Tiempo nuevo

Mauricio Macri se convirtió en el nuevo presidente de los argentinos poniendo fin a doce años de kirchnerismo, el período más extenso de la historia en manos de un solo color político. La idea del cambio se impuso a la continuidad, aunque la diferencia exigua no significa un cheque en blanco que implique cambios drásticos de alto impacto social.

Macri deberá gobernar con el doble desafío de cumplir con las expectativas generadas en sus votantes sin destruir los logros valorados por el 49 por ciento restante, que tiene una representación mayoritaria en el Congreso y gobierna la mayoría de las provincias.

Podrá renegar con la herencia durante un tiempo, pero después, deberá empezar a satisfacer las demandas de cambio sin que eso signifique un retroceso en las conquistas de estos doce años. Paradoja de la política, como al kirchnerismo de los últimos tiempos, ya no le alcanzará solo con el mensaje, sino que la realidad marcará una agenda que es impostergable.

La diferencia con otros tiempos de la Argentina es que Macri asumirá en un país con relativa calma. El desempleo es bajo y la pobreza medida por cualquier indicador está en niveles reducidos. Las correcciones que se hagan al rumbo económico deberán tener a la gente adentro, como mandato de medio país que respaldó la continuidad.

Como en la campaña, en estos primeros días de la transición, Macri dice poco. Pero sus silencios revelan quizás más que sus palabras. Armó un gabinete corporativo, con algunos nombres ya conocidos y otros que tienen vínculos directos con las principales empresas del país. No sorprendió la incorporación de Alfonso Prat Gay, Carlos Melconian o Federico Sturzenegger, con altísima exposición durante la campaña por desnudar el pensamiento PRO y los anticipos de devaluación, ajuste y retroceso del modelo inclusivo del Estado. Nunca fueron desmentidos y los primeros días de la transición marcaron que ese es el camino: dólar unificado a un promedio de quince pesos, lo que implica una devaluación del 50 por ciento que ya está trasladándose a los precios, ajuste en las tarifas, quita de subsidios -sobre todo a la energía- y vuelta a tomar deuda para financiarse.

En la abundancia de economistas que integran la cúpula gerencial del PRO aparece como «desarrollista» Rogelio Frigerio, nieto del homónimo con formación marxista y creador del desarrollismo. Pero el heredero hizo escuela en las antípodas y su carrera en la gestión pública se inició de la mano del liberal Roque Fernández en el epílogo del menemismo.

El resto del gabinete está vinculado a grandes firmas. La canciller elegida tiene el mérito de ser reconocida funcionaria de la ONU, pero Susana Malcorra hizo una larga carrera en IBM y Telecom. Es recordada por el gremio de los telefónicos por una medida que tomó en plena crisis de 2001: echó a 400 empleados que resistieron una reducción del 10 por ciento de los salarios en sintonía con el recorte del 13 por ciento que aplicaba su hoy compañera de gabinete Patricia Bullrich, la ministra reciclada de la Alianza que carga en la mochila el ajuste a estatales y jubilados durante el fugaz paso de Fernando De la Rúa por las oficinas de la Rosada. Ahora “La Piba”, como la apodó Hugo Moyano, deberá hacerse cargo del área de seguridad y quienes la conocen, aseguran que no le temblará el pulso para aplicar medidas radicales.

Sturzenegger también tuvo su paso por la Alianza en el equipo económico de Domingo Cavallo que protagonizó el escándalo del megacanje que incrementó la deuda externa y pagó jugosas comisiones a los bancos intervinientes.

Carlos Melconian, obligado a replegarse en el último tramo de la campaña por sus sincericidios, no podrá cumplir, al menos por ahora, con el sueño de ser ministro de Economía, ya frustrado por el abandono de Carlos Menem en el balotaje de 2003. Deberá contentarse con la presidencia del Banco Nación.

Por ahora está la promesa de sostener los programas sociales como la Asignación Universal o los programas de becas como el Progresar. También se sostienen, al menos en los papeles, las jubilaciones estatales, aunque los aumentos dependerán de la evolución de la economía, adelantó Prat Gay. Símbolos como YPF y Aerolíneas, empresas recuperadas por el Estado, tendrán continuidad, aunque seguramente se revisará su “eficiencia”, lo que podría implicar la incorporación de más socios privados en la política energética o la reducción de frecuencias en áreas no rentables.

