Habló el mochilero, amigo de las mendocinas asesinadas en Ecuador

Antonio Fica Flores es un joven chileno que compartió las últimas horas de Mariana y María José con vida. “Bailamos como hasta las cuatro de la mañana y nos despedimos con la promesa de encontrarnos en Mendoza”, reconoció compungido.

Cuidadosas, tranquilas y distintas”, ese es el recuerdo que tiene Antonio Fica Flores, el mochilero chileno que compartió los últimos días de vida de Marina Menegazzo y María José Coni en Montañita, Ecuador.

El joven descree al igual que la familia de la versión oficial de la fiscalía ecuatoriana y aclara: “Las chicas eran sumamente cuidadosas, si se fueron, lo hicieron contra su voluntad o con su juicio alterado”.

Las chicas habían regresado a la ciudad costera el 10 de febrero, después de despedir a sus compañeras de viaje, Sofía Sarmiento yAgostina Cano Porras, en Cuenca. “En realidad no nos había gustado mucho Montañita, las chicas decidieron volver porque era como estar en la Costa argentina”, advirtió Sofía, horas después de que se confirmara el hallazgo de los cuerpos.

El retorno a la ciudad en la que encontraron la muerte, según ellas le revelaron al grupo de chilenos, un objetivo económico: recuperar un poco de plata con la venta de ensalada de frutas en la playa. “Durante el viaje les dijeron que era buena la playa para ganar plata vendiendo cosas. Según nos contaron, ese fue uno de los principales motivos por los que andaban allí”, recordó Antonio.

Las chicas “pegaron onda” de inmediato con los chilenos y se “sumaron al grupo” junto otras dos chicas trasandinas. “Nos llevábamos súper bien, salíamos todas las noches juntos. Nosotros no nos quedábamos en Montañita, estábamos en una playa cerca que se llama Punta Carnero (a sólo 66 kilómetros). Así que las veíamos de noche, pero nos contaban que durante el día estaban en la playa”.

Los días de María José y Mariana arrancaban pasado el mediodía. Después de desayunar, las jóvenes compraban fruta en el mercado local y preparaban ensalada de frutas para vender en la playa. “Se despertaban tarde, porque en Montañita se sale hasta altas horas. Entre comprar las frutas y preparar la ensalada se les iba el poco día que les quedaba”, relató el chileno.

Pero el negocio funcionaba. “Siempre nos decían que les había ido súper bien trabajando con lo de las frutas”, recordó, aunque reconoció: “Las invitamos a que vinieran un día a comer un asado o pasar una noche a Punta Carnero porque sabíamos que no tenían tanta plata para el alojamiento y nos dijeron que no. Entonces, si a nosotros nos dijeron que no, ¿cómo van a decirle que sí a esos tipos?”.

Todavía en shock por la noticia, el joven se pregunta qué hubiera pasado si las mochileras aceptaban su invitación. “Nosotros éramos tres hombres y una amiga más. Era muchísimo más seguro quedarse con nosotros que con esos dos hijos de perra”, lamentó. “Nunca las vimos con ellos, ni los vimos por la ciudad. Además, ellas conocían harta de gente allá, habrían recurrido a otras personas”, sumó.

Antonio, al igual que los familiares de las víctimas, descree de la hipótesis oficial de la fiscalía de Ecuador y rechaza de modo categórico que las chicas anduvieran cortas de efectivo. “Siempre que las veíamos nos decían que habían vendido mucha ensalada de frutas, así que eso de que andaban con nada de plata no lo creo tanto. Además, tenían el pasaje comprado de Lima a Santiago y tenían plata en la tarjeta para comprarse ropa en Chile. Eso me lo contó un amigo del grupo, me dijo que las chicas le habían dicho eso”.

El chileno no recuerda que las chicas les hayan contado haber sufrido incidentes durante las noches de Montañita. “Eran súper buena onda, no tuvieron mayores problemas. Los normales: el típico chileno o argentino borracho, pero nada fuera de lo común”, recordó, y destacó: “Nos juntábamos con ellas porque justamente eran buena onda, nunca pasó nada entre nosotros”.

El asesinato de las jóvenes argentinas dejó de manifiesto el descontrol que se vive en la ciudad ecuatoriana, hoy intervenida por las autoridades por el excesivo consumo de alcohol y drogas. Sin embargo, Mariana y María José estaban, según Antonio, muy lejos de la “movida loca”.

“Eran muy cuidadosas. Habían chicas que andaban borrachas odrogadas por la ciudad, por eso me extraña que les haya pasado a ellas. Se notaba que eran más despiertas y que tenían más experiencia viajando que, por ejemplo, muchas chilenas más chicas y primerizas (en los viajes de mochila)”, aclaró.

“Nunca las noté ni drogadas, ni raras. Sí, tal vez, con un par de vasos como todos, pero ni cagando inconscientes (Sic). Si hubieran estado en cocaína o en ácidos, creo que lo hubiéramos notado. Allá se usa mucho la coca”, advirtió, y destacó: “Da bronca, porque eran muy controladas. Una ‘mina loca’ se toma unos tragos y se va a una disco a buscar weones. No baila contigo por bailar toda la noche, como la hacían ellas con nosotros”.

La extrema precaución de las chicas alimenta en el joven su malestar por la versión ecuatoriana. “No creo que se hayan ido con esos tipos por voluntad propia. Si se fueron, lo hicieron contra su voluntad o con el juicio alterado. A mí no me cuadra esa historia. Lo que más sentido me hace (Sic) es que ellos les hubieran dado algo y que se las llevaron drogadas”.

La noche comenzó con una “previa en la playa”, siguió en un boliche local y culminó cerca de las cuatro de la mañana. “Hicieron la previa con nosotros en la playa. Después fuimos a Caña Grill. Yo bailé con Marina en ese bar y mi amigo Cristian con Majo. En la calle, más tarde, bailé con las dos. Esa fue la noche que más estuvimos con ellas. Como a las cuatro de la mañana se despidieron y entraron al hostel. Nosotros nos quedamos un par de horas más”.

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