Mató a balazos a su novia y luego se suicidó de un disparo en la cabeza

El tenía 55 años, ella 25 y mantenían una relación informal en un aparente triángulo amoroso que completaba un hijo del hombre. Sucedió en Santa Fe.

«No quiero que esté muerta», repetía la mujer en una escena desgarradora, ayer al mediodía, llorando sin consuelo frente a una casa derruida en uno de los sectores más empobrecidos del barrio Las Flores sur. Su hija, Fabiana Iris Pongiani, tenía 25 años y momentos antes había recibido dos balazos mortales disparados por un hombre de 55 años que luego de asesinarla se quitó la vida disparándose un tiro en la cabeza.

La muchacha fallecida era parte de un triángulo amoroso que al parecer completaban el homicida —dueño de la vivienda donde ocurrió el trágico suceso— y un hijo de éste.

Lázaro Daniel Olguín tenía 55 años y vivía solo en una casa de material en el pasaje 513, un angosto callejón pavimentado de una cuadra situado en el cruce con Flor de Nácar al 7700. El pasaje se inicia donde finaliza Flor de Nácar y está bordeado por casillas de cinc y otras modestas viviendas sin revoque ni pintura. Toda una postal de la pobreza en una zona donde no existen desagües cloacales ni los más elementales servicios.

Fabiana tenía dos hijas pequeñas y vivía en el barrio. Olguín tenía hijos con una pareja anterior y se ganaba la vida recolectando desechos con un carro tirado por un caballo. El hombre y la chica mantenían una relación informal pero al parecer, según una fuente judicial, la joven también tenía un vínculo sentimental con el hijo de Olguín.

Por la fuerza

El cruento episodio se desató alrededor de las 8 de ayer cuando el dueño de casa fue a buscar a Fabiana al jardín de infantes al que la chica había llevado a sus hijas. «El hombre la trajo por la fuerza a su casa. Comenzaron a discutir porque quería que la chica fuera a vivir con él y después ocurrió el hecho», declaró el vocero consultado.

Lo concreto es que, alrededor de las 10 de ayer, una vecina sobresaltada por las estampidas entró a la casa de Olguín y se topó con un trágico escenario. La mujer vio al dueño de casa tendido en el comedor en medio de un charco de sangre. Un balazo disparado, al parecer por él, le había perforado la cabeza. Luego la vecina encontró a Fabiana que yacía sin vida en la cocina con dos balazos. Un tiro le había atravesado la cabeza y otro proyectil le había impactado de lleno en el abdomen.

La mujer se contactó con el 911 y un rato después llegó a la escena del hecho el fiscal de homicidios Rafael Coria acompañado por efectivos de la Policía de Investigaciones (PDI) y de Criminalística.

Apenas ingresaron a la vivienda los pesquisas encontraron un revólver calibre 38 Special, con numeración visible, a un metro del cuerpo de Olguín. También recogieron tres vainas servidas de ese calibre y tres intactas en la recámara del arma.

Tercero

Frente a la vivienda donde ocurrió el suceso, el responsable de la acusación señaló que en forma preliminar se podía establecer la siguiente mecánica del hecho: el dueño de casa le disparó a la chica y luego se suicidó. Sin embargo, el fiscal aclaró que «la autopsia va a determinar quién falleció primero» y que se le realizaría la prueba de dermotest al hombre fallecido.

Coria también dijo que se entrevistaría a vecinos y familiares «para saber si realmente es algo que pasó dentro de la vivienda con estas dos personas o si hay un tercero involucrado».

Esa otra persona que para el fiscal podría estar relacionado con el hecho es el hijo de Olguín, un adolescente. En el mediodía de ayer, agentes de la PDI requisaron su casa con la autorización de la madre con la intención de constatar si en la vivienda había un arma. Al cierre de esta edición no había trascendido el resultado del procedimiento.

También Coria dispuso que se realizara un dermotest al chico para determinar si tenía restos de pólvora en las manos. En rigor, no había sospechas concretas acerca de la vinculación del menor con el homicidio, pero el encargado de la acusación, según dijo, no quería descartar ninguna hipótesis.

Conmoción

 Alrededor de las 12.30 de ayer muchos vecinos se habían arremolinado frente a la casa de Olguín entre los patrulleros y el móvil de la policía científica. No parecían muy dispuestos a contar detalles acerca de la vida de la pareja fallecida.

Sólo una mujer que habita una casilla de la cuadra comentó que «hacía mucho tiempo que Perucho (por Olguín) vivía en el barrio. Era una buena persona, trabajaba con un carro tirado por un caballo. Es un dolor muy fuerte porque lo conocía de toda la vida. Me impactó la muerte de él, pero no la de ella».

Mientras esto ocurría, sentada en la calle, la madre de Fabiana lloraba sin cesar mientras otra mujer intentaba consolarla. A su lado, con las manos cubriéndose los ojos, el padre de la chica no balbuceaba palabra. A su lado se encontraba una hermana adolescente de Fabiana con la vista clavada en el suelo mientras un policía con una escopeta antitumultos custodiaba la vivienda de Olguín. En el interior de la casa, los efectivos de la PDI, supervisados por el fiscal Coria, realizaban las pericias de rigor.

En la calle, frente a la precaria vivienda del hombre fallecido, estaban apilados numeros objetos que el hombre había juntado en su trabajo como carrero. Tirantes de madera, una desvencijada heladera comercial, un chango en desuso de supermercado, chapas y un destartalado carrito de venta de tortas asadas eran parte de lo que Olguín había recolectado como una muestra inequívoca de la pobreza en la que vivía.

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