La tolerancia como arma

Calma, paz, paciencia, mucha paciencia, porque están buscando que cometamos un error”. La apelación del gobernador Maurice Closs parece pintar el instante antes de la tormenta. Pero sirve para entender el escenario en el que se desenvuelve el tiempo político, con todo lo que falta para el 25 de octubre.
La cuerda está tensada al extremo con la protesta de un grupo de huelguistas que decidió hace más de 50 días abandonar las aulas, las tizas y los chicos. La protesta está exacerbada por cortes de ruta y calles y ahora politizada al máximo, con arengas de candidatos y diputados de la oposición que pretenden abrevar en un piquete lo que no consiguieron en los últimos años.
«Les dolió en el cuero el resultado electoral de agosto. Se hicieron la idea de que estábamos en un país que quería cambiar muchas cosas. El cambio es natural pero cambiar no significa echar por tierra y dejar atrás a un Gobierno que hizo todas estas transformaciones. No, significa animarse y continuar los caminos trazados y hacer las cosas que hay que hacer. Mejorar las que hay que mejorar porque sin duda que hay que mejorar cosas», argumentó Closs haciendo un llamado de atención a dirigentes y militantes de la Renovación.
El Gobernador sostuvo que, aunque amplificada, la protesta sindical no deja de representar a una «minoría», que «busca que perdamos la paciencia».
«No la vamos a perder porque si pudimos crecer y vivir en paz en estos años no tenemos que salirnos de ese trillo. Y van a pasar las elecciones y estas cosas que son altamente politizadas, se irán corrigiendo y se irá volviendo tranquilamente a la paz y la convivencia», adelantó. Closs volvió a ser mencionado como un integrante de un eventual gabinete de Scioli, por lo que la atención mediática también se concentrará en Misiones.
El llamado a la calma no tiene únicamente que ver con el escenario provincial, sino con un contexto general enrarecido que coincide con el año electoral y que se potencia ahora, a poco más de un mes para las elecciones presidenciales. Las sucesivas denuncias de fraude que hizo la oposición tras cada derrota, tuvieron su punto cúlmine en Tucumán, donde hasta ahora ni Mauricio Macri ni Sergio Massa reconocen que su candidato perdió, aunque ya lo admitieron el candidato massista a intendente de San Miguel y el inefable Felipe Solá, quien, aseguró, de todos modos, que el gobernador Juan Manzur «queda manchado». Parece ser ese y no otro el objetivo de estas escaramuzas electorales. Que el ganador, si no responde a la idea del «cambio» impuesta por algunos medios, quede mancillado sea cual fuere la diferencia que obtenga. Las denuncias de fraude se sucedieron en Salta, con voto electrónico, en Santa Fe, con boleta única y ahora en Tucumán, con la boleta de papel. Los sistemas no importan. Si hay derrota, equivale a fraude. Donde el candidato kirchnerista perdió, fue «la sociedad la que apostó al cambio» y no hubo denuncias de ningún tipo del oficialismo.
La estrategia no por obvia deja de ser utilizada. Ya lo hizo la oposición en 2007 y lo está padeciendo Dilma Rousseff en Brasil, donde Fernando Henrique Cardoso, primero pidió su renuncia y ahora dice que el poder de la presidenta se está quedando sin fuerzas. Si Daniel Scioli gana, como proyectan la mayoría de las encuestas, se podrá decir después que tiene «legitimidad fragmentada», concepto acuñado por Elisa Carrió hace unos años.
Lo cierto es que las jugadas de la oposición pretenden disimular el escaso acompañamiento social de los argentinos. Lejos de un fin de ciclo, el kirchnerismo se impuso en 20 provincias en las Primarias y los gobernadores ganaron en la mayoría de las elecciones previas. Las explicaciones son varias, pero quizás la fundamental es que la sociedad entiende que no puede retroceder en los derechos adquiridos y que, en todo caso, lo que hacen falta son correcciones, pero no giros dramáticos como en otras épocas.
Hasta el FMI reconoce el efecto de las políticas de los últimos años. Ubicó a la Argentina entre los cinco países de la región que más redujeron la desigualdad y destacó el efecto generado con la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la mayor cantidad de personas incorporadas al régimen previsional. Agregó que “además de mejorar los niveles de vida de los pobres, las transferencias monetarias han contribuido a la salud, la educación y la nutrición de los niños que viven en condiciones de pobreza y, por ende, encierran la promesa de mejores oportunidades de empleo en el futuro”.
