Expectativas

Faltan unas pocas horas para el recambio presidencial y crecen las expectativas sobre el rumbo que tomará el país después del 10 de diciembre. Las promesas de campaña de Mauricio Macri todavía no tomaron forma y en aspectos clave, el cambio parece que demorará un poco más de lo previsto como las trabas para la compra del dólar oficial.
Sin embargo, las expectativas generadas se traducen en un perceptible aumento de precios en productos esenciales como la carne y el pan y en la obvia premura de los patrones de la soja porque la devaluación se haga realidad. Miles de toneladas guardadas en los silos, esperan salir al mercado, pero a un dólar promedio de quince pesos.
Allí radica uno de los principales desafíos del nuevo Presidente. Prometió un dólar alto y ahora debe satisfacerlos. Pero una devaluación del 50 por ciento tendrá un inmediato correlato en los precios y en el reclamo de incrementos salariales para las futuras paritarias. La conjugación de ambos elementos conspira contra la otra promesa de bajar la inflación. Los carniceros de Buenos Aires revelaron que perdieron cortes enteros por los aumentos de precios de los últimos días que ahuyentaron clientes. Si todos los precios se disparan en la misma línea, puede haber una caída del consumo, que enfriaría la inflación, pero con efectos negativos sobre la producción.
De todos modos, la promesa de levantar el cepo todavía está en veremos. Todo indica que seguirán los controles y topes de la Afip, pero en lugar de un dólar a diez, habrá que pagar quince pesos. Ese es el valor que rige ahora para las operaciones económicas.
Aunque hay una pelea retórica sobre quien es el responsable de la suba de precios si todavía Cristina Fernández está en ejercicio, lo cierto es que las expectativas sobre el futuro tienen siempre un impacto en el presente.
Es raro que los economistas del PRO desconozcan esta teoría, liberal por excelencia. Los actores económicos siempre ajustan su conducta no sólo a los datos del presente, sino también a las expectativas de evolución que pueden inferirse a partir de ella.
De ese modo los inversionistas, compradores y vendedores, estiman el comportamiento a futuro de diversas variables macroeconómicas de importancia -como valor del dólar, crecimiento, inflación, etc.- tratando de maximizar sus beneficios ante la situación que racionalmente calculan que existirá.
El hecho de que los actores económicos procedan de esta manera, no debe sorprender porque es una práctica habitual. Nadie vende por debajo de lo que deberá pagar para reponer la mercadería.
Es decir, si hay una promesa de llevar el dólar a 15 pesos, la lógica reacción es vender por esos valores para poder tener poder de reposición o, si hay espaldas, sentarse a esperar que se concrete la devaluación para después salir al mercado, como en el caso de los sojeros.
El trabajador no tiene esa posibilidad y es casi un mero espectador de los movimientos económicos que a lo sumo, moderarán sus expectativas de compra hasta poder recomponer el salario.
A esta enumeración fáctica, se suman otras señales simbólicas de los nuevos tiempos. El futuro ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay reinauguró el vínculo con Estados Unidos: le informó al secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Jacob Lew, las medidas que se tomarán en la Argentina y sondeó la posibilidad de conseguir préstamos internacionales. Durante el diálogo se trató la orientación de las medidas que se instrumentarán para “sincerar” la macroeconomía y según trascendió Prat-Gay le adelantó a Lew que se dispondrán medidas para volver a los mercados internacionales, entre ellas, el sinceramiento de las estadísticas oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos y la independencia del Banco Central.
También se volvería a la emisión de deuda externa y se llegaría a un acuerdo con el juez Griesa, a través de un crédito de un pool de bancos, interesados en que la Argentina vuelva al mercado de capitales. Una de las opciones que se analizan es reabrir el canje de deuda para volver a negociar con los Fondos Buitre que bajarían el tono de sus reclamos. Sin embargo, si hay mejores condiciones para los buitres, habrá que ver qué sucede con los que ya ingresaron en los canjes anteriores, que podrían reclamar iguales condiciones, elevando el monto de la deuda.
