerca de Ituzaingó”, precisó a época Marisi López, la responsable de relaciones públicas de la fundación de Douglas Tompkins.
Al igual que los felinos del Iberá, tampoco los tapires pisaban suelo correntino desde hace 60 años. Otra característica que vuelve especiales a estos animales es que forman una familia única.
Tapirus es un género de mamíferos perisodáctilos de la familia Tapiridae, conocidos vulgarmente como tapires. Es el único género actual de la familia, la cual incluye otros nueve géneros extintos. Pertenece al mismo orden que los caballos, con los que están lejanamente emparentados, y los rinocerontes, que son sus parientes vivos más cercanos.
Son animales de tamaño mediano, con una longitud que varía desde los 1,8 hasta los 2,5 metros, con una cola de 5 a 10 centímetros y una altura en la cruz de hasta un metro.
Tienen además un peso promedio 220 a 300 kilos. Sin embargo, la principal característica del tapir es su alargado hocico, como una pequeña trompa, que usa principalmente para arrancar las hojas, hierbas y raíces que constituyen su alimento. Esta trompa resulta especialmente útil para recolectar plantas acuáticas en los pantanos donde suele pasar buena parte del día. También le sirve para tomar agua y, cuando son machos, para enfrentarse a sus rivales en la época de apareamiento.
En algunos lugares recibe nombres como mboreví (vocablo guaraní), anta, danta, pinchaque y macho de monte.
Ahora llegaron los primeros, en grandes jaulas, y se espera que antes de fin de año ya vuelvan a ser parte de la fauna habitual de la zona de reserva en los esteros.