Carta dominical de Monseñor Juan Martinez Obispo de Posadas

En este cuarto domingo de pascua, rezamos especialmente por las vocaciones, porque es el domingo del buen Pastor. El texto que leemos en el Evangelio (Jn. 10,27-30), nos ayuda a comprender la importancia de rezar por las vocaciones sacerdotales y consagradas y ahondar en esta imagen de Jesús, como Buen Pastor: “Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida Eterna…” El mismo Señor eligió a los Apóstoles, entre los discípulos, para que sean sus sacerdotes y apacienten a sus ovejas. En este sentido es bueno recordar el diálogo entre Jesús y Pedro. “Simón hijo de Juan ¿me amas? Señor tú lo sabes todo, tu sabes que te quiero. Entonces Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas” (Jn. 21,17).

Hoy también seguimos necesitando que haya Jóvenes que quieran donar su vida a Dios y a sus hermanos, respondiendo al llamado que Dios les hace a la vida sacerdotal o consagrada.
El Papa Francisco nos envía una carta para este domingo resaltando la dimensión comunitaria de las vocaciones: “Cómo desearía que, a lo largo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, todos los bautizados pudieran experimentar el gozo de pertenecer a la Iglesia. Ojalá puedan redescubrir que la vocación cristiana, así como las vocaciones particulares, nacen en el seno del Pueblo de Dios y son dones de la divina misericordia. La Iglesia es la casa de la misericordia y la «tierra» donde la vocación germina, crece y da fruto… Toda vocación en la Iglesia tiene su origen en la mirada compasiva de Jesús. Conversión y vocación son como las dos caras de una sola moneda y se implican mutuamente a lo largo de la vida del discípulo misionero.
El beato Pablo VI, en su exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, describió los pasos del proceso evangelizador. Uno de ellos es la adhesión a la comunidad cristiana (cf. n. 23), esa comunidad de la cual el discípulo del Señor ha recibido el testimonio de la fe y el anuncio explícito de la misericordia del Señor. Esta incorporación comunitaria incluye toda la riqueza de la vida eclesial, especialmente los Sacramentos. La Iglesia no es sólo el lugar donde se cree, sino también verdadero objeto de nuestra fe; por eso decimos en el Credo: «Creo en la Iglesia».
La llamada de Dios se realiza por medio de la mediación comunitaria. Dios nos llama a pertenecer a la Iglesia y, después de madurar en su seno, nos concede una vocación específica. El camino vocacional se hace al lado de otros hermanos y hermanas que el Señor nos regala: es una con-vocación. El dinamismo eclesial de la vocación es un antídoto contra el veneno de la indiferencia y el individualismo. Establece esa comunión en la cual la indiferencia ha sido vencida por el amor, porque nos exige salir de nosotros mismos, poniendo nuestra vida al servicio del designio de Dios y asumiendo la situación histórica de su pueblo santo… Después del compromiso definitivo, el camino vocacional en la Iglesia no termina, continúa en la disponibilidad para el servicio, en la perseverancia y en la formación permanente. Quien ha consagrado su vida al Señor está dispuesto a servir a la Iglesia donde esta le necesite. La misión de Pablo y Bernabé es un ejemplo de esta disponibilidad eclesial. Enviados por el Espíritu Santo desde la comunidad de Antioquía a una misión (Hch 13,1-4), volvieron a la comunidad y compartieron lo que el Señor había realizado por medio de ellos (Hch 14,27). Los misioneros están acompañados y sostenidos por la comunidad cristiana, que continúa siendo para ellos un referente vital, como la patria visible que da seguridad a quienes peregrinan hacia la vida eterna”.
En este domingo rezamos por las vocaciones sacerdotales y consagradas, y pedimos a Dios rezando como Él mismo nos indicó que la mies es abundante y los operarios son pocos. Especialmente quiero agradecer por nuestro Seminario Diocesanos “Santo Cura de Ars”. En el mismo hay 27 seminaristas de las diócesis de Oberá y Posadas. Del mismo hemos ordenado 15 sacerdotes y el 1 de abril pasado ha sido ordenado un diácono en la catedral de Oberá en camino al sacerdocio. Todo esto es motivo de agradecimiento a Dios, y también nos implica en la responsabilidad que como Pueblo de Dios sigamos comprometidos con la oración por las vocaciones. Desde ya agradezco a nuestra gente el cariño y cercanía que demuestran con nuestro Seminario que es el corazón de la Diócesis, y es un signo de esperanza en la tarea evangelizadora de la Iglesia

¡Como Obispo y Pastor les envío un saludo cercano y Pascual! Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas

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