Hay otros condimentos inesperados que abren interrogantes sobre el nuevo escenario. La Corte Suprema, tan amiga de jugar a la política, abrió una caja de Pandora a menos de quince días de la asunción del nuevo presidente con un fallo a favor de Santa Fe y San Luis, que se hizo extensivo a Córdoba, gracias al cuál las tres provincias deberán recibir casi 90 mil millones de pesos retenidos de la coparticipación.  La Corte le ordenó al gobierno “devolver a las provincias” los descuentos de fondos coparticipables que se usaban para financiar a la ANSES. Se trata de la deducción del 15 por ciento que realiza el Estado nacional desde 1992, cuando se privatizó el sistema previsional en el gobierno de Carlos Menem. Sin embargo, la Corte entendió que hasta 2006 las provincias estaban de acuerdo con ese mecanismo, pero ese año dejaron de estarlo o, cuanto menos, no lo manifestaron expresamente.

Si todas las provincias se suman al reclamo, el monto crecería al menos a 363.000 millones de pesos. Misiones ya anunció que hará el planteo y sólo con la caída de la retención recuperaría 132 millones de pesos mensuales.

Al condicionamiento externo, el fallo le suma una caída de los recursos que manejaba el Estado para financiar a la Anses, responsable del pago a más de seis millones de jubilados, junto a varios programas sociales y de incentivo a la construcción, como el Procrear. El propio Macri se mostró molesto con los amigos de la Corte y cuestionó que “debería haber sacado el fallo hace cinco o seis años”.

Es un escollo inesperado en el escenario del nuevo gobierno, pero también le sirve como justificación para negociar financiamiento externo y enfriar la red de contención social de la Anses.

Hay innumerables explicaciones de la victoria de Macri y otras tantas por la derrota de Scioli. Pero hay momentos que pueden marcarse como centrales. La victoria del PRO comenzó a gestarse quizás en forma definitiva en la noche del balotaje en la ciudad de Buenos Aires. Fue allí cuando el candidato de la alianza Cambiemos deslizó que algunas cosas no cambiarían, para sorpresa de propios y burla de los rivales. Aerolíneas, YPF, Asignación Universal por Hijo tenían garantizada la continuidad.

Esa misma noche marcó uno de los principales errores tácticos del Frente para la Victoria. Mariano Recalde fue el candidato a intendente de la Ciudad y quedó fuera de la segunda vuelta, escenario reservado para el delfín de Macri, Horacio Rodríguez Larreta y el «ecoprogre» Martín Lousteau.

El FpV decidió entonces dejar en “libertad de acción” a sus seguidores, perdiendo una enorme oportunidad de asestarle un golpe casi mortal a las aspiraciones presidenciales de Macri. Lousteau estuvo a un puñado de votos de ganarle a Rodríguez Larreta. Los votos que no llegaron del FpV.

Ese quizás sea el principal error político del oficialismo, el aire de suficiencia, de no transar “convicciones”, aún cuando la ganancia sea mayor.

De ese modo cautivó a un enorme caudal de militantes y muchos volvieron a enamorarse de la política y los debates ideológicos. Pero tantos otros, poco más de la mitad de los argentinos, suficientes para dar vuelta la hoja, comenzaron a hartarse ante cada cadena nacional o negación de datos de la realidad que estaban a la vista de todos, con mayor o menor intensidad.

Después de doce años el kirchnerismo no supo reinventarse como lo había hecho en crisis anteriores, que parieron la Asignación Universal por Hijo, la recuperación de los aportes jubilatorios, Aerolíneas o YPF y se contentó con ofrecerse como el custodio de esas conquistas. Después del 54 por ciento de Cristina en 2011, apeló más a la mística de la militancia en busca del voto a voto. Pero cuando la sociedad evoluciona, las demandas se incrementan y mutan. Las formas importan tanto como el fondo. El 54 por ciento nunca fue un voto propio, así como Macri no es dueño del 51 por ciento actual.

Las mejores propuestas de Scioli se escucharon recién en la cuenta regresiva hacia la segunda vuelta y eran un poco suyas y un poco aprehendidas de los otros candidatos.

Con un discurso bastante básico, pero mucho más colorido, Macri ganó la calle con la idea del cambio y fue de menor a mayor mientras que el oficialismo se estancó en sus propios votos y un poco más.

