Mensajes ambivalentes

La súbita kirchnerización del discurso de Mauricio Macri se sumó como novedad en el tramo final de una campaña que tiene al Gobierno como centro de todos los debates. Después de años de críticas y de prometer «todo lo contrario» a lo que hacía la presidenta Cristina Fernández, el intendente porteño dio un giro de 180 grados que desconcertó hasta a sus propios votantes.
La victoria por «un pelito» de Horacio Rodríguez Larreta sobre Martín Lousteau no fue la sorpresa de las elecciones porteñas del domingo pasado, sino el giro discursivo del líder PRO que prometió mantener en manos del Estado a YPF, Aerolíneas Argentinas y hasta se animó a defender la continuidad de la siempre despreciada Asignación Universal por Hijo. Lo abuchearon los propios y se sorprendieron quienes veían en Macri la opción a la continuidad del «proyecto» de la mano de Daniel Scioli.
Como en el cuento “El traje nuevo del emperador” del danés Hans Christian Andersen, Macri quedó desnudo. Todos sus miedos, dudas y contradicciones, quedaron a la vista. Golpeado por resultados que no fueron los esperados, reveló que estuvo a un puñad de miles de votos de abandonar la carrera presidencial. Confesó haber ido a una bruja para que «lo equilibre» y le saque el gualicho de las derrotas. No es la primera vez que recurre a la «espiritualidad» como aliada de la política, ya que antes fue impulsor de la llegada a la Argentina del Sri Sri Shavi Rankar, famoso por sus técnicas de respiración y frases de ocasión para «mejor vivir».
Cuando todos esperaban un final de maratón con energía suficiente para enfrentar al Gobierno, la esperanza se diluyó en la aceptación de que las principales políticas públicas están bien y seguirían en su eventual gobierno. Legitimó todo lo que se pasó criticando en la última década y se ofrece como la opción de «continuidad» pero mejor gestionada.
Se mostró tan vulnerable como aquel titubeante que no encontraba la salida en el prime time televisivo. Y, como aquel, ofrece lo mismo, pero con “transparencia”.
Aunque es una señal de madurez aceptar la continuidad de políticas de Estado y reconocer aquellas cosas que se hicieron bien en un Gobierno, el problema es que nadie cree en el nuevo Macri con barba y uniforme de combate. Ni siquiera sus eventuales votantes, que durante los últimos años despotricaron contra los “planes que mantienen vagos”, creen en su giro discursivo. Si no es creíble para los propios, menos lo puede ser para quienes confían en el rol protector del Estado.
El slogan del «cambio» llegó a tres semanas de las Primarias y cuando buena parte de la sociedad ya tiene definido su voto. O está a favor de la continuidad o está en contra. La polarización era clara. Los que están a favor, elegirán a Daniel Scioli. Los que están en contra, y preferían a Macri, están sin brújula, ya que el tercero en discordia, Sergio Massa, perdió el impulso inicial.
El problema no es lo que dice ahora, sino cómo sus palabras contrastan con lo que sostuvo en los últimos diez años, en los que demonizó la intervención del Estado en la economía y despreció todas y cada una de las medidas sociales o que significaron la recuperación de soberanía política y económica.
El cambio de discurso no parece obedecer a una luz divina, sino al puro pragmatismo de los votos. Las elecciones porteñas estuvieron lejos de significar la catapulta definitiva que necesitaba para su sueño presidencial y se convirtieron en un susto. El PRO perdió en el balotaje en nueve de las quince comunas porteñas y si el voto en blanco -empujado por la izquierda- hubiera sido en contra, Rodríguez Larreta hoy no estaría dando una «charla sobre el cambio» en Miami. El golpe fue duro. Así como en Santa Fe, donde Miguel Del Sel perdió la gobernación en medio de los festejos anticipados, en Buenos Aires no hubo ni para globos. El PRO apenas creció un puñado de votos desde la primera vuelta y Martín Lousteau sumó 347.155, casi lo necesario para convertir la elección en «una catástrofe», como admitió el propio Macri. Está claro que Lousteau no creció por su sex appeal, sino por la sumatoria de votos en contra del actual intendente. La mitad de los porteños le dio la espalda a la promesa del «cambio» de Macri.
Esa mitad le pone un techo a sus aspiraciones presidenciales, pese a que la mirada optimista diga que retuvo la Capital por tercera vez y que las elecciones se ganan por un voto. Aunque sea el resultado más bajo desde su llegada al poder, también es cierto que Macri no era candidato.
Es cierto, basta apenas uno para superar al adversario, pero la suma de elecciones realizadas en lo que va del año, no tuvo nunca al PRO como claro ganador y dónde se impuso, el segundo no estuvo demasiado lejos. Capital era la gran apuesta para el despegue y para mostrarlo ganador. Con los números a la vista, la resignación parece haber sido la mejor forma de asumir que le está costando más de lo esperado. Quizás por eso el apurado cambio de discurso, para interesar a aquellos que tienen temor del regreso de las políticas neoliberales que tanto defendió Macri durante el menemismo y hasta el domingo pasado. El problema es que en los hechos, el PRO siempre votó en contra de la ampliación de derechos, de la recuperación del patrimonio del Estado, como Aerolíneas, AFJP e YPF. No hay tiempo para que suene convincente que “siempre defendimos” las mismas banderas, aunque “mejor administradas”. Nadie toma demasiado en serio la idea de que Macri negociaría “duramente” con los Fondos Buitre cuando hasta hace unas semanas decía que Argentina debía someterse ante el juez municipal Tomas Griesa y pagar centavo tras centavo lo exigido por los carroñeros globales que financian voceros en todas partes del mundo, como Laura Alonso, arquetipo del dirigente PRO.
El giro discursivo es tan drástico que hasta Fútbol para Todos, para horror de los macristas de sangre azul, seguiría siendo gratuito en un eventual gobierno PRO.
“El mensaje define la estrategia y, simultáneamente, la estrategia es el mensaje. Y ello exige coherencia, porque allí se construye la imagen percibida, que no es un mero dispositivo visual, sino la acumulación sostenida de discursos a lo largo del tiempo. Por eso el discurso de Macri sorprendió. Y sus efectos son un interrogante”, sostiene el analista político Mario Riorda. Para el especialista, el giro discursivo le quita negatividad relativa a la campaña al eliminar contrastes a las propuestas. Pero, también apunta, “asimila una ideología triunfante”. “No es casual este dato. La mayor cantidad de medidas que tiene al Estado como eje central goza de una popularidad que, en el menor de los casos, supera el 60 por ciento de aprobación”, sintetizó Riorda.
“En general, cuando se dan cambios discursivos, éstos aparecen diluidos en el tiempo y se construyen poco a poco. Rara vez un cambio tan abrupto es señal de pragmatismo bien evaluado. Ello es así cuando se tiene el poder, no cuando se lo busca. Por eso cambios tan repentinos huelen a necesidad electoral. Y se notan. Si Macri estaba estancado, queda a su favor el probar. Y probó”, explicó.
La pregunta es, ¿por qué el ciudadano promedio votaría al PRO si no propone nada diferente?
Daniel Scioli está convencido del rumbo y nadie duda que sostendrá las banderas del kirchnerismo en alto. Nadie pone en discusión que es “del palo”, aunque no termine de satisfacer al paladar más negro.
Scioli ya dio certezas de qué es lo que propone y, lejos de amilanarse en tiempos de campaña, lo dice con claridad: Profundizar. Construir desde el piso que dejan los doce años de kirchnerismo. No tirar abajo para volver a empezar. “Vamos hacia la victoria de los trabajadores, la victoria de la educación pública, la victoria de las economías regionales, la victoria de la inclusión social, la victoria de los derechos humanos”, -dijo Scioli, a tono con el eslogan de su campaña-. “Vamos hacia la victoria contra los que se la pasaron hablando de cambio y al final de cuentas cambiaron ellos”, aseguró Scioli el viernes en un imponte acto político que juntó a todos los gobernadores -Maurice Closs estuvo en primera fila- para dar una señal de fortaleza a dos semanas de las Primarias.
La plataforma que deja el kirchnerismo es sólida, pero no por ello menos vulnerable a cualquier giro económico.
El Centro de Investigaciones Pew, que realiza estudios en todo el mundo, publicó que “la Argentina es el país de Latinoamérica donde más creció la clase media en la última década y se posiciona entre las naciones de la región donde mayor cantidad de personas se ubican en este estrato social”. Argentina lideró ese crecimiento, pasando de una clase media que alcanzaba al 15% de la población total en 2001, a una que en 2011 contuvo al 32,5%, lo cual significó un crecimiento de 117% en diez años.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ya había informado que 54,5% de los hogares argentinos son de clase media, y Argentina se ubica segundo en el ranking regional después de Uruguay con el 55,8% de sus hogares. En la misma línea, el Banco Mundial aseguró que «desde su crisis económica de 2002, Argentina ha sido uno de los países con mejor performance en América Latina y el Caribe en reducción de la pobreza y en compartir las ganancias de la creciente prosperidad expandiendo la clase media». A ninguno de estos se puede cuestionar por «parcialidad» ni por ser kirchnerista.
Los datos duros reflejan una realidad. La Argentina cambió por la aplicación de políticas heterodoxas que ponen en crisis las recetas tradicionales aplicadas aquí en los 90 y que todavía se imponen en el mundo.
Algunos datos que llegan de la “rescatada” Grecia asustan por su semejanza con la Argentina de 2001.
El desempleo se ha triplicado, alcanzando al 26 por ciento de la fuerza laboral. Tres cuartos de los desempleados llevan 12 meses o más sin trabajar.
Si la situación es mala para la población en general, los jóvenes se llevan la peor parte. Más del 52 por ciento de los jóvenes no trabajan. En 2013, la cifra alcanzó el 58.3 por ciento.
El 45 por ciento de los jubilados cobran menos de 665 euros al mes, por debajo de la línea que los considera pobres. En 2009, los pensionistas pobres eran el veinte por ciento.
Según datos de Unicef, en 2013 había en Grecia 597.000 niños viviendo por debajo del umbral de la pobreza.
Entre ellos, 322.000 no tenían las necesidades nutricionales básicas cubiertas. Según un informe de la Oficina Presupuestaria del Parlamento griego, a finales de 2014 unos 2.5 millones de griegos vivían por debajo del umbral de la pobreza. Además 3.8 millones personas estaban en peligro de caer por debajo de esa línea.
Ninguno de ellos será beneficiado por el rescate financiero y el brutal ajuste impuesto a cambio. Grecia comenzó a recibir la ayuda de los mercados el lunes, pero ese mismo día transfirió al Banco Central Europeo y al FMI pagos por 6 mil millones de euros, cumpliendo con una de las primeras condiciones fijadas por sus acreedores extranjeros para comenzar en las próximas semanas un nuevo proceso de negociación de su deuda.
Además, ese mismo día el gobierno del primer ministro, Alexis Tsipras, aumentó de 13 a 23 por ciento el IVA sobre alimentos envasados, restaurante y taxis, con el consabido efecto inmediato: el comercio local reportó ventas a la baja y precios al alza. Los hoteles y hostales, con un fuerte flujo de turistas extranjeros, no son sujetos de las nuevas tasas tributarias, mientras a medicinas, libros y espectáculos se les aplicará un impuesto reducido de 6 por ciento.
En el paquete impuesto en las “negociaciones”, los griegos pierden por escándalo. Se reducirán pensiones a jubilados, se estirará la vida de trabajo, se aplicará la “flexibilidad” laboral y se reducirá el salario mínimo, además de privatizar todo lo que se pueda.
La historia es la misma que la Argentina del 2000 y los resultados no pueden ser muy diferentes. Solo resta esperar a que la paciencia de los helénicos se agote. Aunque invisibles para el debate público, los españoles en situación de pobreza ya alcanzan el 29,2 por ciento de la población, al aumentar dos puntos en un año. Uno de cada tres niños se encuentra en riesgo de pobreza. En la poderosa Alemania, rectora de la austeridad y del destino de Europa, un 15,5% de los alemanes se halla actualmente en esta situación, lo que supone 12,5 millones de habitantes.
En Argentina las recetas de austeridad cayeron en desgracia. El Estado apostó al desarrollo del mercado interno como mecanismo para mantener la economía en movimiento y el país soportó así los peores momentos de la crisis y los embates financieros. Aunque la inflación es un problema no resuelto, los resultados marcan que el rumbo no está equivocado. La Confederación Argentina de la Mediana Empresa reveló que en lo que va del año el comercio minorista registró una recuperación y un incremento de entre 2 y 3% mensual, de la mano de medidas como el programa Ahora 12 que impulsa el gobierno nacional. El #Ahora12 es un golazo, coincidió Nicolás Trevisán, presidente de la Cámara de Comercio de Posadas, especialmente para los pequeños comercios. El lleno total en los hoteles de Misiones en lo que va del receso invernal también marca que los argentinos tienen resto para vacacionar, lejos de «una crisis» o una expectativa electoral negativa.
En eso basan su campaña el Gobierno nacional y provincial. En ratificar la confianza.
«A las políticas de Estado hay que cuidarlas, y mejor aún que las cuiden quienes la sienten», definió el gobernador Maurice Closs.
«El apretón de manos es un voto de confianza, es la síntesis y la confianza entre el gobernante y el pueblo», expresó luego una semana intensa de inauguraciones de viviendas, entrega de títulos y nuevas obras educativas y de salud.
La confianza se expresa en la continuidad del proyecto en manos de Hugo Passalacqua y Oscar Herrera Ahuad. El vicegobernador se reunió esta semana con Scioli para definir detalles de la agenda de trabajo que tendrá el bonaerense para con Misiones si resulta electo en octubre. Las autovías, las obras de infraestructura energética y la continuidad del financiamiento del programa Norte Grande estuvieron entre los principales puntos analizados. «Votarnos a nosotros es votar a una provincia que está cambiando para bien«, afirmó Passalacqua. Respecto a Scioli, manifestó que el gobernador de Buenos Aires «demostró siempre ser un amigo, vino mucho a Misiones y se ha mostrado como una persona de una construcción federal muy grande, lo ejercitó en Buenos Aires, federalizando los municipios. Por ser amigo nuestro y por tener una concepción federal de la política hay que acompañarlo», cerró.
La coherencia en las acciones y el discurso del oficialismo, contrasta con las enmarañadas negociaciones de la oposición que a dos semanas de las Primarias no tiene más que eslóganes de ocasión. Ningún partido de la oposición ha presentado un programa de Gobierno ni una plataforma que permita comparar propuestas.
La explicación es tan sencilla como inconfesable: no hay programa de Gobierno.
Los dos años que pasaron desde las últimas elecciones se diluyeron en eternas negociaciones que a tres meses del nuevo desafío, lejos están de concretarse.
El radicalismo que salió mejor parado en 2013, dejó escapar sus oportunidades de consolidar el partido como opción electoral y sus principales dirigentes se ocuparon en tejer negociaciones que a esta altura, nadie garantiza sean exitosas. Después de coquetear e intentar seducir al PRO, ahora el presidente de la UCR, Hernán Damiani, reconoce que “quizás Macri dejó de ser una opción de cambio”. El ex gobernador Ramón Puerta coincidió con Damiani y advirtió que su “amigo” saldrá tercero en las elecciones.
No es casual la coincidencia en el análisis. El radicalismo y Puerta comenzaron a negociar una alianza corta que deja fuera al PRO. Damiani visitó al ex gobernador en su estancia de I-Porá para afinar el lápiz y acercar posiciones.
De todos modos, habrá un último intento de unir a todos los partidos de la oposición en una misma alianza. Hoy habrá una cumbre de los principales dirigentes con la idea de hacer una interna entre todos para definir el reparto de espacios.
Aunque la UCR ya consultó a sus afiliados el año pasado, ahora está dispuesta a bajar a Gustavo González si es que no se impone en la elección que se haría el 30 de agosto, según la oferta radical.
El PRO no está muy cómodo con esta opción, pero sería de la partida. En cambio, y llamativamente, Alex Ziegler no está dispuesto a someterse a una compulsa, pese a que abandonó la Renovación exigiendo que se hagan internas. El diputado nacional que todavía responde al kirchnerismo, en cualquier negociación impone su candidatura a gobernador como premisa básica para seguir dialogando. “Estamos seguros que es el que más mide y con González de candidato, no le ganamos a nadie”, confió un allegado. Pero los otros dirigentes ya se cansaron de él.
Aunque todavía quedan unos días para seguir negociando, la alternativa que baraja el radicalismo si no prospera la alianza, es presentarse en soledad con la histórica lista 3. Así, el sueño de la gran alianza de la oposición se trastocaría en una fragmentación de fuerzas divididas.

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