Liberalismo económico y subdesarrollo crónico

Respecto al subdesarrollo crónico, y a las crisis inducidas y provocadas intencionalmente, no puede soslayarse que el liberalismo económico ha sido una poderosa herramienta de subordinación permanente, utilizada por los países desarrollados para someter a los que no lograron salir del estadio de producción primaria-dependiente. Tal el caso de Argentina, que con las complicidades internas, operó como simple granja proveedora barata de insumos para la industria británica, mientras se nos impedía desarrollarnos, en un marco de cerrada colonización cultural y total dependencia política, matizada por meros formalismos de supuesta independencia (lo que Julio C. González llama “independencias cromática y musical”). Similares procesos, tal vez no tan evidentes, sucedieron en todas las naciones hermanas de Íbero América, y también en África y Asia, con naciones fragmentarias, condenadas al subordinado rol de simples proveedoras de materias primas baratas con la dependencia de productos tecnológicos e industriales de las potencias colonialistas y/o industriales de cada momento histórico. A fines del siglo XX, el liberalismo tradicional había mutado al neoliberalismo, con los dictados del Consenso de Washington y las “recetas” recesivas del FMI, esparciendo miseria y acentuando el subdesarrollo en Asia, África, Íbero América y El Caribe. En Argentina, lo peor de esa doctrina, fue padecida en los años ’90, terrible época que algunos quieren reeditar, apelando a la colonización mental de desmemoriados varios, de quejosos crónicos y otros odiadores seriales (entre estos, curiosamente haciendo causa común, los trotskos, los mitro marxistas, los anarquistas, y otros “progresistas” fuera de foco; codo a codo con patrioteros de bandera añorantes del “proceso”, estos últimos negándose a asumir todo el tremendo daño generalizado que perpetraron, al apoyar a los testaferros locales del poder financiero transnacional). Los pocos países que no sucumbieron a esa doctrina político-económica, y que consecuentemente tuvieron Estados activos, medidas proteccionistas efectivas y clara vocación de grandeza, lograron salir del subdesarrollo crónico. Por caso, los hoy poco nombrados “cuatro tigres de Asia”, luego las potencias emergentes –descollando entre estas las del BRICS-, y algunos casos más que forman el grupo de los Doce Emergentes (E 12), dentro de los cuales está Argentina. Incluso los “campeones del liberalismo” de la actualidad, EEUU, la UE, Japón y algún otro, solo lograron desarrollarse cuando en el siglo XIX rompieron el molde de la doctrina liberal dieciochesca, impuesta desde Gran Bretaña para perpetuar su supremacía, la cual precisamente comenzó a caducar con la Segunda Revolución Industrial decimonónica, entre 1860 y 1900. Curiosamente, por el poder desenfrenado del sector financiero, las “recetas” recesivas y la especulación desenfrenada afectan a EEUU y están siendo aplicadas en Europa, alcanzando incluso sus efectos al antes todopoderoso G 7, grupo hoy muy importante pero ya no omnipotente. ¡Prueban su propia venenosa “medicina”, instigada por el FMI e impulsada por los grandes poderes financieros! Una de las recurrentes mentiras esgrimidas por los propagandistas, adoctrinados varios y mercenarios comunicacionales a favor del neoliberalismo salvaje (definiciones de Naomí Klein, Viviane Forrester, Aldo Ferrer y otros), es poner como brillantes ejemplos a las potencias económicas actuales, comparándolas con cuadros de carencias y miserias de los subdesarrollados. Pero artera y cuidadosamente omiten evaluar que las potencias económicas hoy consolidadas (Japón, EEUU, Alemania, Francia, etc.), solo pudieron acceder a estadios de desarrollo, a partir de Políticas Económicas Heterodoxas (o sea “herejes” que desobedecieron las leyes y “sacrosantos mandatos” del liberalismo ortodoxo británico), muy fuera de las “libertades de los mercados”, de la desprotección aduanera, y de los Estados ausentes y enanizados, que son tan alabados por los grupos de presión que en Argentina quieren retrotraernos a aquella Argentina pseudo “próspera”, reducida al infame rol de productora primaria subordinada a los centros del poder económico y político mundial. Esas potencias económicas tradicionales, pregonan liberalismo, pero son fuertemente intervencionistas y proteccionistas hacia adentro, hecho claramente constatable, pero que “no lo ven” los mercenarios de la economía y de la comunicación, que actúan al servicio de esos intereses transnacionales; por caso, los que a toda costa nos quieren imponer nuevas versiones de los esclavizantes tratados de “libre comercio”. Aquella Argentina “próspera” del régimen