El afilador “le pedalea” a la crisis

Hugo “Tito” Barraza se mantiene en el oficio de afilar pero siente el impacto de la crisis. “Ya no afilan tan seguido como antes y es por lo económico”, contó.

 

 

Pleno mediodía en Posadas y en el tradicional barrio El Palomar el silencio característico de la siesta misionera, se interrumpe por un sonido que parecía perdido. El silbato del afilador o también llamado flauta, resuena invitando a salir a la vereda para afilar cualquier tipo de cuchillo, tijera, serruchos o instrumentos en general. Los niños, incluso algunos adolescentes, miran sorprendidos como un personaje que anda en bicicleta con un esmeril mecánico montado, pasea ofreciendo sus servicios. A los que peinan canas se les viene a la mente tantos recuerdos de “aquellos años dorados”, mientras que Hugo “Tito” Barraza o simplemente “El Tucumano”, se ufana de ser el único que permanece en el rubro. “Yo llevo en esto hace 59 años, lo heredé de mi abuelo”, cuenta mientas pedalea buscando el mejor filo para un cuchillo grande de cocina.

Aunque no tiene competencia, Hugo también siente el impacto económico “porque ya no afilan tan seguido como antes, y es por lo económico, no porque no necesiten afilar.

Antes mis clientes me daban todo lo que tenían para afilar para que les haga el trabajo y ahora me dan, pero me dan de a dos y me piden que pase el otro mes para seguir haciendo el trabajo”, relató.

El silbato o flauta del afilador
El silbato o flauta del afilador

La inflación también llegó a los precios del afilador porque un cuchillo grande cuesta 50 pesos para afilar, uno mediano 40 “y la foto te cobro 200 pesos”, dijo entre risas mientras finalizaba la tarea. “En un día bueno yo hacía 1200 pesos mas o menos, ahora no llego a esa cifra y si llueve, mucho menos”, confesó.

Antes de despedirse dejó su tarjeta “tengo dos números de teléfono, cualquier cosa me llamás o me mandás mensaje”, gritó “El Tucumano” mientras siguió su viaje hacia otro barrio de la ciudad sin dejar de silbar fuerte para que todos se enteren que ahí va el afilador, un oficio que no muere y que no escapa a la inflación

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