El país volvería así al endeudamiento como forma de financiarse, dejando atrás siete años de autonomía, después de haber cancelado la deuda con el Fondo Monetario Internacional, que, si las gestiones de Lousteau en Washington prosperan, volverá a auditar la economía argentina y a brindar sus recomendaciones.
Esas medidas formarían parte de los anuncios a los argentinos después del recambio presidencial para fortalecer las reservas, con al menos 20 mil millones de dólares.
Estas discusiones de fondo están siendo opacadas por estas horas por el show de la pelea por el lugar del traspaso del mando.
Mientras Cristina se empeña en hacerlo en el Congreso, Macri quiere que el bastón le sea entregado en la Casa Rosada, como un símbolo del cambio de época.
A pocas horas de la asunción, no se sabe oficialmente donde se hará el traspaso de mando y es un capricho que no quedará en la historia.
Un día antes habrá una enorme manifestación en la plaza de Mayo para despedir a la Presidenta y el mismo 10 habrá una tensa disputa por quien copa las calles.
Nadie duda de la capacidad de movilización del kirchnerismo, pero esta idea instalada de la “resistencia” es, por estas horas, inadecuada y puede llevar a conclusiones equívocas, si no en la dirigencia, si en la militancia.
Todavía no empezó el gobierno de Macri, al que hay que dejarlo andar porque es lo que eligió la mitad más uno de los argentinos.
El futuro presidente debe atender a las expectativas generadas en la campaña sin descuidar a la otra mitad del país que no lo acompañó. Ese delicado equilibrio no debe romperse por el bien de todos.
Macri echarle la culpa a la herencia de las medidas que tome. Pero también es cierto que las había anunciado a cada una durante la campaña, como el ajuste de tarifas o la devaluación. Es su forma de hacer política y así lo votaron.
Pero la herencia no es excusa ni justificación. El ajuste es una decisión política. El país está hoy mucho mejor de lo que estaba cuando se inició el tiempo de Gobierno que termina en cuatro días. Néstor Kirchner recibió el mando con una altísima desocupación y niveles de pobreza inéditos después de la devaluación de Eduardo Duhalde.
La deuda externa equivalía al 160 por ciento del PBI y las reservas eran una ficción.
Hoy la pobreza y el desempleo están en niveles muy bajos -aunque varíen las estadísticas-, la deuda equivale al 40 por ciento del PBI y las reservas, bajas, equivalen a unos 30 mil millones de dólares, tres veces más que en 2003. El patagónico tomó el camino inverso al ajuste. Son opciones.
Macri tuvo siempre el mismo libreto, que fue adecuando de acuerdo a las circunstancias. Cuando estaba lejos del poder, decía que el salario era un costo más que debía ajustarse. Durante la campaña, cuando percibió que había cosas que la sociedad valoraba, viró hacia la moderación de sostener los logros del kirchnerismo y hacerlos «más eficientes».
Después, con la promesa de cambio pero sin destruir lo esencial, como la enorme red de contención social, le ganó la batalla retórica al kirchnerismo que se quedó en la defensa de las conquistas sin poder reinventarse. Macri pudo hacerlo en plena carrera para ganar el sprint final por una cabeza.
En el medio, el PRO se fagocitó al radicalismo y ahora “sedujo” al ecoprogre Martín Lousteau para que deje de ser una amenaza en el distrito porteño.
Macri está construyendo política y demostrando que no está dispuesto a estar solo de paso. El poder atrae y si lo usa bien, el despliegue territorial del que carecía, podría hacerse suyo sin necesidad de depender de sociedades incómodas. Tendrá respaldo internacional y las derechas latinoamericanas celebran su asunción, que les da aire para revitalizar movimientos similares que hasta ahora venían fracasando.
Hoy Dilma Rousseff está contra las cuerdas en Brasil y puede llegar a ser destituida. Venezuela enfrenta este domingo una nueva elección en la que el chavismo tiene serias chances de perder ante una oposición que logró polarizar la contienda.
