Tomó la palabra: Messi habló con todos e impulsó una fuerte autocrítica dentro de la selección

Fue tras el sorpresivo empate ante Paraguay, en la presentación de combinado argentino en la Copa América; «Hay muchas cosas por mejorar», fue el mensaje predominante.

Lionel Messi, pensativo, deambula por las calles internas de la concentración del hotel Serena Suites. El día soleado se presta para una mínima caminata de distensión. La noche del empate 2-2 frente a Paraguay con sabor a derrota y sus silencios posteriores quedaron atrás.

Es tiempo de enfocarse en el rival que se viene, nada menos que Uruguay, en un partido que resulta importante para las aspiraciones argentinas de terminar primero en el Grupo B de la Copa América. «Estuvimos lejos de hacer un buen partido, hay muchas cosas por mejorar», es el pensamiento común entre quienes conforman el círculo íntimo de este seleccionado.

En esos pasos internos y firmes, Messi pensó una y mil veces en la necesaria autocrítica grupal. Sabe y lo conversó con el técnico Gerardo Martino que lo sucedido en el segundo tiempo «no puede pasar más». Hubo charlas, conversaciones y todos coincidieron, incluso el entrenador, en que el estilo debe ser sostenido con otro rendimiento, porque a pesar del primer tiempo jugado con Paraguay, entienden que faltó fluidez y espontaneidad en los movimientos. Es el otro partido, el de la mejoría. Esa que encarnan el técnico, el capitán y los principales referentes del grupo. El espíritu del mensaje es fortalecer ese ánimo que se construye todos los días.

En ese otro partido que se está jugando en la intimidad del seleccionado se piensa en los errores propios, en las miradas, en el tacto, el análisis y, especialmente, en la capacidad del entrenador para resolver un viejo dilema de esta selección. ¿Cómo hacer convivir a la selección que ataca con la que tiene que defender? Ya lo dijo Javier Mascherano en las declaraciones posteriores al partido: «No lo pudimos hacer. Empezamos a perder la pelota, y después del primer gol de Paraguay tratamos de defender el bloque, pero nos presionaron hasta encontrar el empate. No hay que poner excusas. Jugamos con fuego y nos quemamos».

Después del partido del debut, la cena en el hotel Serena Suites se dio con el ruido de los cubiertos de manera predominante. Algún que otro ensayo por levantar un poco el ánimo no fue más que eso, pues no encontró eco en la mayoría del plantel. Tanto es así que concluida la cena, se levantaron de la mesa y en silencio se guardaron en sus habitaciones. Por obvias razones, Messi, Mascherano y algunos más se quedaron en una noche de largas conclusiones y pensando, una y otra vez, sobre las jugadas que llevaron al equipo a estar partido en dos y dejaron al mediocampo desguarnecido.

Hablando de horas para conciliar el sueño, Messi sostiene que «faltó dormir más el partido cuando ellos se nos vinieron. Después del empate no me voy con preocupación, aunque sí con bronca. Y ahora hay que ganarle a Uruguay, algo que siempre teníamos en mente». Palabras sinceras de un Messi que internamente sabe que no se jugó bien, y tampoco lo realizado en el primer tiempo alcanza como excusa. «Hay que pensar en Uruguay, hay muchas cosas por mejorar. Recién es el primer partido. Hay que estar más tranquilos que nunca.

A Uruguay hay que ganarle, vamos a ir a buscar cada partido, como siempre con el Tata. Pero debemos mejorar», confirma Messi, a cuya caminata en el interior del búnker argentino se sumó el Tata Martino, que prefirió quedarse con los titulares y no ir al entrenamiento con los suplentes para atar lo que pasó con lo que vendrá y así poder consolidar una idea que es ambiciosa, pero que también expone al equipo a otra performance a la hora de defender.

La Argentina está integrada por un grupo de futbolistas, por una generación, que siente en su espalda la obligación de ganar un título. Admiten entre ellos que jugaron «mal», que los «méritos de los goles fueron por errores del rival»… Las condiciones de los futbolistas que integran esta selección dejan dos alternativas: esperar más demostraciones o rendirse ante el peso del resultado. El temor por caer en una exageración está siempre ahí, ellos mismos lo reconocen. Pero existe un punto que hay que tener en cuenta.

Entre los desafíos que tiene por delante el entrenador está el de confirmar su condición de componedor ante la adversidad y hacer avanzar a la Argentina a partir, según sus propias palabras, de «un rendimiento que permita ver más allá de esta Copa América».

Con la llegada de Martino, todos los futbolistas entienden que la selección juega a «otra cosa» con respecto a lo que se vio en el ciclo de Alejandro Sabella. Más allá del juego lógico de las preferencias que tiene el fútbol, entre los referentes se destaca la actitud. Al entrenador se le presenta la oportunidad de trabajar en esta Copa con un grupo que necesita de recorrido para tomar la propuesta, llevarla adelante y mejorarla.

Para poblar el campo rival con mucha gente, hacerlo con un equipo corto y con pases certeros capaces de generar situaciones para convertir. Ante Paraguay no se concretó en la dimensión esperada y en la intimidad entienden que les faltó más equilibrio para sostener el resultado.

Messi corre en la cancha, camina la vida íntima de la selección. Se encargó de tener charlas. El capitán del equipo impulsó hacia dentro una fuerte autocrítica, con la bronca lógica del resultado, pero como todos se conocen desde hace tiempo y vivieron momentos buenos y malos, supo cómo hablarle a cada uno de sus compañeros para que la última imagen que dejó el debut no sea la que quede en la memoria.

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