Don Juan Fabregat, el capitán de barco que navegó 60 años por el indómito río Paraná

La memoria de don Juan Fabregat, a pesar de sus 83 años aún está vívida para los recuerdos y las emociones, que surgen hablar con él de lo que fue su trabajo como capitán de barcos que navegaron por un aprovechado río Paraná para el tráfico fluvial, mientras estaba activo el puerto de Posadas, llevando carga y pasajeros entre Buenos Aires e Iguazú, a Corrientes, Chaco y a Paraguay. Pasaba así semanas fuera del hogar donde lo esperaba su esposa Ovidia y sus cuatro hijos varones, en la casa donde hoy descansa y disfruta de la paz con sus hijos y nietos, en avenida Lavalle a una cuadra de Centenario.

El ex navegante fue recordando cómo comenzó su trabajo, desde los 16 ó 17 años, » teníamos un sindicato que nos unía, en primer lugar comencé como aprendiz de marinero, fui escalando hasta que me jubilé, para eso tuve que hacer de marinero, nunca hice de cocinero, conocía el río por los años de tanto ir y venir a Buenos Aires, hay alguien que enseña, no es fácil, el río tiene como 1.600 kilómetros y no era fácil para retener, y con el tiempo ganarse la capacidad y condición para llevar un barco, el río no es como el asfalto que usted acá dobla la esquina y se va, en el río hay piedras, obstáculos cualquier cantidad».

Así pasó de marinero a baqueano, y de este rol muy importante porque es quien conoce el río palmo a palmo, pasó a capitán de barco. «Tenía mucho valor conocer el camino y resguardar a los pasajeros», dice, y agrega «había muchas empresas de barcos, una era la Dodero, muy conocida pero no existe más»

Su historia

Don Juan tiene 83 años, a punto de cumplir 84 el próximo 18 de noviembre. En su casa de la avenida Lavalle, abre la puerta que da hacia el Oeste y ve pasar por la vereda a los estudiantes que van a la Industrial, a los padres que llevan a sus chiquitos a la guardería del IPS, allí cerca en la esquina.

Quedó distante su barrio natal en la tradicional Bajada Vieja, su casa donde nació en la esquina de la calle continuación Félix de Azara y Moritán a pocas cuadras de la costa del río, donde tantas veces jugó con los compañeritos y donde muchas veces desapareció de la vista de los padres para nadar con ellos desde ese sector de la costa hasta el Brete, y sin miedo a caer en algún remolino sorpresivo y traicionero del río.

En la entrevista también participa su esposa, doña Ovidia Maidana, quien lo mira pensativa para contar también los recuerdos de esa época, entonces trajo las imágenes de “las mujeres que iban a lavar la ropa en el río, el agua era tan limpia que hasta se podía tomar, y la gente tomaba esa agua”, dice.

Don Juan no sólo nadaba en la costa, sino también recuerda que sus primeras incursiones fueron pasar en canoa hasta la vecina orilla para visitar la Virgen de Itacuá, o cruzar varias veces a nado el Paraná hasta Encarnación, en este punto doña Ovidia acota, “el río era otro, se podía hacer, no había problemas”.

DSC05034Epigrafe foto: Don Juan Fabregat con su esposa Ovidia Maidana , sus hijos Fredy , Jorge, Dani y Claudio; sus nietos Melissa, Tamara , Samantha, Flor y Pauli.

Con Ovidia (hoy 77 años ) tuvo cuatro hijos todos varones, Juan Ceferino de 52, está en Corrientes; Jorge Rómulo (50), el médico urólogo que está en Posadas; Hugo Daniel de 49, arquitecto vive en Posadas y Claudio de 40, contratista en Posadas.

Semanas viajando

Don Juan no supo recordar cuando fue su último viaje, pero su hijo Jorge sí, fue cuando su padre tenía 76 años, en el 2007, en total fueron casi 60 años de navegación. Zarpaban desde el antiguo Puerto de Posadas, hoy desaparecido por el progreso de la represa ya que ahí se abastecían de agua, provisiones y combustible.

Los viajes tardaban semanas y a veces permanecían más de un mes fuera de su casa. Doña Ovidia recuerda que su esposo llegaba a la noche después de semanas de estar afuera, al día siguiente tenía que zarpar. Una vez, Jorge se enfermó cuando era bebé, la madre mandó un telegrama a Juan que navegaba por Corrientes, le llegó medio tarde, porque cuando fue a recoger el mensaje ya había llegado un segundo telegrama que avisaba que el bebé ya había mejorado. «Qué lindo fue venir, subir al dormitorio y ver a Ovidia con Jorgito en brazos», se emociona todavía el ex marinero recordando ese episodio.

Don Juan navegó por los puertos de Buenos Aires, Rosario, Asunción, y llegó hasta Corumbá por el río Paraguay.

Ante las tormentas, ataban el barco a un árbol

ROMULBARCO
Como baqueano comandó el crucero “Terra Australis” entre 1990-1992, que venía con pasajeros e iba hasta Iguazú y Asunción.

Por supuesto hacía viajes hasta Iguazú, volvía y bajaba hasta Corrientes, llegaba hasta Barranqueras, Chaco. Muchas veces les sorprendía la tormenta, pero se tomaban las previsiones, conociendo la costa buscan algún lugar de protección en la cosat, donde “atábamos el barco a un árbol y ahí esperábamos que pase, una vez era tan fuerte el viento que el cable de acero temblaba, teníamos miedo que reviente y ahí sólo Dios sabe”, dijo don Juan recordando esos difíciles momentos.

El río no es fácil cuenta don Don Juan, “está lleno de obstáculos, bancos de piedras, de arena, yo tenía que ir parado timoneando y mirando todo el tiempo hacia adelante, sabía dónde había piedras y arenas y entonces doblaba aquí… allá esquivando, cuando tomaba una recta sabía que no había problemas, siempre hay que valerse del canal, le pasaba el mando al timonel y yo descansaba, eso era en los barcos que no tenían asiento, había que ir parado obligadamente”.

En todos esos años de trabajo estuvo embarcado en los barcos petroleros que traían combustible desde Barranqueras hasta la planta de YPF que estaba al finalizar la avenida San Martín, sobre la costa del río en Posadas.

Don Juan ya no recuerda los nombres de esas embarcaciones, pero aquí la ayuda memoria de su hijo Jorge, médico urólogo y mayor de los cuatro hermanos varones es fundamental: “El Angel Roberto”, “Panambí”, “Armonía”, “Resero” (barco de combustibles), “Dichosa correntina” y el remolcador –empuje “Tendotá”.

La carga que transportaban generalmente era de aceite de tung, soja y yerba mate.

El capitán posadeño era un conocedor de los temidos “saltos del Apipé”, en Ituzaingó, donde había un “espiador”, así llamaban al remolcador de apoyo para ayudar a los barcos y las chatas a cruzar los saltos.

Para Don Juan era “una profesión” navegar, trabajó en distintas empresas dueñas de barcos, como Gutniski, Flota fluvial del Estado, Trece Nave,ACBL, con los grandes empujes de gran calado 309-311.

romuloseñora
En la costa posdeña, Ovidia saluda a su esposo que va remolcando una larga barcaza río Paraná abajo.

Fue el primero en traer estos remolcadores o empujes como se denominaban a Posadas, con doce, 16 y hasta 20 barcazas con más de cien metros de largo.

Trabajó en los remolcadores utilizados en la construcción del puente Posadas-Encarnación, adonde llevaban provisiones y materiales en el medio del río, ya que no podían ser acercados de otra forma.

Participó en la elaboración de la normativa de pase en la esclusa de Yacyretá.

Fue profesor de los nuevos baqueanos que hoy surcan el Paraná.

Tuvo estrecha relación con el sindicato de Patrones de Cabotaje de ríos y Puertos.

“Baqueano” de condes y princesas

Como baqueano comandó el crucero “Terra Australis” entre 1990-1992, que venían con pasajeros e iba hasta Iguazú y Asunción.

También como baqueano llevó el arco de la Armada Argentina “Ara ciudad de Rosario” buque multipropósito, los trasladó hasta Iguazú.

ALTEANA

Además, comandó como baqueano el crucero inglés “Alteana” que había salido en mayo de 1997 de Islas Canarias y navegó por 65 días tocando distintos puertos hasta llegar a Posadas, donde se embarcó y llevó hasta Iguazú, con pasajeros que eran empresarios, y hasta había un conde y su esposa una princesa, según registraron los de Prefectura del Puerto de Iguazú, y que fuera publicado el jueves 8 de mayo de 1997 en el diario El Territorio, página 18.

Cuando trabajó en la empresa ACBL de hidrovías (norteamericana) tuvo una oferta de seguir en la actividad en la misma, pero en el río Mississipi, por tener similares características a nuestro río Paraná.

Una anécdota de río

La noche de la gran crecida del río, en 1983, y trabajando en los remolcadores del puente internacional, tuvieron que salir urgente ya que se había escapado un cilindro “base” del puente, desde Pacu Cuá, desplazándose unos 300 metros aguas abajo, donde ha quedado hasta hoy habiendo sido rellenado.

Para don Juan, el río Paraná, pese al lago de la represa hoy «sigue siendo río, pero los tiempos cambian, antes había barcos de pasajeros especial para trasladar a la gente, buques de carga, puerto, agencia marítima, sindicato, ahora no hay nada».

Y ¿el mito del marinero en cada puerto? fue la pregunta que faltaba, «, ahh todas esas son mentiras, una persona que tiene 60 ó 70 años no va a andar de novio por ahí».

¿En esa época se ganaba bien?, fue otra pregunta, » pero usted conoció algún navegante que hizo dinero, si tuvo la suerte de hacerse una casa muy bien, si está navegando no puede hacer otro trabajo adicional».

Don Juan Fabregat, capitán de barco jubilado. (Audios Misiones on Line).

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