No es la única que reconoce méritos. Gabriela Michetti, la compañera de fórmula de Mauricio Macri, sostuvo que los argentinos votaron a Daniel Scioli por “terror de perder por lo menos lo que tienen”. Clarísimo.
En cambio, en el PRO insisten en que la única receta es el ajuste. El economista José Luis Espert volvió a pedir recortes y demandó “prescindir de gran parte del empleo público, claramente inoperante, devaluar el peso, congelar el gasto público, eliminar el cepo” y pedirle dólares prestados al FMI para solventar los rojos del Estado, habida cuenta de que la tasa que rige para la Argentina hoy día supera ampliamente el tipo de interés internacional.
Hay muchos análisis sobre el oficialismo, pero casi ninguno sobre el devenir de la oposición. Ni sus dirigentes encuentran explicaciones por tanta caída libre. El atronador “que se vayan todos” de 2001, tras la dramática fuga por los tejados de Fernando De la Rúa, hizo una gran mella en el corazón del bipartidismo. Desde entonces, nada fue igual. El partido Justicialista sobrevive porque Néstor y Cristina son de raíces peronistas y Daniel Scioli se define como tal. Pero aquel aparato imbatible ya no es lo que era.
El radicalismo no tuvo tanta suerte. Después del fugaz último paso de un radical por la Rosada, todo fue en declive. Perdieron representatividad en el Congreso, perdieron gobernaciones e intendencias. Negociaron lo que quedaba del sello y se quedaron por primera vez sin candidato a presidente. Es tal el derrumbe que el radicalismo misionero debe mendigar poder ir colgado a la boleta de Macri para no circunscribir sus chances únicamente a la de los candidatos locales, que, a la luz de las PASO, son insuficientes.
El problema es, en el fondo, que el radicalismo no sabe cuál es su identidad. Hay mucha juventud identificada con Raúl Alfonsín que votará sin dudar a Macri por la «organicidad» y para preservar el partido. Pero hay otros que creen que Macri es lo mejor que le puede pasar al país y están convencidos que poner a la UCR al servicio del proyecto amarillo es un sacrificio por la patria. De las banderas ideológicas nadie se acuerda y ahí radica una de las principales falencias.
En el peronismo misionero pasa otro tanto. Recién ahora parece recuperar aire, pero hasta hace apenas un puñado de años sería impensable que no haya candidato a gobernador con el sello del PJ. No hay. Hay algunos dirigentes del Frente para la Victoria entremezclados en la lista del Frente Renovador y tienen esa opción porque en los últimos años, no sin antes dirimir severas disputas internas, el partido se volcó hacia el kirchnerismo. Los disidentes están un poco en el PRO y otro tanto en el massismo, pero el poderío lejos está de ser lo que fue desde el retorno de la democracia.
Un veterano que hoy está en el llano como observador, asegura que el «el peronista muta de piel» y que, en última instancia, habrá un reacomodamiento. Pero admite que los viejos tiempos del PJ fuerte, ya no volverán. Hay una franja de la juventud que se crió por fuera de las estructuras a la que ya no le interesa “la sede”. Sin embargo, advierte que la crisis política va incluso más allá. «El PRO es un partido a todo o nada. Si gana, habrá muchos intendentes y dirigentes con respaldos. Si pierde, muchos desamparados, adelanta.
Un contemporáneo radical es más pesimista con el futuro de su partido que lo supo llevar a la Legislatura provincial. “Será difícil la recuperación sin un candidato a presidente y obligados a votar a Macri. ¿Por qué votar a Gustavo González si el PRO es el original?”, sintetizó.
La culpa de esta profunda crisis partidaria no es de la transversalidad, ni de la Renovación, ni del kirchnerismo, sino de los propios partidos por haber abandonado sus raíces populares para abrazar recetas que lo único que hacían era estirar la agonía de los argentinos.
El peronismo lo hizo con fervor en los 90. El neoliberalismo tuvo su apogeo con Carlos Menem en el poder. Pese a la visible grieta -si, la grieta social que se prefería no mirar-, con una enorme desocupación, pobreza y desigualdad, generados por años de un Estado ausente, el radicalismo, con la Alianza, prolongó el modelo y no hizo más que llevar al país a la más profunda de las ciénagas. Los mismos economistas y muchos de sus dirigentes se reciclaron en el PRO, como Carlos Melconian o Federico Sturzenegger o Patricia Bullrich. Y obviamente, no esconden las ideas que sostenían hace 20 años.
