Frente a frente

En el primer semestre de 2003, el 71,1 por ciento de las personas en Misiones estaba bajo la línea de la pobreza. Era el triste resultado de una década de neoliberalismo cuya agonía se extendió con la Alianza de De la Rúa y la megadevaluación de Eduardo Duhalde. En el país el porcentaje era igualmente abrumador: el 54 por ciento de la población era pobre.
Desde entonces, con algunos altibajos, el doloroso indicador no paró de bajar hasta ubicarse en Misiones por debajo del diez por ciento y en el país, en el 4,7 por ciento según las últimas estadísticas oficiales. Creíbles o no, lo irrefutable es que la situación social dista mucho de aquel dramático escenario.
La Argentina recibió esta semana una distinción de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura por haber mantenido la desnutrición por debajo del 5 por ciento, habiendo alcanzado el Objetivo del Desarrollo del Milenio.
Sin embargo, en la Argentina no hubo elogios ni orgullo, sino burla, risas. Para colmo, la presidenta Cristina Fernández cometió el desliz de decir que la pobreza estaba por debajo del cinco por ciento, lo que convertiría a la Argentina en uno de los países más igualitarios.
El árbol, como casi siempre, tapa al bosque. La oposición y los grandes medios se agarraron de esa alusión para comparar a la Argentina con los «primeros países» y obviamente, dejar al país en una situación desfavorable. Suena a chiste que la Argentina tenga más pobres que la culta y elegante Europa o que los fríos países nórdicos. Argentina está más para compararse con el África, según los analistas diversos que tienen momentos de estrellato en tiempos electorales.
Seguramente la pobreza en la Argentina no esté por debajo del cinco por ciento y haya mucho por resolver, pero lo innegable es que en la última década, el Estado se ocupó de las personas con más bajos recursos con una inmensa malla de contención que incluyó el desembolso de recursos directos, como la Asignación Universal por Hijo, vigente desde 2009. Algo inédito en la historia. Se destina el 0,5 por ciento del PBI a las familias que no tienen un trabajo registrado, que tienen un trabajo informal o cuyo salario está por debajo del Salario Mínimo, Vital y Móvil. Se llega con esto a más de 3 millones de niños y adolescentes, de los cuáles más de 150 mil son misioneros. A los beneficiarios se les exige ir a la escuela, tener controles de salud y vacunarse -el calendario ya tiene 19 vacunas- para seguir recibiendo el beneficio.
Esta asignación universal -complementada por otras medidas como el Hambre Cero en Misiones- sirvió como malla de contención social para miles de argentinos que estaban olvidados por el sistema en los 90. La pobreza era naturalizada y nunca el Estado se había preocupado más que por medidas que sirvieran para aplacar el síntoma, como las cajas PAN o los planes sociales distribuidos a discreción por punteros de los que había que ser amigos y que exigían a cambio un acompañamiento político.
La AUH es reconocida hoy en el ámbito internacional, pero cuando se puso en marcha, las críticas llovieron en el país, con frases históricas como que «se iba por la canaleta del juego y la droga», del hoy candidato a presidente del radicalismo, Ernesto Sanz.
La FAO reconoció a la Argentina por haber logrado bajar el «índice del hambre» por debajo del cinco por ciento, pero aquí se puso el foco en la comparación de Cristina con los países «desarrollados». Parece necesario, en tiempos de campaña, despreciar lo propio y recordar que el destino del país es ser siempre peor que el resto del mundo. Ni siquiera igual, siempre peor.
La ironía de los candidatos opositores sobre la comparación de la pobreza con países como Alemania estuvo a la orden del día. Quizás en el país gobernado con Ángela Merkel la pobreza esté por debajo de lo que indican las estadísticas más o menos fiables en la Argentina. Pero lo cierto es que en el país central de Europa, la pobreza no ha dejado de crecer desde la reunificación de las dos Alemanias. Según un informe de la federación de asociaciones sociales germana Paritätische Gesamtverband, Alemania alcanza actualmente el mayor número de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza desde la reunificación. Comenzando la contabilización en 1990, nunca se había registrado una proporción tan alta de personas que viven un 60 por ciento por debajo de la renta media del país, que es de 892 euros mensuales para una sola persona y en 1.873 para una pareja con dos hijos menores de catorce años.
El informe señala que un 15,5 por ciento de los alemanes se halla actualmente en la pobreza, lo que supone 12,5 millones de habitantes. «Hay que decir claramente que la pobreza en Alemania no es tanto un problema económico, sino resultado de omisiones políticas», criticaba durante la presentación del informe el presidente de la federación, Ulrich Schneider. «Deberíamos tener la oportunidad de luchar contra esta pobreza como quinto país más rico del mundo, pero es evidente que tenemos graves problemas para encontrar el tiempo de distribuir esta prosperidad», agregó.
A pesar de tratarse de un país con pleno empleo técnico en la mayor parte de su territorio, más de medio millón de personas adultas admiten que sus ingresos solo les permiten comer raciones completas, que incluyan carne o pescado, uno de cada dos días. Cerca de 400.000 inquilinos no llegan a pagar a tiempo el alquiler y más de un 20 por ciento reconoce que deja de utilizar la calefacción para evitar que suba la factura.

