Clínica 13 de gala: Corvata Corvalán revolucionó Santa Rita

El salón parroquial de Santa Rita vivió una tarde especial con un invitado de lujo. Marcelo Corvalán, bajista y cantante de Carajo, encabezó un encuentro digno de sacarse el sombrero o, mínimo, concurrir de saco y “Corvata”.

… y de repente, el ídolo que sobre el escenario empuña el bajo con fiereza y altas dosis de agresividad positiva para rapear y gritar en clave de nu metal, al nivel del piso demostró que fuera de su personaje, es un tipo que derrocha humanidad y humildad. Algo que, lejos de sorprender, confirma el porqué Carajo es una de las bandas más respetadas de la escena rock del país.

Convocado por el Ministerio de Desarrollo Social en conjunto con los Músicos Populares Misioneros, la llegada de Marcelo Corvata Corvalán fue festejada por la legión de fans que Carajo posee la provincia, lo que desembocó en la estación de Clínica 13 más masiva de las realizadas hasta ahora.

Sacate la máscara
Lejos, muy lejos de ese recio bajista que escupe verdades detrás del mic mientras le saca filo a su bajo, Marcelo Corvalán, a los 44 años de vida, es un tipo humilde, sencillo, carismático y, sobre todas las cosas, sincero. Totalmente en las antípodas de ese estilo de artistas que viven con el cassette puesto. Desde decir sin pelos en la lengua que la cumbia villera es nociva para los jóvenes (pero negándose a los aplausos que despertaron sus dichos ante los cientos de fans que colmaron el salón parroquial) a reconocer que hoy la tecnología le ha quitado mucho del romanticismo al rock. «Ponete a escuchar un disco de Deep Purple, Zeppelin o Black Sabbath, allí se siente ese espíritu de superación. Hoy uno entra a la sala de grabación más relajado porque sabe que si algo no le sale tan bien, el técnico de sonido lo arregla mientras uno está sentado en un sillón tomando una coca».

Todos somos analógicos
Y claro… criado musicalmente en tiempos de grabaciones analógicas que obligaban a volver a grabar cada vez que se cometía un error, Marcelo Corvalán despotrica contra las nuevas generaciones de artistas que graban en mega estudios con puros efectos que le hacen perder la identidad a la banda. «Escuchás una banda en un disco y suenan cuatro voces o seis guitarras, y cuando vas a verlos en vivo no sabés cuál de ellas es la verdadera». Obviamente, en estos tiempos es muy difícil escapar de la tecnologización, pero «una cosa es utilizar la tecnología en favor de una canción, pero otra es que se apropie de ella, y a veces lo hace hasta del espíritu de la bandas. Por eso me cuesta mucho escuchar bandas nuevas, suenan muy parecidas».

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Todo tiempo pasado fue mejor
… como buen veterano de los escenarios, Corvata gusta de las anécdotas, y siguiendo con el tema de las nuevas generaciones vs. el rock old school, contó: «Hoy hay bandas que se fijan más en si el tatuaje luce bien o la pose a la hora de tocar para verse más rudos. Antes no era así, Ian Gillan y Ritchie Blackmore (voz y guitarra de Deep Purple, respectivamente), por ejemplo, apostaban pilas de billetes a ver quién podía grabar su parte de una canción en una sola toma, no como otros que se pelean por ver quién aparece en la tapa de la Rolling Stone».

Nos ponemos serios
“Ensayar, ensayar y ensayar”. Consecuente con ese viejo rock del que no sólo aprendió sus canciones sino también sus códigos, no duda en admitir que «El verdadero sentido del rock no es rockear, es dejar una huella, y para ello no es necesario salirse de las reglas porque sí. El arte tiene sus reglas, y hay un gusto universal. Si lo que hacés está bien hecho le puede gustar a tu vieja y a tu abuela también. La verdadera intención del arte fue y debe ser el transmitir algo. El arte comunica y emociona».

Ahora nos ahumamos
El reggae siempre fue un género respetado por los músicos de géneros más duros. Desde los The Clash a los Bad Brains o los mismos Faith No More. En el caso de Corvata, su aproximación se debió a cuestiones tanto musicales como «espirituales», pero lejos del rastafarismo. Él lo cuenta así: «Siempre respeté mucho el sonido del bajo del reggae, especialmente el de Family Man (el mítico Aston Barret, director musical de los Wailers y responsable de gran parte de la fama alcanzada por el gran Bob Marley), que es el que creó el sonido del reggae moderno. Tratando de aprender a tocar reggae aprendí también lo importante que son los silencios, a veces mas importantes que los sonidos en sí. Tocar el bajo de una canción de Bob Marley te transporta, es un ejercicio que todos los bajistas deberían hacer y, particularmente a mí, me ayuda mucho a manejar la ansiedad.

Peligro Fama
El mayor riesgo para una banda de rock no siempre es la intrascendencia, ese frío que corre por la espalda cuando uno se da cuenta de que la cosa no funciona, sino todo lo contrario. Para Corvata, un artista que se hizo de abajo y que sabe muy bien lo que es tocar para casi nadie o llenar estadios en toda Latinoamérica, el mayor peligro es justamente lo contrario: la fama. «Si uno no sabe cómo manejarla es muy fácil perder el piso. Si yo me creyese todo lo que me dicen, sería un capo, un master, un maestro, un titán, un ídolo, un genio y muchas cosas más, pero nada que ver. Lo que hay que hacer es trabajar y trabajar, ponerle ganas cada día para así frustrarse un poco menos si algo no sale tan bien como uno piensa. La clave es hacerse de abajo».

Nos vamos al Carajo
Luego de dos horas de jugosa charla y enriquecedoras anécdotas, la aceituna del Martini. La ya clásica zapada con músicos locales esta vez estuvo conformada por Elías Mónaca (batería en Kuhmus), Dani Méndez (guitarra en NECTAR) y Martín Jara (bajo y voz y Roots). Luego de un comienzo como dos boxeadores que se estudian antes de dar sus mejores golpes, llegó la explosión con «Chico Granada» y «Joder», como para que no queden dudas de que, además de feria franca, en Santa Rita hay rock.

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