Carta dominical del Obispo de Posadas Monseñor Juan Martínez

En el contexto de la Navidad la liturgia de este domingo nos invita a celebrar “La Sagrada Familia de Jesús, María y José”. La familia de Nazareth, la del “Emmanuel” o “Dios con nosotros”, conoció el asombro del anuncio del nacimiento virginal, la pobreza del pesebre en Belén, la persecución en la huida a Egipto, la perplejidad de María y José al encontrarlo a Jesús adolescente predicando en medio de los maestros en Jerusalén, quienes estaban “estupefactos por su inteligencia y sus respuestas”, como nos relata el texto de este domingo (Lc. 2,41-52), la cotidianidad de casi treinta años de silencio y trabajo…

En este domingo es necesario que los cristianos oremos y reflexionemos sobre el tema de la familia que nos propone la Palabra de Dios. Este tema es fundamental en la acción evangelizadora de la Iglesia y nosotros mismos en nuestra Diócesis lo hemos tomado como uno de los ejes temáticos que hemos reflexionado en nuestro Sínodo Diocesano, formando parte de nuestros desafíos pastorales que deberemos encarar en nuestra acción evangelizadora en los próximos años.

El Sínodo vivido en octubre pasado nos ayudará a revisar nuestra pastoral familiar como una clave de toda la tarea evangelizadora de la Iglesia.
En nuestro Sínodo Diocesano hemos asumido el texto de Aparecida sobre “la Buena nueva de la familia” que nos dice: “Agradecemos a Cristo que nos revela que “Dios es amor y vive en sí mismo un misterio personal de amor” y, optando por vivir en familia en medio de nosotros, la eleva a la dignidad de ‘Iglesia Doméstica’.
Bendecimos a Dios por haber creado al ser humano varón y mujer, aunque hoy se quiera confundir esta verdad: “Creó Dios a los seres humanos a su imagen; a imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó” (Gn 1, 27). Pertenece a la naturaleza humana el que el varón y la mujer busquen el uno en el otro su reciprocidad y complementariedad.
El ser amados por Dios nos llena de alegría. El amor humano encuentra su plenitud cuando participa del amor divino, del amor de Jesús que se entrega solidariamente por nosotros en su amor pleno hasta el fin (cf. Jn 13, 1; 15,9). El amor conyugal es la donación recíproca entre un varón y una mujer, los esposos: es fiel y exclusivo hasta la muerte y fecundo, abierto a la vida y a la educación de los hijos, asemejándose al amor fecundo de la Santísima Trinidad. El amor conyugal es asumido en el Sacramento del Matrimonio para significar la unión de Cristo con su Iglesia, por eso, en la gracia de Jesucristo, encuentra su purificación, alimento y plenitud (cf. Ef 5, 25-33).
En el seno de una familia, la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios. De ella recibimos la vida, la primera experiencia del amor y de la fe. El gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite y testimonia. Los padres deben tomar nueva conciencia de su gozosa e irrenunciable responsabilidad en la formación integral de sus hijos.
Dios ama nuestras familias, a pesar de tantas heridas y divisiones. La presencia invocada de Cristo a través de la oración en familia nos ayuda a superar los problemas, a sanar las heridas y abre caminos de esperanza. Muchos vacíos de hogar pueden ser atenuados por servicios que presta la comunidad eclesial, familia de familias. (DA115-119).
Finalmente este domingo, el último del año, nos invita a que pidamos a Dios por este año que vamos iniciar. Como Obispo y Pastor quiero pedir al Señor por todos nosotros, por nuestra Provincia y Patria, para que el 2016 sea un año de crecimiento en la solidaridad, justicia y paz.

¡Les deseo un Feliz Año Nuevo y un saludo cercano!                         Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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