Las estadísticas indican que no es descabellado pensar que en Argentina hay menos pobreza que en Alemania o España

Básicamente, la riqueza no se distribuye, un problema que también padeció la Argentina cuando «entraba» al primer mundo en los 90. Según estimaciones del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW, por su sigla en alemán), los hogares privados contaban en 2012 con un ingreso neto de un total de 6,3 billones de euros. Es decir, que por cada adulto eran 83.000 euros. Sin embargo, según el estudio, en ningún país de la eurozona los ingresos están distribuidos tan injustamente como en Alemania. Casi un quinto de todos los adultos no posee capital, y cerca de un siete por ciento de ellos tiene deudas que superan su patrimonio.
La Asociación de Ayuda a las Personas sin Vivienda (BAG) registró en los últimos diez años un aumento dramático de la indigencia en Alemania. En 2012, aproximadamente 284.000 personas no tenían un domicilio fijo -un incremento del 15 por ciento frente a 2010. La BAG pronostica para 2016 otro aumento de las personas sin vivienda de cerca del 30 por ciento, a 380.000.
Alemania no es el único ejemplo. Casi la mitad de los españoles vivirá en situación precaria o en riesgo permanente de caer en la pobreza aunque se supere la crisis, advierte el informe sobre «El estado social de la nación 2015», que pronostica además un aumento de las desigualdades sociales. Más de 14 millones de personas viven en situación técnica de pobreza y de ellos 6 millones en pobreza extrema, 40.000 familias fueron desalojadas de su vivienda por impago de hipoteca o de la renta en el último año y en 731.000 hogares no entra ningún ingreso.
«En el actual modelo de sociedad es inevitable la existencia de un importante sector instalado en la pobreza», concluye el informe, que lamenta que «las extremas desigualdades que se han alcanzado en España no sólo se van a mantener, sino que se incrementarán, de tal manera que subir en la escala social va a ser cada vez menos frecuente». No es casual que muchos jóvenes emigren a la Argentina en busca de oportunidades. Como en la Argentina de 2001, que expulsaba a miles.
Un pobre sufre lo mismo en Argentina que en Alemania o España, pero los datos oficiales de aquellos países ponen en duda eso de que aquí se está peor.
Si se compara porcentajes, no es descabellado pensar que Argentina está mejor o igual que esos países. Según los datos del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz, la pobreza en la Argentina es del 16,1 por ciento -en Alemania, 15,5- y 5,1 por ciento de la población se mantiene en la indigencia. Es una baja en la pobreza de casi 30 puntos, desde 2003 cuando alcanzó los 45,8. Eso quiere decir que uno de cada tres salió de la pobreza en los últimos doce años. La indigencia bajó de 19,4 al 5,1, es decir que 15,1 por ciento de la población dejó esa condición.
La Universidad Católica Argentina (UCA), ubica en 25 por ciento la franja de gente de menores recursos -en España es el 50-, pero utiliza una encuesta propia que no capta a los segmentos más ricos, y así el porcentaje es más elevado. Las demás consultoras también utilizan datos sesgados para llegar a conclusiones similares.
