Siete guacamayos rojos volvieron a volar en libertad en Corrientes

Hace más de 190 años fue el último registro de un guacamayo volando libre por los cielos de Argentina. Por sus plumas rojas, la caza furtiva y la deforestación, se había extinguido y sólo había ejemplares en algunos zoológicos del país. El jueves, en la reserva Cambyretá, se recreó la magia. Siete ejemplares fueron devueltos a la libertad en un programa de reintroducción de especies a la reserva del Iberá que tiene como emblema al yaguareté, principal depredador de los humedales, también extinto en esa provincia.
Se trata de guacamayos que fueron donados por un zoológico de La Plata y otro correntino. Después de un período de cuarentena, para prevenir cualquier introducción de una enfermedad ajena a la zona y otro mes de adaptación en una enorme jaula donde aprendieron a comer frutos silvestres, finalmente, el encierro llegó a su fin.
Acostumbrados a una vida privados de libertad, los imponentes ejemplares rojos tardaron varios minutos en darse cuenta de que el cielo por fin era suyo. Una puerta lateral de la jaula se abrió y les indicó el camino de salida, pero el suspenso duró más de lo esperado, hasta que la primera pareja desplegó las alas y emprendió un viaje nunca antes realizado. Después, le siguieron los demás, en un torpe aleteo que no les impidió alejarse cientos de metros en busca de un refugio silvestre.
El objetivo es reintroducir decenas de guacamayos más y ya hay seis en la lista de espera. Se espera que en libertad comiencen a reproducirse para, en un proceso de largo plazo, repoblar toda la zona e incluso provincias vecinas como Chaco y Misiones, donde tampoco hay ejemplares libres.
“Este es un momento simbólico muy potente. Llevamos trabajando en reintroducir especies de fauna que se extinguieron en el Iberá desde 2007, empezamos con osos hormigueros, venados de las pampas, pecaríes y ahora un ave que desapareció no solo del Iberá y de Corrientes, sino de toda la Argentina», explica Ignacio Jiménez, encargado del programa de reintroducción de Conservation Land Trust, la organización del multimillonario filántropo Douglas Thompinks.
«Es una cosa muy fuerte. Ya no es solo traer algo para que el ecosistema esté completo, sino algo que se perdió en todo el país. Además, el guacamayo es un ave bello y vistoso. Es una joya volando», agrega Jiménez, un biólogo valenciano de 46 años que hace una década coordina el grupo que tiene una premisa superadora del conservacionismo, la de «crear naturaleza».
La reserva Cambyretá está a unos 90 kilómetros de la frontera con Misiones, sobre la margen izquierda de la ruta nacional 12. Se trata de 22.842 hectáreas en el departamento Ituzaingó, a pocos kilómetros de la localidad de Villa Olivares en el extremo norte de los Esteros del Iberá. El terreno está cubierto de lagunas y manchones de monte y pajonales donde se mueven a sus anchas yacarés, venados, carpinchos y una enorme cantidad de aves de todo tipo, tamaño y color. Cigüeñas, cuervillos de cañada, espátulas rosadas, garzas y patos y zorros son fácilmente observables.
Para llegar a la reserva hay que recorrer unos 30 kilómetros desde la ruta y cruzar por las tranqueras de varias estancias que rodean el parque, donde también está prohibido cazar y pescar, pero se explota la actividad agropecuaria. Vacas, caballos y ovejas comparten territorio con los animales salvajes. Al estar ubicado al final de un camino vecinal que nace en la ruta 12, este parque permite asegurar el control de la caza, actuando claramente como zona de amortiguación con el sector de dominio público.

La reintroducción del guacamayo no sólo tiene un impacto en la fauna, sino que esperan que sirva para la recuperación de especies de árboles frutales a través de la propagación de las semillas con sus excrementos. Se alimentan de ubajay, mburucuyá, pitanga y aguaí, entre otras frutas silvestres.
También tiene un alto valor para el turismo local, ya que el guacamayo es una de las aves más buscada por los amantes de la naturaleza. “Un guacamayo vivo vale mucho más que uno muerto” es el concepto que difunden los biólogos y voluntarios de TLC y aprehenden los pobladores locales que se involucran en el proceso de conservación y al mismo tiempo aprovechan los beneficios del turismo que llega a la zona.
El Iberá, como los Saltos del Moconá en Misiones, eran hasta hace poco tiempo un privilegio de pocos. Sin embargo, en los últimos años cambió el concepto y se aprecia mucho más la naturaleza como riqueza turística.

«Corrientes ha cambiado mucho su actitud. Fundamentalmente con el Iberá, nombre mitológico, querido pero poco conocido. Ahora pasó de ser desconocido querido a ser mucho más conocido. El correntino ve al Iberá como algo que vale la pena cuidar. El turismo de naturaleza es una opción de desarrollo», explica Jiménez.
Los guacamayos ya tomaron la reserva como suya. Aunque se espera que durante los primeros días, vuelen muy cerca de la jaula que los preparó para la libertad. Es que allí habrá alimento seguro, hasta que de a poco, se puedan valer por si solos.
«Cada guacamayo tiene un radiocollar para ser monitoreado. Va a ser un proceso muy largo, porque son animales que vienen de zoológicos o criaderos, que nunca vivieron en la vida silvestre. Hace dos meses están con dieta de supermercado y un poco de alimento silvestre, pero deben tonificar la masa muscular de sus alas y volar cada vez más lejos. Estimamos, aunque nos pueden sorprender, que durante dos meses estarán yendo y viniendo, hasta que el más curioso no vuelva», indica Jiménez.
La idea es reintroducir unos diez ejemplares al año. Seis esperan su turno para los próximos días. Tardan mucho en reproducirse y tienen una cría por año, aunque en cautiverio, uno o dos huevos pueden empollarse en incubadora. Como son longevos, cada grupo reintroducido se sumará al que ya está y en la reserva, estarán bien cuidados. Se considerará que hay una población estable cuando haya más de 200 guacamayos en libertad. Para entonces, se espera que hayan cruzado las fronteras geográficas y ya llenen de colorido a todo el nordeste, con Misiones y Chaco.
El proyecto ya tiene su rey del aire en libertad. Pero recién se cantará victoria cuando Tobuna, el yaguareté emblema, logre tener crías que vuelvan a dominar los humedales. La yaguareté espera pacientemente por una pareja en su enorme jaula de tres kilómetros de extensión, donde en las últimas horas sorprendió cuando cazó un enorme lagarto overo. Antes de fin de año podría haber una gran noticia, ya que hay un novio posible para Tobuna.

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