El camino no es la confrontación, el camino es el encuentro

Por: Marcelo Leyria 

Construir la unidad respetando la diversidad es lo que nuestro pueblo demanda. Scioli es el candidato que interpreta el pensamiento del Papa Francisco y la doctrina social de la Iglesia.

El proceso político que vive nuestro país ha logrado grandes conquistas sociales, entre ellas, la distribución más equitativa de producto interno bruto, un gran aumento del poder adquisitivo, la posibilidad del consumo y un marco de previsibilidad. La Economía del país es sólida, y como decía Juan Pablo II “la economía será viable si es humana, para el hombre y por el hombre”.

Debemos mirar con atención lo que sucede en España, Grecia, Europa en general, e incluso en EUU donde los niveles de pobreza y exclusión social son alarmantes. Argentina tiene enormes desafíos, generar 5 millones de nuevos puestos de trabajo en los próximos 10 años, lograr que aumente el valor agregado de nuestras exportaciones para generar nuevas fuentes de trabajo. Estos desafíos tienen en común la necesidad de incluir a todo nuestro pueblo en un proyecto de país que haga centro en el desarrollo del hombre, y ello teniendo como eje fundamental el trabajo y la dignidad que el mismo genera en los hombres. En definitiva un país más justo.

Poner el acento en el trabajo permite que la persona se realice a sí misma y contribuya a la creciente humanización del mundo y de sus estructuras. “El hombre necesita trabajar, no solo para producir, para hacer, para enriquecerse. El hombre necesita trabajar, porque si no lo hace no es feliz”.

Pío XI hablando de justicia social decía que “a cada cual, por consiguiente, debe dársele lo suyo en la distribución de los bienes, siendo necesario que la participación de los bienes creados se ajuste a las normas del bien común o de la justicia social, pues cualquier persona sensata ve qué gravísimo trastorno acarrea consigo esta enorme diferencia actual entre unos pocos, cargados de fabulosas riquezas, y la incontable multitud de los necesitados”.

Esos desafíos no se pueden afrontar con una sociedad que se encuentra dividida y enfrentada, por lo que resta avanzar hacia un proceso de integración de los distintos sectores sociales y «tender puentes».

 

El diálogo como política de Estado

En este último tiempo algunos sectores manifiestan la existencia de una “grieta” en la sociedad argentina. Aquí hay que detenerse a distinguir dos situaciones diferentes, por un lado debemos identificar una tensión histórica que se dio y se viene dando desde el origen de nuestra patria hasta nuestros días, entre un grupo de dirigentes y terratenientes con eje en la ciudad de Buenos Aires que resolvieron el ingreso del país a la distribución internacional de trabajo como productor de materias primas: el país Agroexportador. Por otro lado, frente a esa idea de Argentina “granero del mundo” está la del país Industrializado, generador de empleo, integrador de las economías regionales, inclusivo y poniendo su eje en el trabajo como instrumento de integración social.

Esas dos visiones de país en estos últimos años –y también en otros momentos de nuestra historia- entraron en “tensión”. Una tensión que resulta inevitable a la hora de pensar cuál es el camino que debe tomar el país para que la sociedad, en su conjunto, esté integrada y todos sus habitantes “adentro” del sistema.

La “grieta” es otra cosa, es el resultado de una acción dirigida desde sectores empresarios y sus correspondientes medios de comunicación tendientes a profundizar esa tensión y sembrar la desesperanza y el enfrentamiento entre argentinos, haciendo hincapié en los errores o distorsionando los hechos y faltando a la verdad.

Hoy toda nuestra sociedad demanda la comunión entre argentinos. El argentino no es conflictivo, todo lo contrario, es solidario se preocupa por el otro, es gaucho y hace “gauchadas”. El argentino es un hombre de paz, no de guerra. Por ello, para avanzar en la construcción de un pueblo en Paz, con Justicia y Fraternidad, el camino no es la confrontación, el camino es el encuentro.

De esta tierra nació un hombre que profesa la paz y la unión entre todos nosotros y entre todos los habitantes del mundo. El mensaje es claro y preciso, su santidad el Papa Francisco nos dice: “La unidad es superior al Conflicto”. Enseña que el conflicto no puede ser ignorado o disimulado, hay que asumirlo pero sin quedar atrapado en él, “Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad”.

Y profundiza la idea diciéndonos que “ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias confusiones insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible. Pero hay una tercera manera, la más adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso”.

La solidaridad como principio social y como virtud moral, el destino universal de los bienes, -verdad, libertad y justicia- como valores fundamentales de la vida social, la familia como célula vital de sociedad, la participación democrática en la fuerzas vivas de la comunidad, la solidaridad entre los trabajadores, son principios de la doctrina social de la Iglesia que nos guían como preceptos rectores de nuestro accionar social y político.

Desde esta perspectiva doctrinaria, desde la necesidad de asumir la responsabilidad de interpretar las demandas de los distintos sectores de la sociedad, desde el convencimiento de que los dirigentes debemos militar la “cultura del encuentro” entre los argentinos, sabiendo que la “realidad es superior a la idea”, en esta coyuntura nacional, Daniel Scioli es el dirigente que tiene la capacidad de tender puentes entre los distintos sectores de la sociedad y lograr el encuentro de todos los argentinos.

Por: Marcelo Leyria | Para Letra P

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