El gobernador Maurice Closs dio en el clavo en este debate.
«El argentino tiene una obsesión por decir que está mal y por mostrar las cosas que están mal, por lo que falta, por la queja constante y no la valoración por la cantidad de cosas que tenemos. Muchas de las cuales no son producto de la gestión de gobierno, son gracias a la madre naturaleza, a un suelo fértil, una provincia con agua, con un buen clima, con la posibilidad de producir. Y otras que sin duda son un acierto, no de esta generación, sino de la generación de inmigrantes que se juntaron con los pueblos originarios, con los que cruzaron los océanos y los ríos y que lograron esta provincia pujante y está Argentina maravillosa».
«Los que conocen el mundo, los que anduvimos, les podemos asegurar que por más que nos quieran hacer sentir que vivimos en un país feo, malo, con problemas, vivimos en uno de los 20 países mejores del mundo», sentenció.
Lo cierto es que las condiciones sociales mejoraron sostenidamente en la última década gracias a un modelo político que priorizó la deuda interna por sobre la externa. La renegociación de la deuda fue clave para comenzar a andar un camino más sustentable.
Para eso, hubo que plantarse ante los poderes económicos acostumbrados a vivir de una renta expoliadora a costa de los intereses nacionales.
Esa es la pelea que sigue tan vigente como nunca, con protagonistas locales desde las sombras y los buitres rondando a cara descubierta. Las mejoras sociales se consiguieron gracias a la presencia de un Estado activo, decisivo en cuestiones sociales, de educación, sanitarias, de infraestructura y de recursos. El «mercado» fue corrido de su posición dominante.
Y lo que está en juego en estas elecciones que se avecinan es nuevamente eso. ¿Qué rol jugará el Estado en el nuevo tiempo?
Son dos los candidatos presidenciales que proponen seguir profundizando el modelo. Daniel Scioli, con matices, parece marchar a la cabeza. Florencio Randazzo es quien busca representar más fielmente el modelo instaurado por Néstor y Cristina Kirchner.
Del otro lado, Mauricio Macri representa la idea contraria. Un Estado alejado, ocupado en una o dos cuestiones básicas, con el mercado flotando libremente para «generar riqueza».
El intendente porteño es quien mejor representa los intereses del sector económico que quiere recuperar protagonismo y por eso mismo, el sprint final de la carrera presidencial se juega entre estas dos visiones.
Sergio Massa, que pretendía andar por una «avenida más ancha» que combine el libre mercado con algunas intervenciones estatales, cayó en las encuestas y hoy estaría cuarto en las preferencias de la sociedad. Su desesperada intención de aliarse a Macri para no quedarse definitivamente afuera, no ha hecho más que hundirlo.
La experiencia dubitativa de De la Rúa está presente en la memoria colectiva y nadie quiere elegir a un candidato que ruega espacios o admite abiertamente que su «juventud» y «errores» son una combinación no recomendable para gobernar.

El Frente para la Victoria entendió que para imponerse en Misiones, el mejor aliado es la Renovación

 

La elección se definirá entonces entre dos ideas centrales. Lo que está en juego es un modelo de Estado inclusivo contra otro que lo prefiere más retraído.
Este esquema se refleja claramente en el armado de los frentes electorales. El Frente para la Victoria volvió a aliarse con el Frente Renovador en Misiones, a sabiendas de que es el espacio que más fielmente interpretó e incluso fue precursor de muchas de las medidas tomadas en los últimos años. Con pragmatismo, el peronismo entendió que no es momento de disputa de nombres, sino de la continuidad de un espacio de poder que está por encima de las aspiraciones personales.
No sorprende entonces que la coalición a priori más poderosa sea la del oficialismo. La Renovación incluye a una decena de partidos y el partido Justicialista, que sumó a Cristina Brítez detrás de la candidatura a diputado nacional de Closs.
Se espera que también haya espacio en la lista de diputados provinciales, en una coincidencia que va más allá de lo local.
Por eso no extrañó que a última hora el partido de Raúl Revinski, Hacer por el Progreso Social, haya ratificado su pertenencia al espacio oficialista. Revinski sostenía a Alex Ziegler en su carrera personal, pero desde la Rosada advirtieron que ningún espacio que se diga kirchnerista podría irse por «fuera».
Ziegler apenas abandonó la Renovación tuvo contactos con todo el arco opositor, pero especialmente con el PRO que le ofreció ser el candidato a gobernador de la gran «alianza».
El diputado nacional no negó las conversaciones, por lo que rápidamente los sectores K que lo acompañaban, como Nuevo Encuentro, advirtieron que con el PRO no iban a ningún lado.
El propio Revinski tuvo que poner las barbas en remojo y dejar a Ziegler sin su principal sostén partidario.
De todos modos, el diputado nacional asegura que sigue en carrera por la Gobernación. Aunque cuenta con respaldos económicos de sectores empresarios, está cada vez más aislado de soportes políticos.
Por eso no sorprendió la inscripción como colectora del diputado Héctor Bárbaro, quien llevará su partido Agrario a sumar votos por los candidatos presidenciales.
El acuerdo se cerró el viernes por la noche en la Casa Rosada, entre operadores kirchneristas, con «El Misio», Gustavo Cácerez al frente, de la Renovación y Leopoldo Moreau, quien encabeza el radicalismo popular al que se integraron los diputados Hugo Escalada y María Losada. El incipiente esquema podría agrandarse antes de octubre.
Finalmente no prosperaron las negociaciones y el PRO ni siquiera cerró con la UCR. Los dirigentes locales entienden que Macri arrastrará votos y que armar una lista de consenso con el radicalismo les haría regalar espacios que ganarían por si solos. Así, el PRO presentará a Humberto Schiavoni como candidato a diputado nacional. La idea que quedó en el aire es que gane quien gane las PASO en Misiones, igual seguirá trabajando por el ganador de las nacionales entre Macri y Sanz.
Al partido amarillo la opción le sirve. Al radicalismo no tanto. En la UCR desconfían de que Schiavoni cumpla su palabra y mantenga la idea del acuerdo. ¿Qué le impedirá, si ganan las PASO, presionar para encabezar el frente, ante un radicalismo derrotado simbólicamente? De ser así, el radicalismo deberá negociar en desventaja y quedaría al desnudo la estrategia equivocada de haberse aliado al macrismo, ya que podrían quedar sin candidato a presidente y sin candidato a gobernador, dilapidando las esperanzas de resurgimiento que aparecieron en 2013.
Alfredo Schiavoni se mostró cansado de las negociaciones con el radicalismo, que se basan únicamente en la idea de la extensión territorial como sustento para encabezar la alianza opositora. Schiavoni, como el resto de la oposición, no creen que el radicalismo tenga demasiado que ofrecer por encima del resto.
De hecho, cuestionan al candidato Gustavo González por su inexperiencia de gestión y el escaso conocimiento de su imagen. Claudio Wipplinger fue directo y le pidió que se postule para la intendencia de Eldorado por lo menos para ganar experiencia.
La candidatura de González está por estos días más endeble que nunca. Tuvo que salir a ratificar que sigue como aspirante después de que los propios dirigentes del radicalismo, junto al PRO, mantuvieran negociaciones con Ziegler para que encabece la alianza local, idea que no fue del todo descartada.
Como en el país, en Misiones el escenario también se polariza, aunque en la disputa por las bancas nacionales el ex gobernador Ramón Puerta tiene un piso de votos que le permite pelear por el tercer lugar. Habrá que ver cómo impacta la caída de Massa en las encuestas, pero Puerta siempre es Puerta.
En el Gobierno coinciden en que la fragmentación opositora permite encarar con cierta solvencia el tramo de la campaña. La gestión es la bandera para hacer política y las encuestas son contundentes. El gobernador Maurice Closs tiene una imagen positiva igual a la de julio de 2011, cuando fue reelecto con casi el 75,5 por ciento de los votos. La imagen de la presidenta Cristina Fernández también es altísima en el cierre de ocho años de mandato.
Los modelos también son centrales en la consideración de la sociedad. El vicegobernador Hugo Passalacqua marcha primero en las encuestas para gobernador bastante por encima del radicalismo y del PRO, que representan cabalmente el contraste de modelos.

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