Pero no hay autocrítica por ello. La mayoría de los dirigentes opta por un análisis coyuntural que justifique sus posturas del hoy, como la alianza con Macri. Pero no están dispuestos a hacer una revisión del pasado reciente para entender por qué sus votantes prefieren inclinarse por sostener el modelo actual. La respuesta, sin embargo, puede ser sencilla.
El radicalismo está complicado. La ausencia de un candidato a presidente lo deja con boleta corta y lo obliga a pelear en la Justicia poder llevar a Macri. Pero eso no es lo peor, sino la fuga de dirigentes hacia el PRO. El golpe de efecto mayor fue el de Mario Pegoraro, diputado de la bancada radical que fue presentado como el vice de Alex Ziegler en Cambiemos, por lo que inmediatamente comenzaron los pedidos de que deje su banca. Pero el problema no es Pegoraro, sino los demás dirigentes -algunos con cargos- que trabajan decididamente por Macri. Habrá que hacer una nueva purga y mucho mayor si se quiere sostener a la UCR «pura». Por mucho menos -haberse opuesto a las negociaciones con el PRO- fueron expulsados María Losada y Hugo Escalada.
Hoy el PRO sin demasiado esfuerzo, tiene una oferta electoral que supera en número a la UCR y al peronismo. Irrumpe como nuevo jugador buscando convertirse en el referente opositor, lugar que reservado para alguno de ellos hasta la irrupción de la Renovación.
Sin embargo, solo la Renovación cubre todo el territorio provincial con su propuesta electoral. El entusiasmo del PRO con los candidatos que sumó de otras fuerzas, parece haberse circunscrito a las grandes ciudades. En otras, ni noticias por falta de candidatos y también por un desinterés por las pequeñas localidades que aportan pocos votos.
En total, los candidatos de Cambiemos, se presentan en 53 municipios, con un promedio de 4,4 candidatos, apenas por debajo de la Renovación, que llega a 4,9, pero con todos los municipios.
El radicalismo, pese a las fugas, inscribió a 145 sublemas -que ahora hay que sostener-, distribuidos en 71 municipios, mientras que el Frente Unidos de Ramón Puerta, anotó a 183 en 48 localidades. El partido Agrario y Social que llevará a Héctor Bárbaro como candidato a gobernador, tiene presencia en apenas 30 municipios. En el PRO no tienen dudas de que serán más los radicales que se sumarán en los próximos días -Javier Corti, de Puerto Rico, será candidato a diputado- y mantienen las líneas telefónicas abiertas, especialmente con la juventud, un botín deseado por caras nuevas que ya tuvieron un buen paso por las elecciones de 2013.
La Renovación apostó por un uso moderado de los sublemas y una oferta bien segmentada en los municipios, con candidatos que cubren todo el espectro ideológico. En cuanto a los diputados, cuyo plazo de inscripción vence mañana, la sorpresa para muchos fue que ninguna especulación resultó cierta. Mucho se dijo sobre los nombres que iban a integrar la nómina, pero casi nadie acertó. Ya se sabía desde mayo que Carlos Rovira iba a encabezar la propuesta. Solo restaba conocer al resto. El segundo lugar fue para Orlando Franco, el intendente de Posadas, a quienes muchos imaginaban en una oficina porteña. En el tercer puesto aparece la primera novedad: María Inés Rebollo, actual directora de la escuela de Comercio 6 de Posadas y de la ONG Previo, contra la violencia es una candidata que llega de fuera de la política.
El cuarto lugar será ocupado por el intendente de Capioví, Raúl Flach, mientras que el quinto puesto lo ocupará Lucas Cácerez, un joven del Frente para la Victoria de Leandro N Alem, hermano de Gustavo Cácerez, Coordinador General de Asuntos Político Institucionales de la Unidad Presidente.
El sexto lugar será para Cristina Novoa, la esposa del intendente de San Vicente y el séptimo para el contador Juan Marcelo Rodríguez, actual prosecretario Legislativo de la Cámara de Diputados.
Desde el Alto Paraná, el médico Oscar Alarcón, gerente asistencial del Samic de Eldorado, buscará ocupar una banca, seguido por Silvana Giménez, la hija del gremialista «Polilla» Giménez. El décimo puesto fue reservado para un luchador por los derechos humanos y la memoria, verdad y justicia: Héctor «Peloncho» Escobar, hermano del actual jefe de Gabinete y candidato a intendente de Posadas.
El onceavo puesto fue reservado para el empresario transportista Jorge Petersen, mientras que la productora de Los Helechos, Roxana Argüello, histórica dirigente de la Asociación de Productores Agropecuarios de Misiones, también será parte de la propuesta política. El joven abogado Nicolás Daviña ocupa el puesto trece de la lista, seguido por el también joven economista Juan Pablo Ramírez. La psicóloga Mariela Aguirre, subsecretaria de Prevención de Adicciones de Salud Pública ocupa el puesto decimocuarto.
Los demás partidos trabajaban contrarreloj para presentar sus propias listas. El PRO tenía confirmados a Jorge Rattier, presidente del partido en Misiones, Victor Kreimer, el diputado de Trabajo y Progreso que buscará su reelección -una de las condiciones que puso Claudio Wipplinger para volver al macrismo-, Alba Nilsson, una licenciada en gestión educativa de Oberá, el radical Javier Corti y Carlos Rodríguez.
En el entorno de Ramón Puerta había hermetismo sobre la lista de diputados y ni siquiera sus principales allegados sabían cómo se iba a armar. El Pays de Bárbaro solo tenía confirmado a Martín Sereno, el agitador del norte provincial, acusado de incitar la toma de tierras en Andresito.
En el radicalismo había que barajar y dar de nuevo, ya que a la lista armada el año pasado en las internas, habrá que sumar ahora algunos nombres de socialistas. Pero hasta anoche no tenían confirmaciones.
Sí trascendió que las listas se darían a conocer en plenitud en una conferencia de prensa en la plaza 9 de Julio, hoy ocupada por los piqueteros docentes.
No es casual el lugar elegido. La plaza ha sido ocupada no solo por la manifestación pública, sino que es el escenario de un incesante desfile de diputados y candidatos de la oposición que intentan allí encontrar algunos votos perdidos.
Los piqueteros los reciben como si fueran los aliados al final de la Segunda Guerra. Y hasta se ofrecen como candidatos, como Mariana Lescafette, será una de las postulantes de Cambiemos.
Pero resulta cuanto menos curioso que los piqueteros docentes confíen en representantes de un candidato que paga menos sueldos y cuyo presupuesto educativo fue recortado en la ciudad que gobierna. Y que dice con soltura que los salarios son parte de los “costos” y por lo tanto, deben reducirse para que cierren los números.
“Quiero lo mejor para todos aquellos docentes que día a día, se ponen alma de tiza y guardapolvo y dan lo mejor de sí mismos”, dijo un candidato a gobernador sin ponerse colorado, hablando con quienes no se ponen un guardapolvo hace casi dos meses.
Es curioso que los piqueteros se sientan identificados con legisladores de un partido que cuando estuvo en el Gobierno no dudó en recortar salarios y jubilaciones. ¿O ya olvidaron a Patricia Bullrich, ministra de Trabajo de la Alianza y hoy candidata del PRO?

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Es curioso que confíen en un candidato a gobernador cuyo principal socio aplicó severos ajustes y mantuvo congelados los salarios durante todo su mandato. Pero se sienten reconfortados con la promesa de Adolfo Velázquez, el candidato a gobernador que anunció un paro del transporte para “meter presión” al Gobierno.
¿Cómo esperan gobernar, en caso de ser elegidos, si tutelan los piquetes como mecanismo de extorsión?
A diferencia de las historias de ajuste, Misiones aumentó en el último año los salarios en un promedio del 33 por ciento y la masa salarial se incrementó 45 por ciento. Es la quinta provincia que más subió los sueldos docentes, bastante por encima de la ciudad que gobierna Mauricio Macri. Y en comparación, un docente con diez años de antigüedad, gana casi lo mismo que allá, con un costo de vida mucho más bajo en Misiones.
Pero ni los piqueteros ni los dirigentes de la oposición intentan disimular nada. Es claro que el escenario le sirve a ambos. Altamente politizado. Buscan generar algún hecho que ensucie el proceso electoral. Hasta utilizaron a sus propios hijos como escudos en las marchas.
Los “docentes” no buscan arreglar nada. Desde marzo vienen corriendo la vara y después de reclamar mayores aumentos, por último se enfocaron en “los que menos ganan”. El Gobierno en las últimas horas hizo una oferta concreta para beneficiar a los sueldos más bajos, en la franja de trabajadores de cero a diez años de antigüedad.
El acuerdo había sido trabajado con la Mesa de Diálogo, integrada por los gremios legalmente reconocidos y en teoría, debería satisfacer a los cortarutas. Pero hasta anoche no hubo respuesta positiva. Ahora el reclamo es que no haya descuentos por los días no trabajados. Quedaba una luz de esperanza de acuerdo. Sino, habrá que esperar, tener paciencia y que las urnas resuelvan el conflicto.

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