Los votos del macrismo puro están en la primera vuelta, apenas un 24 por ciento, con el que se impuso ante los radicales y Elisa Carrió. Después llegó al 32 en la primera vuelta y supo captar mayor porcentaje de los votantes de otras corrientes para la segunda, para coronarse con poco más del 50 por ciento. Esa evolución de Macri no le garantiza un enamoramiento perenne, sino que le genera un desafío diario de seducción.

Scioli arrancó mejor en las primarias, apenas sumó para la primera vuelta y creció poco para la segunda. Sin embargo, la carga más pesada fue haber perdido la gobernación de Buenos Aires a manos del PRO. Puede achacarse ese mal al propio kirchnerismo que puso como candidato a Aníbal Fernández, quien arrastra una imagen muy negativa, pero lo cierto es que tras ocho años, Scioli no supo preparar a un sucesor.

Mismo mal padeció el kirchnerismo, que coqueteó con la idea de la re-reelección de Cristina y perdió un tiempo precioso sin definir candidatos, con mucho manoseo, frustraciones y portazos. Scioli era uno de los cantados, pero hubiese tenido mucha mayor legitimidad a través de una elección interna con Florencio Randazzo, lo que evitaría el desprecio de los puristas y el desdén del hasta ahora ministro del Interior y Transporte, que dejó de trabajar en la campaña apenas fue dejado de lado. Lo mismo vale para Buenos Aires, donde se menospreció la capacidad de seducción de la candidata de Cambiemos. Eugenia Vidal sacó más votos que el propio Macri.

El gobernador Maurice Closs, quien fue uno de los dirigentes que se puso la campaña nacional al hombro, anota como otra falencia no haber escuchado el malestar del campo. Recuerda que el enojo contra el Gobierno comenzó en 2008, con la resolución 125, que ampliaba las retenciones a los derechos de exportación de la soja. Ocurrió entonces una dura derrota simbólica del kirchnerismo con la traición de Julio Cobos en el Congreso. La ira de los patrones sojeros se notó en las urnas en 2009, pero no influyó en la reelección de Cristina en 2011, cuando sacó el 54 por ciento, porque los precios de los comoditties estaban altos y el campo tenía rentabilidad, por lo que la economía derivada, no sufría demasiado. Ahora, con los precios internacionales por el piso y el mismo esquema de retenciones, la economía del campo sí sufre una contracción que no se limita a los dueños de los granos, sino que impacta en toda la zona productiva. Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, Entre Ríos y hasta Mendoza, dieron cuenta de ello, volcando millones de votos hacia Macri, que prometió eliminar retenciones y sacar las trabas a las exportaciones e importaciones. La zona agraria se verá doblemente beneficiada con un dólar alto y sin retenciones. El esquema puede ser malo para el país, pero será beneficioso para la economía de esas provincias.

Todavía masticando la derrota, el kirchnerismo y un sector de su militancia mantienen el sentimiento belicoso y se preparan para la «resistencia», sin advertir que ese mismo eje discursivo fue el que ahuyentó a muchos argentinos cansados de la política del todo o nada. Hay que reconocer que a una buena parte de los argentinos la política les cruza por el costado y no tienen ni interés ni alineamiento ideológico. A esos también hay que seducir, quizás con propuestas más pragmáticas que simbólicas. Parece una tontería, pero muchos argentinos estaban cansados más que de las cadenas nacionales, de los retos permanentes en una hora y pico de discurso.

En estos 32 años de democracia, la sociedad aprendió a votar cada vez mejor. Y elige de acuerdo a su pago chico, el humor social y la oferta del momento. En Misiones la Renovación fue ratificada de forma aplastante con más de 400 mil votos que convirtieron a Hugo Passalacqua en el sucesor de Closs.

Apenas un mes después, Macri duplicó su caudal de votos. Es el mismo elector que en Misiones prefiere la continuidad y en el país un cambio. ¿Cuándo votó mal? En ningún momento.

La Renovación ofrece una gestión permanente con logros que están a la vista y ningún partido de la oposición mostró en estos años la capacidad de ofrecer algo superador desde la plataforma o los candidatos puestos en danza. Incluso dentro de la misma Renovación hubo premios y castigos. Aunque gobernará en las 75 intendencias, muchos intendentes que buscaban su reelección sufrieron apabullantes derrotas por su mala gestión o por no haber sabido enamorar nuevamente al electorado.

