Primeros pasos

La Argentina comenzó a transitar un nuevo tiempo con numerosos interrogantes y la certeza de que la política deberá sacar a relucir sus mejores estrategias de seducción y de equilibrio. Mauricio Macri asumió la Presidencia, pero no tiene la mayoría en el Congreso y buena parte de las provincias son gobernadas por otros colores partidarios. La Nación y las Provincias deberán ser equilibristas entre sus pretensiones y necesidades para poder dar pasos hacia delante y que no haya costos sociales elevados en las medidas de «sinceramiento» económico.
Después de recibir la lanza-bastón de Andresito, el flamante gobernador Hugo Passalacqua dio en el clavo al advertir que «no seremos nosotros quienes pongamos este bastón al servicio de trabar el carro de la República. Y esperamos también la misma consideración para que tengamos un país auténticamente federal como se vio en la vincha punzó que usó Andrés Guacurarí».
«Lealtad con lealtad se paga y gobernabilidad, con gobernabilidad se paga«, insistió Passalacqua.
El escenario es claro. Misiones acompañará y aportará siempre y cuando haya un tratamiento recíproco y no se tiren por la borda conquistas sociales de los últimos doce años, acompañadas con entusiasmo por la Renovación.
Eran otros tiempos, pero la última experiencia de Misiones ante un gobierno nacional de distinto color político fue entre 1999 y 2001 y no fue positiva.
El ajuste, los recortes a la coparticipación y funcionarios encerrados en proteger la debilidad intrínseca del gobierno radical después de la salida de Chacho Álvarez, frustraron cualquier posibilidad de diálogo fecundo. Fueron malos tiempos para las provincias en general.
Macri inició un proceso de diálogo con los candidatos rivales y con los gobernadores, con quienes mantuvo un primer encuentro en la Residencia de Olivos ayer al mediodía, donde estuvo presente Passalacqua, el primero en arribar al almuerzo.
Poco se habló en detalle en el primer acercamiento, que fue más de presentación que de profundización.

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Se esperanzan los nuevos funcionarios del gabinete nacional en que haya acuerdo para una reforma de la ley de Coparticipación, un viejo anhelo nunca concretado desde la reforma constitucional de 1994.
Es una tarea que requerirá los mayores esfuerzos y una enorme capacidad de negociación para que ninguna provincia salga perjudicada.
Con el sistema actual, está claro que ninguna provincia cederá recursos en beneficio de otra menos favorecida. La única salida viable es aumentar la masa de recursos coparticipables o crear fondos específicos que se distribuyan teniendo en cuenta criterios como la cantidad de población, infraestructura y realidad económica.
Es un tema que requerirá mucho diálogo y es una señal por lo menos alentadora que haya un acercamiento, aunque no cabe esperar resultados inmediatos.
El fallo de la Corte que benefició con coparticipación plena a Córdoba, Santa Fe y San Luis generó una insoportable discriminación difícil de resolver. Un segundo fallo, el último firmado por el saliente Carlos Fayt, excluyó directamente al resto de las provincias del beneficio y aclaró que cada una deberá litigar en forma individual para dejar de sufrir descuentos.
Fue una forma “salomónica” de resolver el enredo generado por el primer fallo, que si se extendiera a todas las provincias, le devolvería cerca de 80 mil millones de pesos a las provincias, desfinanciando a la Administración Nacional de Seguridad Social.
Ese juego «político» de la Corte no está a la altura de lo que requieren la sociedad y la política de sus actores.
El traspaso de mando presidencial culminó después de un sainete innecesario que no le hace honor al momento histórico de la democracia: por primera vez desde 1912 se inicia sin interrupciones ni salidas anticipadas, una cuarta presidencia consecutiva.
Es también el debut absoluto de un partido distinto al radicalismo o el peronismo, que siempre se repartieron el poder en diversas alianzas.
Macri lidera una coalición, pero el núcleo duro es puro del PRO y la línea política depende casi en exclusividad de su conducción, tal como sucedió en la ciudad de Buenos Aires. Es un cambio de época que obligará a replantearse al peronismo y a la UCR -que inició su declinación después del desastre del 2001- nuevas metodologías y revisar su doctrina, con raíces en la primera mitad del siglo pasado.
El último traspaso de un presidente a otro de distinto color político fue el de Carlos Menem a Fernando De la Rúa, con el país en llamas y una pobreza y desocupación galopantes, que terminaron por estallar en 2001 con el radical huyendo en helicóptero.
El contraste es evidente. Cristina, denostada por la oposición, se fue con una plaza de Mayo pletórica de militancia y convencida de los logros de los últimos doce años.
Esa plaza repleta coloca a la ex Presidenta en un sitial inédito. Nunca antes un jefe de Estado se había despedido abrazado al calor popular con promesas de amor a futuro. Cristina seguirá estando en la centralidad de la política y su liderazgo se mantiene intacto en la ahora oposición. El amor incondicional de sus fieles, no garantiza, sin embargo, supervivencia.

 

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La militancia y al menos un sector del kirchnerismo duro, pretenden recrear la mística del «aguante» como herramienta de construcción, sin advertir que buena parte de la sociedad le votó en contra justamente por esa insistencia. Refugiarse en el peronismo y sus símbolos no le granjeará mayores respaldos. Por el contrario, gran parte de la sociedad ya no vota por colores partidarios y, mucho menos, hace de la militancia una vocación.

 

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Macri recibió sus honores en el Congreso y después también celebró en la Plaza de Mayo con sus seguidores. El flamante Presidente agradeció el apoyo de la sociedad para llegar a la Rosada. Después, mantuvo encuentros individuales con Daniel Scioli, Sergio Massa y los demás candidatos presidenciales en la búsqueda de respaldos que le den gobernabilidad. Cada uno de los competidores dio su mirada particular.
El ex candidato del Frente para la Victoria dijo que «Hay que mostrar la madurez de la convivencia. Oficialismo y oposición, cada uno desde sus ideas, pero pensando en la patria. La campaña terminó, el pueblo eligió, a cada uno nos puso en un lugar, ahora todos tenemos que ayudar».
Scioli prometió acompañar «siempre y cuando el espíritu de los proyectos sea «mejorar la vida» de los argentinos». Massa fue más allá y ofreció un paquete de leyes y equipos técnicos a la nueva gestión.
No hay en estas primeras horas señales claras de las medidas que tomará el nuevo Presidente.
Su discurso de asunción tuvo mucha semejanza con las promesas de campaña: su obsesión por la pobreza cero, unidad nacional y luchar contra el narcotráfico. La realidad, empero, es mucho más compleja que esos tópicos y las demandas, más numerosas.
Los más expectantes son quienes votaron al cambio, esperanzados en un otro estilo de gestión y un dólar alto. Son esos mismos, los más exigentes.
La CGT de Moyano presionó para que el aguinaldo no pague Ganancias -por primera vez en cuatro años se iba a tributar- y el Presidente tuvo que salir a corregir a sus ministros para apaciguar los ánimos.
Los patrones de la soja todavía no liberaron sus silos, a la espera de más medidas que «complementen» la devaluación anunciada y todavía no concretada. El dólar a quince pesos les dará una megaganancia, pero quieren más para cerrar el círculo.
Los banqueros también están en alerta ante la posibilidad de que el Banco Central no pague las obligaciones del dólar futuro, una negociación diaria con la que el Gobierno anterior mantenía la calma para evitar una disparada del valor de la moneda estadounidense. La idea que deslizó Federico Sturzenegger es que el nuevo Gobierno no reconocerá la diferencia entre el valor del dólar actual y el pactado a futuro en catorce o quince pesos. Por tanto, los bancos deberían asumir enormes pérdidas de sus clientes o, no pagarles.
Las demandas no son uniformes y requerirán precisión quirúrgica para que el daño colateral no sea elevado.
El costo de una devaluación lo paga siempre el que depende de un salario fijo, el trabajador y sus familias y los pequeños comercios que les venden mayoritariamente. Una brusca subida del tipo de cambio, se trasladará los precios y los únicos ganadores serán los exportadores y quienes tienen inversiones atadas al valor del dólar.
«Hay cosas para ir resolviendo desde el primer día, pero no hay tanta urgencia como parece. La Argentina está en buenas condiciones; nos dejan una herencia complicada, pero que no se compara con ningún otro momento de la historia», confesó, con inusitada honestidad, Alfonso Prat Gay, el secretario de Hacienda que estará a cargo de los principales lineamientos económicos. El nuevo Gobierno demora la anunciada devaluación mientras prepara «un pacto» con empresarios y sindicalistas para que no haya una desmesurada suba de precios.
Habrá que ver la efectividad de los acuerdos porque los más afectados serían los pobres y la clase media, donde radica el corazón del votante del PRO en estas elecciones. Los principales gremios ya anunciaron que pedirán como «compensación» subas salariales en promedio del 30 por ciento, aunque el nuevo ministro de Trabajo deslizó la idea de que las paritarias se negocien por «productividad», un mecanismo ya utilizado por el ex superministro Domingo Cavallo en las postrimerías de la Alianza. Con esa lógica de flexibilización laboral, los trabajadores deberán someterse a cualquier condición que mejore la rentabilidad de la empresa a cambio de aumentar su salario.
La anunciada devaluación también abre enormes interrogantes en las economías regionales. Un dólar alto traerá ganancias al sector exportador, especialmente de commodities como la soja, el trigo y el maíz, mientras que no resolverá todos los problemas de las economías regionales.
En el caso de Misiones, producciones como el té, el citrus, partes del sector forestal y en menor medida el tabaco, se verían beneficiados por una devaluación. Pero otras, como la yerba mate, atada a la demanda interna que puede caer si hay una corrida de precios, se verían directamente perjudicadas.
Por eso, Misiones insistirá en la eliminación de retenciones o generar un sistema de compensaciones por distancia, para mejorar la competitividad afectada por los costos de logística y transporte.
El ministro del Agro, José Luis Garay ya pidió una audiencia con su par nacional, el radical Ricardo Buryaile para plantearle las necesidades de Misiones. Garay reveló cuál fue el primer pedido que les hizo Passalacqua a sus ministros: «Estar más cerca de la gente» ante un escenario que todavía es incierto.
Ese fue el mensaje que también dio el nuevo gobernador en la Legislatura, donde por primera vez en la historia, el traspaso de mando tuvo a tres gobernadores del mismo signo político como protagonistas.
El proceso iniciado en 2003 fue ratificado con contundencia en las elecciones de octubre por una sociedad que valoró las transformaciones de más de una década. La transición en la Provincia fue, como era de esperar, ordenada y el último día de gestión del gobernador Maurice Closs culminó como fue costumbre, con inauguraciones emblemáticas: en este caso, el hospital Materno Neonatal, que viene a completar una etapa en el Parque de la Salud que estará listo en los próximos meses con el Instituto del Cáncer. Las últimas horas de Closs en la gestión estuvieron cargadas de inauguraciones en rutas, hospitales como el de Posadas y Eldorado y viviendas urbanas y rurales.
El ritmo de obras no se detuvo y ahora, el desafío, planteó el ex mandatario, será sostener el sostenimiento y la puesta en funcionamiento con calidad y capital humano, de los nuevos servicios puestos a disposición de los misioneros.
El traspaso de mando en la Cámara de Diputados fue un acto cargado de significancias, con la presentación en sociedad de la lanza-bastón, símbolo del poder en manos del cacique guaraní Andresito Guacurarí, defensor de las Misiones ante los embates bandeirantes y del poderío paraguayo.

 

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Fue Andresito el primer gobernador y también diputado representante de las Misiones y esa historia fue recuperada como valor para las futuras generaciones.
El gobernador saliente, Maurice Closs y el reelecto presidente de la Legislatura, Carlos Rovira, fueron los encargados de ungir a Passalacqua con la lanza, que fue entregada por un grupo de caciques guaraníes, que con sus rituales, trajeron la fortaleza de la tierra y la naturaleza al nuevo gobernador. Más que nunca, cobra fuerza en el nuevo escenario, la idea del «misionerismo» que germinó con Andresito y sus bravos guaraníes y que fue recreada en los últimos años por la Renovación.
Antes hubo que elegir la presidencia de la Cámara de Diputados y como era natural, Rovira fue reelecto. Sin embargo, la elección dejó muchas cuestiones para analizar.
El ex gobernador recibió el respaldo pleno de la Renovación, del radicalismo de Vanguardia, del PRO y sus socios del partido Trabajo y Progreso, el partido Agrario, y el massismo, como reconocimiento a la voluntad popular expresada el 25 de octubre, cuando la Renovación fue ratificada con contundencia en el Ejecutivo, en el Legislativo y en los 75 municipios.
El radicalismo, en soledad, desconoció esa decisión de la sociedad y votó a un candidato propio, el frustrado candidato a intendente de Posadas, Germán Bordón. Solo el radicalismo votó por esta opción, con el acompañamiento «muy a mi pesar» de Mario Pegoraro, el diputado que abandonó el partido para ser candidato a vicegobernador del PRO.
El argumento de la UCR fue expresado por el ex candidato a gobernador, Gustavo González, quien se hizo cargo de la bancada radical: «Entendemos la costumbre de votar como Presidente de un cuerpo legislativo a la propuesta de la mayoría, pero no podemos convalidar la actitud de la mayoría si no se respeta a las minorías y a la Constitución Provincial. Desde el 2011 a la fecha, en Misiones no se respeta al artículo 48 inciso 5 que es claro a la hora de garantizar el tercio de la representación a las minorías. Hoy deberían estar asumiendo 81 concejales en sus pueblos y un diputado provincial en esta Legislatura, en nombre de ellos, no acompañamos la propuesta del Frente Renovador», aseguró. La fundamentación esconde que el radicalismo y los otros partidos, en muchos municipios no consiguieron los votos necesarios para acceder siquiera a una banca y, pese a ello, insisten en reclamar un tercio de los espacios.
Zanjar esa discusión merecería un análisis de la Constitución provincial, nacida justamente, de espaldas las mayorías políticas de entonces.
La Renovación se impuso con solvencia en los 75 municipios en algunos casos, por encima de la suma de todas las oposiciones. Este premio al rumbo implica también obligaciones y no esconde problemas particulares de gestión, ya que son varios los intendentes que necesitarán recursos extra para afrontar los gastos del fin de año.
No cabrán las excusas de palos en la rueda o culpas al pasado, ya que en casi todas las localidades, un renovador reemplaza a otro.
Es también un desafío para el Gobierno provincial, con la necesidad de atender demandas de todos por igual, aunque tendrá a favor un diálogo más fluido.
La actitud de desprecio a la voluntad popular expresada por el radicalismo contrasta con la decisión política del kirchnerismo y sus aliados provinciales, entre ellos la Renovación, de garantizarle la gobernabilidad a Macri, quien carece de tropa relevante en el Congreso nacional. Pero la oposición votó sin titubeos para que el PRO presida ambas cámaras, sin entorpecer la sucesión presidencial.
El propio Rovira, en la sesión, reiteró «la instrucción colaborativa a todos los representantes de Misiones -del espacio que le toca conducir- a disposición de esta nueva ventura señalada por el pueblo argentino, y también por la voz nítida expresada aquí por el pueblo misionero el 25 de octubre».
La postura de la Cámara se replicó en el Concejo Deliberante de Posadas, donde el radicalismo se había preparado para quedarse con la presidencia, pero a última hora el resto de la oposición, también complotada, le dejó con las manos vacías.
Un candidato que apenas sacó cuatro mil votos en octubre, se quedó con el manejo del Cuerpo deliberativo. Joaquín Losada llegó a la intendencia con el respaldo de más de 30 mil posadeños, pero no tiene garantía de aprobación de una mínima ordenanza y ni siquiera se quedó con la conducción de las principales comisiones. El republicanismo y la voluntad popular son, para un sector de la dirigencia radical y de la oposición, bienes que se reclaman cuando son en beneficio propio, pero que se dejan de lado cuando la conveniencia es otra.

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