Argentina goleó a Bolivia y en cuartos va contra Venezuela

El equipo de Martino se impuso 3 a 0 con goles de Lamela, Lavezzi y Cuesta, y terminó en el primer lugar del Grupo D de la Copa América; Messi entró en el segundo tiempo y no pudo convertir.

 

Una suerte de práctica para la mirada de los futboleros. Una primera mitad con el pie en el acelerador, una segunda parte con cierta dejadez. Un laboratorio eficaz, en el que algunas piezas de recambio, como Lavezzi, principalmente, quedaron del lado aprobado del mostrador. Un relajo en los 45 minutos finales, con el ingreso de Messi y, sobre todo, la esperada vuelta de Biglia, recuperado de un desgarro. La Argentina, con la cabeza en el futuro, goleó sin despeinarse a Bolivia en un vertiginoso primer capítulo. Ni Leo se encendió demasiado, en una noche que ofició de entrada para el plato principal que será contra Venezuela, el sábado próximo, desde las 20, en Boston.

 

La intuición, a veces, tiene su recompensa. Bolivia no iba a ser -y no fue, lógicamente-, una prueba de fuego, un examen de categoría para la Argentina. Fue, entonces, una suerte de laboratorio, una evaluación a cielo abierto para demostrar qué elementos de recambio tiene a su disposición el Tata Martino, para espiar lo que vendrá. La goleada por 3 a 0 contra Bolivia, en realidad, fue una suerte de prólogo liviano del manual rumbo al esperado título, que se posterga desde 1993.

 

La mayoría de los intérpretes que se entretuvieron anoche cumplieron con la expectativa general. No sólo rubricaron la goleada frente a una débil formación: también demostraron, cada uno con su estilo, que están preparados para la aventura de la titularidad. Como el Pocho Lavezzi. Más allá de las dudas por su versión física, exhibió velocidad, explosión y sorpresa por las dos bandas y así, se ofrece como una alternativa por la lesión de Di María. Marcó el segundo tanto y fue un peligro por los costados. Lamela también respondió: fue responsable del tiro libre de la apertura, que se desvió en Duk, y mostró pincelazos de su clase, aunque más por el sector interior, no tanto por los extremos, como pretende Martino.

 

Todos, pero todos, estuvieron a la altura, con la responsabilidad por el torneo, más allá de la liviandad del adversario. Con una excepción: el Pipita Higuaín, el extraordinario goleador de Napoli, que definitivamente no encuentra su lugar en la selección. Sufrió, es cierto, el doble 9 creado por Martino, al lado de Agüero (incómodo, también). Pero lo peor fue su obsesión por marcar un tanto, una situación que lo termina por fastidiar. Por eso, tal vez, Leo Messi entró en su lugar. Y Biglia, recuperado de un desgarro, aprovechó también la ocasión, en el espacio de Banega, un jugador indispensable, como número 5, como organizador y hasta como media punta. El conductor, sin embargo, está enamorado de las virtudes tácticas de Biglia.

 

Más allá del show de Messi (en el banco, en el campo de juego), atracción hasta cuando sólo sonríe, hubo otros rostros confiables, como Cuesta, que marcó el tercer tanto y jamás sufrió un embate, y Roncaglia, más como clásico 8 que como lateral, peligroso al atacar y discreto al defender.

 

Venezuela está un escalón por encima de Bolivia. Acaso apenas dos. No debería abrumarse la Argentina con un elenco entusiasta, solidario y prolijo, pero hace tantos años que fracasa en el intento, que no debería desconfiar ni de su propia sombra.

No lo hizo anoche, aunque en la segunda parte, casualmente con el ingreso de la Pulga, pareció bajar los brazos, más ocupado en lo que vendrá. El seleccionado, ahora sí, debe surgir en toda su dimensión. La historia se lo demanda.

 

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