Olga Zamboni, de maestra rural a Miembro de la Academia Argentina de Letras

La partida de la querida profesora Olga Zamboni deja un vacío importante en las letras misioneras, un hueco que se sentirá, tal vez por siempre, porque la impronta que le dio Olga a la sociedad literaria de la Provincia no tiene parangón. Maestra, profesora, educadora, tallerista, escritora, artesana de las letras, su pluma fue acompañada siempre con la actitud su persona, y nunca un aspecto de ella contradijo a la otra. Pensaba, vivía y escribía en su auténtico tono, tal vez aquel que aprendió en su querida Santa Ana, entre los libros de su niñez.

Es cierto que la nuestra, la de los escritores, es una despedida teñida de tristeza y de colores tenues, pero sabemos que llegar a ser miembro de la Academia Argentina de Letras no es cosa fácil, y que una modesta maestra rural haya alcanzado este grado de representación es un orgullo para todos los misioneros.

La decisión de las autoridades municipales de hacer su despedida en el Palacio del Mate es muy rescatable, porque Olga nos deja su mensaje de vida a todos los que estamos ligados al mundo de la cultura. El de mantenerse con esa fortaleza y tolerancia tanto tiempo, a pesar de la soledad física en la que vivía por la calle Sarmiento, y últimamente a pesar de la propia enfermedad que le fue consumiendo su organismo físico, pero jamás su templanza ni su espíritu, pues su alma siempre estuvo alegre.

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Para entender la magnitud de influencia de Olga Zamboni en las letras misioneras, hay que confesar que, por ejemplo, hasta hace pocos años la dirección legal de la Sociedad Argentina de Escritores filial Misiones era su propia casa, la misma de la calle Sarmiento. La misma casa que estuvo siempre abierta para innumerables noveles que acudían a la académica con borradores para aprender las técnicas de la narración, el valor de la metáfora o el uso correcto de los pronombres en un cuento. Y sobre todo, y más que nada, para que ella supervise los nuevos escritos de quienes soñaban escribir como ella. Porque además Olga es la prologuista más profusa que conoció Misiones. Son innumerables e incontables la cantidad de obras que corrigió y en cuyos prólogos figura. Algunas que quizás nunca fueron ni serán editadas pero sin duda tienen las observaciones precisas y certeras de la profesora. Seguramente si juntamos todos los prólogos que escribió Olga Zamboni en su vida, haremos un libro con varios tomos y nos preguntaremos por qué diantres ningún Organismo oficial o privado le publicó nunca un libro como premio a su trayectoria. Es como que todos daban a entender que otro ya hubiera hecho algo que se tendría que haber hecho, y por eso mismo dejaba de hacerlo. Esto es algo que Olga solía comentar en mesa de escritores, que todas sus publicaciones fueron costeadas por ella. Sería justicia, por ejemplo, que el Gobierno de la Provincia le publicase su novela “Variaciones”, obra que obtuvo el premio Honor Sadem en 2013.

Se nos va Olga, se nos va la referente literaria número uno de la Provincia, y nosotros, ante la impotencia de la fatalidad solo nos queda sentirnos angustiados. Pero también agradecer lo que queda. Agradecer tanta dedicación, tanto buen ejemplo, tanta pluma que queda grabada en la mente y en el corazón. El legado queda. La memoria queda. Quedan esos pequeños gestos que se multiplicarán por mil, como la imagen adjunta, el homenaje que le hace la revista El Escritor de las Misiones con la Unión Cultural del Libro: “Cada escritor le otorga al mundo un nuevo modo de interpretarlo”. Y la interpretación que nos deja como herencia Olga es loable. Porque toda su vida se dedicó que otros aprendan a interpretar.

Queda el afecto que ella desparramó, con ese estilo tan personal de ser, de todo lo que supo unir y sobrevive al tiempo, a la circunstancia, al dolor pasajero. Porque de eso se trata tal vez la vida, de dejar una huella. Y esa nueva vida del escritor, que es su obra, no cabe dudas que vence a la muerte.

(Artículo escrito por Anibal Silvero, presidente de Sade filial Misiones)

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