Ya no hay un país dividido entre peronistas y radicales, como aquel que renació después de la dictadura y se mantuvo más o menos incólume hasta la fuga de De la Rúa por los techos de la Rosada.

Después del «que se vayan todos», la fragmentación política se hizo mucho más evidente y el argentino ya no vota con el carnet de afiliado.

El radicalismo es hoy una mueca triste de lo que fue y han florecido numerosos partidos que se animan a disputar espacios con mayor o menor suerte.

El propio kirchnerismo se fortaleció con el sustento de otras corrientes y el PRO es un emergente de esa realidad. Se fundó en 2005 de una alianza entre Compromiso para el Cambio, de Macri, Recrear, de Ricardo López Murphy y otras representaciones. Apenas siete años después, sin tener presencia en todo el país, ganó las elecciones.

En estas elecciones votaron chicos que apenas tienen referencias del fin de los 90 y el fugaz paso de la Alianza y aunque recibieron los beneficios de este modelo, ya lo asumen como derechos adquiridos y van por más. Quedará en el nuevo gobierno sostenerlos y satisfacer las mayores demandas.

La derecha hace tiempo que quiere recuperar el poder en Latinoamérica. Hasta ahora había fracasado en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Brasil. En Chile tuvo un paso fugaz de la mano de Sebastián Piñera, pero volvió a imponerse Michele Bachelet.

El triunfo de Macri en Argentina fortalece esta corriente de norte a sur y probablemente haya coletazos en toda la región. No es casualidad que a Dilma vuelvan a acosarle los pedidos de juicio político. Estados Unidos volverá a tener peso en las negociaciones y la Alianza del Pacífico se ofrecerá como alternativa al estancamiento del Mercosur.

Uno de los primeros mensajes del electo presidente fue pedir la sanción a Venezuela y su exclusión del Mercosur, por supuestas violaciones de principios democráticos y «persecución de opositores». Nada de eso está probado, pero el triunfo de Macri alimenta el sueño de resurgimiento de la derecha latinoamericana.

En el nuevo tiempo, Misiones también enfrentará el propio desafío de ser una provincia “opositora” después de doce años de estar en sintonía con la Nación. Solo había ocurrido en los primeros años del gobierno de Julio Humada, que coincidieron con el fin del alfonsinismo y después en el breve interregno de la Alianza. Hugo Passalacqua felicitó al presidente electo y prometió abocarse al esfuerzo de “construir un país para todos”. Closs advirtió que la oposición debe ser constructiva pero con vocación de poder y sostuvo que el oficialismo deberá cuidar que los cambios se hagan “con la gente adentro”.

La oposición también tendrá que administrar su propio protagonismo. Derrotada en Misiones, tiene ahora la oportunidad de fortalecerse de la mano de los dirigentes del PRO que tendrán una enorme cantidad de cargos para repartir no sólo en la provincia, sino en la región e incluso, en algunos despachos nacionales.

Alfredo Schiavoni tiene la posibilidad de transformarse en el jefe de la oposición con un radicalismo necesitado de cargos y otros actores que jugaron para Macri, como Ramón Puerta.  Deberán aprender a jugar el doble rol de opositores misioneros, que al mismo tiempo tendrán que garantizar obras y recursos para la provincia. Las primeras señales, vale decirlo, son de trabajo en conjunto con las autoridades provinciales.

El gobernador misionero cobró un fuerte protagonismo nacional. Estuvo al lado de Scioli durante toda la campaña y asumió el momento del análisis tras la derrota. En la reunión de gobernadores alineados con el «sciolismo» sostuvo que el peronismo debe ser eje convocante de un acuerdo mucho mayor para defender las conquistas de la década.

También anticipó que se avecina un nuevo tiempo político, dominado por dos grandes fuerzas de centroizquierda y centroderecha con el hoy oficialismo de un lado y el PRO del otro.

Closs valoró la «enorme fuerza y templanza» de Scioli y vaticinó que «su camino debe ser el de Lula y lejos del de Luder». Lula batalló hasta convertirse en el presidente que transformó a Brasil. El candidato peronista del 83 terminó en el ostracismo. El Frente para la Victoria todavía cuenta con mucho poder de fuego. Estará en los dirigentes saber administrar los cuatro años desde la oposición.

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas