Cuando el respeto por las tradiciones y el amor por la tierra te dan la bienvenida

Por Eliseo Rodriguez
Cuando emprender un viaje no solo es movilizarse para ver los atractivos de un destino desde afuera, con cara de turista sorprendido, admirado pero sin vivir lo que pasa desde adentro; cuando no solo es desesperar para sacarse fotos para las redes sociales sin antes vivir el momento con los sentidos del cuerpo, los del ser, no solo de una lente y un flash; Cuando un viaje se transforma en algo más que un cambio de paisaje. Cuando la ruta es directa y te lleva a un lugar que impregna tus emociones si sabes percibir.

Cuando esto pasa, llega sin filtros la esencia cultural, histórica y emocional de la tierra que contiene a su gente, que es la que preserva y resalta su enorme y eterno valor. Cuando esto pasa el viaje es completo.

Escribo esto porque la semana pasada junto a unos amigos Marcela Barengo, Horacio Reta y Carolina Monjes emprendimos el viaje a Jujuy invitados por Marcela para conocer su provincia y a su gente,  ya que escuchamos mucho sobre el lugar en este tiempo en el que vive aquí donde estudió la licenciatura en Genética, así que era tiempo de conocerlo.  La idea era compartir la grata experiencia de hacer el recorrido juntos e ir a conocer este bello lugar y a una hermosa familia como lo son los Barengo.

Si bien tengo que comenzar contándoles que Jujuy estaba ya en mis pensamientos desde hace un tiempo así que conocerlo fue como  un déja vú esperado, todo gracias a las historias que nos contó Marce y su familia cuando nos visitaron en Misiones en otras oportunidades, el escucharlos hablar de su paisaje de sus rituales, el escucharlos cantar hasta la emoción sus canciones heredadas de generación en generación, todo eso hizo que me prepare para poder vivir la experiencia de una Jujuy nativa, pura y orgullosa de sí misma y atenta a todo aquel que se acerca a compartir.

Y Compartir fue una de las palabras que mas escuché en esos días. Y si tengo que hablar de imágenes que guardo, hablaría de las sonrisas cálidas, los cerros y montañas que protegen un valle lleno de historias para contar.

Con los sentidos a pleno y admirando el ingreso a la capital de la provincia llegamos a San Salvador de Jujuy, allí fuimos recibidos en casa de Marcela. Patricia y Ramón los anfitriones, padres de Marce nos estaban esperando. Llegamos y nos instalamos como en nuestra casa porque eso fue lo que nos remarcaban, saludamos a los demás integrantes de la familia Maria José, Monica, María del Huerto, Antonio y Leonel que nos recibieron con lo mejor de sí.

Fuimos en un momento del año muy especial ya que se lleva a cabo una ceremonia muy conocida en el norte de Argentina y países andinos, me refiero a los festejos de la Pachamama que es agasajada todos los meses de agosto.

En toda Jujuy Agosto se vive con estos festejos, en las casas se organizan para este ritual milenario.

En la noche del viernes fueron llegando  los amigos que año a año acompañan. Amigos de los padres y de los hijos,  ahí estábamos nosotros.

Ramón fue quien abrió la ceremonia que es muy alegre y festiva primero sahumó la casa y a los presentes con aromas muy agradables limpiando el ambiente y nuestras energías, luego agradeció a la Pachamama para después pedir lo que deseaba para él y su familia, al concluir Carolina y yo que era la primera vez que estábamos presentes en la Pacha, como la llaman, fuimos invitados por el anfitrión a vivir ese momento tan especial.

Ahí de rodillas a la luz de las velas y con la tierra abierta al frente agradecí todo aquello que nos otorga, todo eso que sale de ella y además cosas que son intangibles pero vienen de la misma fuente. Mientras le iba dando de comer y de tomar a la tierra.

Luego le pedí por lo que más amo, mi familia, amigos, por el trabajo que elegí y porque siempre se quede en mi ese sentimiento de estar agradecido y conectado con valores y creencias sobre la divinidad del suelo que nos contiene, que viene de un creador que todo nos brinda si sabemos ser agradecidos, además de pedir y cuidar aquello que tenemos.

Todos los invitados pasaron por allí haciendo lo mismo agradeciendo y pidiéndole a la madre tierra.

La noche avanzó y los festejos siguieron, llegó la cena con un menú típico, empanadas con salsa llajua, muy picante pero que eleva el ánimo, además un rico locro que cocinaron de una manera magistral Ramón y el Colo un amigo de la familia, este plato llevó varias horas en ser preparado, todo ese tiempo lo pasamos al rededor del fuego escuchando historias de carnaval, de rituales simbólicos tales como el día en que desentierran al diablo y cuando este baja de los cerros para animar a la gente a bailar y olvidarse de sus problemas.

Escuchar estas historias acompañadas por buen vino y la música folclórica de artistas que  llenan sus letras con rasgos del paisaje y el clima, hace que ese momento previo a la cena, sea lo mejor del plato en sí.

La mesa era enorme y estaba llena de sonrisas y muchas voces.

Brindamos por poder estar allí y compartir este momento. Luego literalmente corrimos la mesa y comenzó el baile. Los encargados de abrir la pista fueron los integrantes de un grupo de baile de carnaval jujeño «Los Sayas» al cual pertenece Antonio uno de los hermanos de Marcela. La fuerza del baile, el poder de los trajes y los colores más la alegría de los rostros hicieron de preludio para una noche llena baile y emoción.

Me pareció bueno centrar la mirada en las personas y sus costumbres, en la enorme posibilidad de conocer una cultura no solo recorriendo paisajes y edificios sino viviendo y la experiencia con la gente del lugar.  Claro está que Jujuy tiene muchos colores y paisajes surrealistas que atrapan y enamoran que no podría describir solo en un texto.

Al día siguiente fuimos a la recreación del éxodo Jujeño que se ocurrió hace  203 años y fue el momento en el que  los habitantes abandonaron sus casas y pertenencias para viajar a pie a Tucumán y al salir de la ciudad quemaron las casas para no favorecer la instalación de los invasores, esta fue una estrategia de defensa del Triunvirato; en este marco se vistió de fiesta la ciudad, se realizó la quema de las casitas en las márgenes de uno de los ríos que atraviesa el centro de San Salvador de Jujuy. Miles de personas estuvieron allí, desfilaron agrupaciones gauchas e instituciones. Todo formando parte del recuerdo de una población que no olvida lo que ha vivido para defender y cuidar nuestro suelo. Es por esto que decidí escribir un poco para compartir la emoción que me brindo este lugar y su hermosa gente.

Luego de la representación del éxodo fuimos  al Centro Cultural «Manuel Belgrano» (exestación de trenes) que tiene una fachada única e imponente, allí en los galpones había una fiesta a la que llaman «Los hornitos» porque es en ellos donde cocinan comidas típicas como tamales, humita, locro empanadas y otras exquisiteces gastronómicas.

La noche se volvió mágica con las zampoñas y sus sonidos que hacen vibrar el alma junto al sonido de las palmas de miles de personas de todas provenientes de todas partes acompañando las chacareras y las sambas interpretadas por artistas que fueron enormemente aplaudidos.

Ojalá imitemos un poco esta forma de vivir y de ser de los Jujeños preservando lo nuestro que es tan fuerte y rico en lo cultural,  de poder saber nuestra historia, de recibir a nuestros visitantes como si fuera una fiesta y mostrar lo mejor de nosotros.

Ahora me queda volver para el carnaval que es la palabra más nombrada en la primera charla cuando conoces a un jujeño que te pregunta ¿de dónde vienen? y acto siguiente te recomienda el carnaval entre tantos otros festejos, además de nombrarte las ciudades que tendrías que conocer de su querida provincia.

Gracias a los Barengo y a Jujuy por recibirnos y por entusiasmarnos en volver.

Cuando un viaje se realiza con la guía de la gente de lugar quienes te llevan a vivir sus mejores momentos, rituales y festejos el recorrido es completo.

Eliseo Rodriguez

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