Dilma enfrenta el tan temido “impeachment” después de 20 pedidos anteriores que fueron desechados. El argumento principal se basa en las “pedaladas fiscais”, una trampa contable mediante la cuál el flujo de dineros públicos a bancos estatales y privados y entes autárquicos, se demoraba para mejorar artificialmente las cuentas federales y las señales al mercado financiero.
No hay, al menos comprobado, ningún hecho de corrupción que involucre directamente a la Presidenta.
En el vecino país advierten que su juicio político obedece a la necesidad de salvar su propio pellejo de Eduardo Cunha, el ultraconservador presidente de la Cámara de Diputados de Brasil, acusado sí de corrupción y lavado de dinero.
“El mercado prefiere que haya impeachment de Dilma”, dijo, lacónico el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, uno de los más entusiastas promotores del retorno del neoliberalismo en Brasil.
El análisis resultó errado, sin embargo, ya que apenas 24 horas después de que se disparara el mecanismo de juicio político a la Presidenta, la Bolsa cayó 2,23 por ciento.
Pero Cardoso, quien en 1999 llevó al Brasil a una enorme crisis con la devaluación del Real y una alta inflación, representa a los poderes económicos que celebran el nuevo tiempo.
La “política” les está permitiendo volver a entrar a escena en Argentina, Brasil o Venezuela, ejes de una Latinoamérica que durante más de una década fue “populista”.
La destitución de Dilma sumada al triunfo de Macri en Argentina, haría caer como un castillo de naipes a los demás gobiernos “populistas” de la región.
Brasil desde su poderío económico y Argentina desde la construcción política fueron vitales para el sostenimiento de Evo Morales, Maduro en Venezuela, huérfano tras la muerte de Chávez o Rafael Correa en Ecuador. Sin ese abrazo protector, la patria bolivariana volverá a los libros de historia.
Contemporáneo con Simón Bolívar y San Martín y reivindicado en los últimos años, la figura del indio Andresito sirve para describir el tiempo político de Misiones. Bajo su lanza habrá que guarecerse de los embates del país central, amplio ganador en la última contienda electoral.
El fallo de la Corte que benefició a Santa Fe, San Luis y Córdoba con el cese del recorte de la coparticipación y la orden de devolver lo descontado en los últimos años, volvió a abrir un cisma entre el centro y el interior. Nadie protestó por el fallo de la Corte, que se conoció un par de días después de las elecciones, sino cuando, con estricta justicia, la Presidenta extendió el beneficio a todas las provincias. Puso fin a un descuento del quince por ciento de la coparticipación, en una medida que beneficiará a Misiones en unos 130 millones de pesos mensuales, pero que sólo con las tres provincias mediterráneas, tiene un impacto estimado en 80 mil millones de pesos.
La Corte jugó a la política. Midió los tiempos y dejó claro que mantiene un rol trascendente en el nuevo escenario.
El fallo despertó suspicacias porque benefició a las provincias donde mejor le fue a Macri, pero cuando la Presidenta extendió por decreto el beneficio a las demás, los cortesanos deslizaron que “se puede derogar”.
De este modo, aunque todas “son iguales ante la ley”, las provincias se verían obligadas a litigar y el problema, en última instancia, quedaría para más adelante y no causaría un impacto tan directo en las finanzas nacionales y en el fondeo de la Anses, que debe pagar jubilaciones y otros beneficios que permanecerán a pesar de haber nacido bajo el sello kirchnerista.
De un modo u otro, la Provincia tiene lista la demanda y, en última instancia, se podría pensar en una compensación de la deuda pública, ya que la Nación es hoy la principal acreedora. Sea como sea, Macri se verá impelido a sentarse a negociar con los gobernadores y ya los convocó a un encuentro para el próximo sábado en Buenos Aires.
En la ahora oposición advierten que las negociaciones deben ser en bloque para no cederle la centralidad al nuevo gobierno.
El peronismo todavía está vistiendo luto, pero la Presidenta pidió que todos garanticen la gobernabilidad.
Cristina se mantiene en el centro de la escena y aunque retirada de cargos públicos, por ahora conserva suficiente poder como para seguir conduciendo los destinos partidarios.