conservador (1860-1916), de la década infame (1930-1943), de la revolución fusiladora y sus continuadores (1955…), y del muy infame “proceso” y sus continuadores neoliberales (1976-2001); con riqueza, poder ilimitado y prebendas de todo tipo para las minorías ahítas de poder; mientras el amplio “resto” de la población vegetaba en la miseria institucionalizada, con un pequeño sector de clases medias empobrecidas, dependientes de pequeños nichos de muy acotado bienestar, sujeto permanentemente a la espada de Damocles de la exclusión automática, si alguno osaba cuestionar en lo más mínimo esas estructuras socio económicas patológicas, que perpetuaban el poder sin límites de esas minorías oligárquicas y apátridas, antes subordinadas al poder británico, después acomodadas rápidamente a los nuevos esquemas del poder mundial; pero siempre hubo algunos sectores esclarecidos y patriotas que se les opusieron, con disimiles grados de éxitos. Muy pocos muy patriotas, muy valientes y muy firmes en sus convicciones, fueron capaces de mantener sus ideales aun a costa de la exclusión de las mieles del poder, de esos pequeños reconocimientos y éxitos menores, con los cuales las oligarquías premian por caso a intelectuales que se resignan a ser meros difusores de banalidades o de esteticismos inconsistentes faltos de compromiso social y nacional. Un caso señero fue el del gran Raúl Scalabrini Ortiz, que fuera “niño mimado” de los círculos literarios prohijados por el poder establecido, y luego excluido como paria inexistente, cuando su filosa pluma y su brillante capacidad de análisis, se centró en desnudar los sutiles y múltiples mecanismos de sometimiento de Argentina al poder británico, en las décadas del ’30 y del ’40. Con total dignidad se mantuvo en sus profundas convicciones patrióticas, aun a costa de severas estrecheces económicas, exclusión total de los cerrados círculos de “escritores reconocidos”, e incluso todo tipo de sutiles o explícitas presiones, obrando como usuales “castigos ejemplares” que las cerradas oligarquías antinacionales desatan contra los díscolos que no se someten a sus dictados. Antes el poder oligárquico antinacional se centraba en los grandes terratenientes agroganaderos, concentrados en la Sociedad Rural, aquellos que Jauretche llamó “la oligarquía de la bosta”, más algunos mercaderes vinculados a grandes negocios de importaciones y por detrás los hilos del poder de la Banca británica, más algunos generalotes adscriptos a esos poderes, como lo fue Agustín P. Justo. Hoy posiblemente es más relevante el poder financiero transnacional, a través de sus apéndices locales; y también están los “capitanes de industria” de gran poder concentrado, ávidos de negocios financieros rápidos y suculentos pero que claramente no les interesa el amplio desarrollo industrial y tecnológico de todo el país. El respaldo permanente de esos poderes concentrados oligárquicos antinacionales, lo asumían en hasta algunas décadas atrás, los diarios “serios” de gran tirada y poder de penetración cultural. Hoy esos poderes se expandieron a otros medios de comunicación, e incluso tienen operadores que accionan sutilmente en las redes sociales electrónicas, además de otros apéndices como son muchas ONGs, fundaciones y otros entes “sociales” con improntas definidas y financiados desde las potencias neocolonialistas del siglo XXI. Algunos países resultan particularmente “molestos” para los poderes financieros transnacionales concentrados y las actuales potencias neocolonialistas. Para esos casos, además de las muy en boga acciones de guerras blandas, resulta muy claro que implementan acciones de total desarticulación y regresión socio económica a estadios de subdesarrollo primitivo con enormes niveles de miseria abyecta generalizada e institucionalizada. Vienen a ser versiones adaptadas y “modernizadas” del ominoso Plan Morgenthau de fines de la segunda guerra mundial. Argentina molesta por lo que es, por lo que puede ser, y por el rol importante e insoslayable que puede y debe cumplir en los planes de integración de la Patria Grande del gran bloque de Sudamérica –Unasur- e incluso de la Celac. Por eso, claramente nos quieren encorsetar en una nueva versión, muy severa y ampliada, del formato destructivo del Plan Morgenthau, para completar la destrucción total y balcanización, que no pudieron consumar en los años ’90. Impedir eso, fogoneado por sectores ultrareaccionarios, disfrazados tras difusas propuestas de “cambio” que no dicen sus reales terribles intenciones, es el desafío del momento para quienes nos consideramos parte del Pensamiento Nacional, y defendemos los Intereses Nacionales.

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