Torturó a su pareja, la baleó y se mató para poner fin a una relación enfermiza

Trágico episodio de violencia de género. Allí vivía Julio Marconi tras separarse de Lorena Serrano. Sucedió en Santa Fe.

La última frase que escuchó Lorena Serrano de su pareja, Julio Alberto Marconi, fue «no te mato por los chicos». Sentada en la misma silla en la que el hombre la mantuvo atada durante cuatro horas, la mujer escuchó reproches y soportó una brutal paliza que le desfiguró el rostro.

Luego él le quemó las piernas con una plancha, le rapó la cabeza con una máquina afeitadora, le disparó un balazo calibre 32 largo en cada rodilla y le realizó un torniquete en cada pierna para que no se desangre.

Tras semejantes abusos, barrió la habitación y puso los cabellos en una bolsa de residuos. Después el hombre se sentó en la cama y con el 32 largo se disparó en el rostro muriendo frente a su mujer sometida. Así se escribió el último capítulo de una relación enfermiza que duró más de siete años y que dejó a dos mellizitos de 3 años con su padre muerto y su mamá malherida.

Julio Alberto Marconi tenía 53 años, había nacido y se crió en el barrio Bella Vista y era mecánico de oficio. Junto a un socio habían comprado el taller ubicado en Presidente Perón entre Río de Janeiro y Valparaíso. Separado, y con hijos mayores de edad, comenzó una relación con Lorena, de 36 años. Con ella vivió en una casa de Lavalle al 2500, a sólo cinco cuadras del taller. Juntos habían tenido a los mellizos. «Era una pareja rara. Tenían una relación muy violenta. Ella lo enfrentaba todo el tiempo y él le daba siempre una paliza.

No era la primera vez que se la podía ver con un ojo negro o con los labios hinchados. La última vez le quebró el tabique y por eso estuvo dos días preso. Yo siempre le decía a mi mujer: «Estos dos van a terminar mal»», explicó un vecino poniendo en contexto los tiempos de una relación que se movía en un círculo vicioso donde la violencia de género se transformó en un estilo de vida del que ninguno pudo zafar.

Idas y vueltas

«Alberto era una excelente persona. Ellos se habían separado y estaban tratando de volver. Creo que para hacer lo que hizo no tiene que haber estado en sus cabales. Pero también me parece que es algo que le puede pasar a cualquiera. No es sencillo tomar una decisión de esa índole. Lastimar a la persona que quisiste y después quitarte la vida», escribió ayer Miguel, un conocido de Marconi.

En tanto, en la cuadra de la tragedia los pocos vecinos que dialogaron con la prensa describieron una postal de violencia normalizada, rutinaria, tóxica, que llevó a Liliana a realizar al menos una denuncia por amenazas y lesiones en la seccional 13ª. «La Unidad de Género determinó que existen denuncias de la señora aunque son anteriores a la convivencia. Y ellos volvieron a convivir luego de esas denuncias», explicó el fiscal de la unidad de homicidios Adrián Spelta, quien conduce la investigación.

«Hace unos meses se separaron, pero iban y venían. Andaban 15 días y se separaban 15 días. Un trato muy enfermizo en el que los golpes eran normales», indicó una doña de la cuadra. La última noche en las vidas compartidas de Julio y Lorena los encontró divirtiéndose en el Casino.

La pareja dejó a los mellizos al cuidado de un familiar y se fueron a celebrar. Tras la separación Lorena estaba viviendo en la casa de calle Lavalle y Julio se alojaba en un pequeño departamento ubicado en la parte delantera del taller mecánico de calle Presidente Perón.

Bajo la garúa, pasada la medianoche, la pareja llegó a la vivienda de Julio. Y entonces comenzó el final. Según se pudo reconstruir, cerca de la 1 de la mañana comenzó la última discusión. Un vecino indicó que él escuchó los gritos y que llamó a la policía en dos oportunidades. Y que cerca de las 5 la mujer se asomó por la ventana y pidió ayuda a los gritos.

Cuadro desgarrador

Cuando efectivos del Comando Radioeléctrico arribaron a la escena cerca de las 5.30 se encontraron con la vivienda cerrada con llaves y sólo escuchaban gritos y gemidos de una mujer. Pidieron una escalera prestada a un vecino e intentaron ingresar por una ventana, pero no pudieron. Fue el socio de Marconi quien finalmente abrió el lugar. Al entrar se toparon con Liliana maniatada con cordones a una silla, con el rostro desfigurado por los golpes, quemaduras en las piernas, balazos en las rodillas y torniquetes para que no se desangrara.

En uno de los rincones había una bolsa de nailon con los cabellos que Julio le cortó a Lorena aunque la afeitadora que uso no fue encontrada. «En la cama yacía una persona de sexo masculino que aparentemente se había efectuado un disparo de arma de fuego en la cabeza provocando su propia muerte», describió Spelta.

«La mujer declaró en el Hospital de Emergencias y dio cuenta de la mecánica de lo sucedido previo al suicidio de su pareja», agregó el fiscal. Al lado del cuerpo de Marconi había un revólver calibre 32 largo con 3 vainas percutadas y otras 3 intactas. Lorena quedó internada, grave pero estable. De haber sobrevivido, Julio Marconi podría haber sido imputado por el delito de tentativa de femicidio.

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