La imagen pública de la Jefa de Estado saliente es elevadísima e inédita desde el retorno de la democracia, lo que la convierte en un actor central, aun desde el llano en el espacio opositor.
Su hijo Máximo también, que hace su debut en la política formal como diputado nacional, puede tener un protagonismo desde el espacio “juvenil” del kirchnerismo, que es la base militante que se puso la campaña al hombro en los últimos meses y que se erige como una parte sustancial de la nada despreciable mitad del electorado.
Daniel Scioli, el derrotado en las presidenciales, también sigue activo. A través de sus redes sociales indicó que la devaluación que anticipó durante la campaña que iba a hacer Macri, ya comienza a verse en los precios.
En una entrevista exclusiva con Misiones Online, el ex candidato advirtió que su carrera política no se terminó en el balotaje y, aunque es prematuro hablar de 2019, dejó claro que seguirá formando parte.
En los próximos meses se largará a recorrer el país y uno de sus destinos iniciales será Misiones, donde comenzó a tomar forma su candidatura con el respaldo de la Renovación. Scioli destacó el respaldo de la dirigencia misionera y lamentó que no se pudo “exportar” la experiencia y el éxito del turismo en la provincia de la mano de Closs como ministro nacional.
En Misiones el presidente de la Legislatura, Carlos Rovira, sorprendió al revelar que sugirió a los legisladores nacionales acompañar las iniciativas del nuevo presidente, al menos en el primer año de gestión. “No debe haber contradicción, sino plena coherencia en el deseo de lo mejor para la Argentina y Misiones. No rompamos la iniciativa”, sostuvo el conductor de la Renovación.
El gobernador Maurice Closs, quien el viernes juró como diputado nacional, coincidió en que “vamos a acompañar, defendiendo lo que consideramos que es lo mejor para el país y los misioneros. Que los ajustes que propone Macri, no tengan como variable al pueblo argentino. En esa línea nos van a tener acompañando la gobernabilidad”.
“Siempre hay que apoyar las ideas que sean buenas. Tampoco esto significa, por ejemplo, que si presentan una ley que plantea la venta de YPF o de Aerolíneas Argentinas o la privatización de las jubilaciones, yo la voy a apoyar”, advirtió el mandatario.
A diferencia de las disputas por la foto en la Rosada, en Misiones la transición es ordenada, más allá del desaliento y la incertidumbre de los desplazados.
El gobernador Hugo Passalacqua asumirá con la ley de Presupuesto aprobada a su medida, con la incorporación de tres mil millones de pesos para la creación de los ministerios de Industria y Deportes y las secretarías de Energía y Agricultura Familiar. Además, se incorporaron 600 millones de pesos para un programa de créditos para pequeñas y medianas empresas, una promesa que había hecho Passalacqua en su campaña.
Llamativamente, el presupuesto fue rechazado por la alianza PRO-radical que había votado a favor de leyes como el Boleto Estudiantil gratuito o un subsidio a ex conscriptos que fueron movilizados a la guerra de Malvinas en 1982.
Con argumentos idénticos, los diputados del PRO, la UCR y Trabajo y Progreso, rechazaron la ley de Presupuesto y dejaron claro que de ahora en más trabajarán en forma coordinada con el liderazgo del macrismo, que tiene una enorme cantidad de puestos políticos que cubrir.
Los principales estarán reservados para sus propios hombres, pero habrá espacio para radicales y otros aliados que se sumaron en el último tramo de la campaña.
Todavía es una incógnita el lugar que ocupará Humberto Schiavoni, el presidente del PRO, a quien mencionan como secretario de Relaciones con Provincias del ministerio del Interior -un puesto clave para la articulación con los gobernadores- o en un regreso a la Entidad Binacional Yacyretá, cargo que ya ocupó durante el interinato de Eduardo Duhalde entre 2002 y 2003.
También disidente, el massista Ramón Velázquez dejó ver que el PRO y la UCR no aportan a la gobernabilidad que reclaman en el ámbito nacional.
“Esto es lo que votó la sociedad el 25 de octubre”, reconoció a la hora de votar a favor de la ley.

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas