Francisco convocó Jueces de todo el mundo para hablar sobre el crimen organizado

El Papa Francisco encabeza un encuentro sobre crimen organizado que se realiza este viernes y sábado en el Vaticano. Participarán una veintena de jueces y fiscales argentinos en la reunión.

Hoy a las 18:30 de Roma (13:30 de Argentina), el Pontífice dará un mensaje en la Casina Pío IV del Vaticano en medio del seminario sobre crimen organizado que organizan entre otros la Pontificia Academia de Ciencias del Vaticano y el legislador porteño de Bien Común, Gustavo Vera.

También participarán del lado argentino los jueces Julián Ercolini, Sergio Torres y María Romilda Servini de Cubría, entre otros.

Entre las tendencias Papales de las últimas décadas, el ser humano, trabajo, familia y el cuidado del medio ambiente, han sido temáticas coincidentes; el mundo hoy día requiere acciones complejas y consecuentes.

Se está llevando a cabo la Cumbre de Jueces sobre trata de personas y crimen organizado convocada por Francisco; una fuerte refrendación de lo dicho en la Laudato Si.

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En su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas del pasado año, habló de los elementos esenciales de la justicia: voluntad constante y perpetua. De un reclamo del mundo hacia los gobernantes por una voluntad efectiva, práctica y constante de pasos concretos y medidas inmediatas para preservar y mejorar el ambiente natural y vencer cuanto antes el fenómeno de la exclusión social y económico, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado.

Mons. Marcelo Sanchez Sorondo, Canciller de Pontificia Academia de las Ciencias y de las Ciencias Sociales, en los días previos a la cumbre demostró preocupación acerca de la situaciones de las instituciones de bien y el sistema internacional que no cuentan por el momento con los instrumentos jurídicos adecuados para afrontar el desafío de la indiferencia global ante las formas extremas indicadas; situación de vacío de gobernanza y de leyes internacionales que es aprovechada por el narcotráfico y las mafias para jugar globalmente con «estructuras de pecado», internacionales y nacionales, muy eficaces y así poder hacer dinero esclavizando a los más vulnerables.

Que afectan a unas 40 millones de personas que sufren de las nuevas formas de esclavitud y de la trata de personas, ya sea en las figuras de trabajo forzado, prostitución, venta de órganos o narcotráfico. Asimismo, como consecuencia de las guerras, del terrorismo y del cambio climático, hay 60 millones de desplazados y 130 millones de refugiados que son el caldo de cultivo de los traficantes.

La exhortación Sinodal  Amoris Laetitia, nos menciona “una violencia interna, una irritación no manifiesta que nos coloca a la defensiva ante los otros, como si fueran enemigos molestos que hay que evitar”; que “alimentar esa agresividad íntima no sirve para nada” ya que “sólo nos enferma y termina aislándonos”; puesto que “la indignación es sana cuando nos lleva a reaccionar ante una grave injusticia, pero es dañina cuando tiende a impregnar todas nuestras actitudes ante los otros”. Debiendo prestar atención, pues “el cuerpo del otro es con frecuencia manipulado, como una cosa que se retiene mientras brinda satisfacción y se desprecia cuando pierde atractivo”, “pasando a ser un instrumento de afirmación del propio yo y de satisfacción egoísta de los propios deseos e instintos».

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Así como: “la familia es el ámbito no sólo de la generación sino de la acogida de la vida que llega como regalo de Dios”, lugar de sostén, de educación de voluntad, de desarrollo de buenos hábitos, de acompañamiento y de guía, que “no es posible una familia sin soñar, ya que cuando en una familia se pierde la capacidad de soñar los chicos no crecen, el amor no crece, la vida se debilita y se apaga”, siendo “los ancianos quienes ayudan a percibir  la continuidad de las generaciones, con el carisma de servir de puente” y “el matrimonio un proyecto de construir juntos, con paciencia, comprensión, tolerancia, generosidad y esperanza. Esperanza que es la que lleva la fuerza de la levadura, la que hace mirar más allá de las contradicciones, de los conflictos, de las coyunturas, la que siempre hace ver más allá”.

En este tiempo, en el que reinan la ansiedad y la prisa tecnológica, una tarea importantísima de las familias es educar en la capacidad de esperar; no un “quiero y tengo” ya que es un gran engaño y que no  favorece la libertad.

La persona humana tiene una innata y estructural dimensión social, siendo la familia el sujeto protagonista de una ecología integral y figura esencial ante los temas a tratar por esta cumbre.

El Papa Benedicto XVI, antes de llegar al pontificado, escribió que la persona “alcanza el sentido más profundo de sí misma, no a través de lo que hace, sino a través de lo que acepta”. De allí el protagonismo necesario de cada ciudadano pues el futuro de la humanidad  está  fundamentalmente en sus manos.

El calentamiento global es una de las causas de la pobreza y la migración forzada que son caldo de cultivo para el tráfico de personas, el trabajo forzado, la prostitución y el tráfico de órganos. La ONU estima para el 2050 una migración por cambio climatico de 350 millones de personas y de acuerdo a informes de la Dra. Pati, miembro del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, para el 2100 el nivel del mar en playas del Atlántico de América del Norte subirá un par de decenas de metros. El Papa Francisco ya alerto sobre la futura desaparición de un país.

No podemos dejar que las fuerzas invisibles del mercado regulen la economía, dejando inevitables sus impactos sobre la sociedad y sobre la naturaleza.

El mundo aguarda  que nadie más posea al otro como “cosa propia” y que los jueces, además de condenar a los responsables, pongan más atención en las necesidades de las víctimas y la prevención.

Un mundo con buenas decisiones empresariales, como indico el Cardenal Peter Turkson, Presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, con decisiones  basadas en principios fundamentales, como el respeto de la dignidad humana y el servicio al bien común.

Un hermoso mundo cotidiano donde las mamás de cada Colectividad enseñen a sus hijos a orar y enviar un beso a Jesús o a su Virgen, dando gracias por la bendición de poder abrir sus ojos cada día.

Colaboración Claudia Fassa – Gabriel Alsó, Ex Alumno Salesiano

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