«La nanotecnología ya impacta en nuestra vida cotidiana»

(Agencia CTyS)- ¿Cómo hacer para que las baterías duren más? ¿O para que los automóviles produzcan menos smog o los medicamentos liberen la dosis exacta de droga? Las respuestas a estos interrogantes y otros escenarios de la vida cotidiana parecen encontrar su respuesta en la nanotecnología. Lenta pero efectivamente, las tecnologías a nivel atómico y molecular revolucionan de forma silenciosa todos los ámbitos de nuestra vida.

Galo Soler Illia, doctor en Química e investigador del CONICET, es uno de los científicos que se encuentra a la vanguardia de este fenómeno tan amplio como interdisciplinario. “Lo interesante es que cuando tenés objetos de este tamaño, tienen propiedades completamente nuevas y por lo tanto patentables. Ahí está la riqueza”, destaca el académico, en diálogo con Agencia CTyS.

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Dueño de una destacada trayectoria y experiencia en un área que crece a gran ritmo, Soler Illia acaba de ser elegido como decano del Instituto de Nanosistemas en la Universidad Nacional de San Martín, donde tendrá el desafío de formar especialistas y desarrollar tecnología de punta. “La investigación va tan rápido que hay veces que no hay tiempo para lo más importante, que es pensar. Esa es la máxima crítica que le haría a la nanotecnología actual”, asegura.

¿Hay ciertas áreas en las que Argentina se está especializando o debería especializarse en cuanto a esta temática?

En la Argentina hay mucho para hacer en energía y en medio ambiente, porque tenemos agua, litio e infinidad de recursos naturales. En ese sentido, la nanotecnología tiene mucho por aportar: en materia de energías renovables, por ejemplo, como energía solar, energía eólica, el uso de combustibles renovables como el etanol o el hidrógeno. También se pueden remediar desastres naturales. Otra área importante es el área de alimentos, desde desarrollar packaging o fertilizantes inteligentes hasta fabricar nanosensores que puedan medir localmente la humedad del suelo, la temperatura, la cantidad de pesticidas, etc. En materia de medio ambiente, alimentos y energía renovable, la Argentina tiene para divertirse un buen rato.

También hay interesantes avances en materia de salud…

Por supuesto. Hay cuestiones esenciales de nanotecnología en salud, como el diagnóstico rápido y paralelo y las nuevas terapias, que se combinan en lo que se conoce como “teranóstica”, que significa desarrollar sistemas que realicen terapia y diagnóstico al mismo tiempo. Se puede trabajar mucho en lo que se refiere a enfermedades olvidadas, como el mal de Chagas. Usando nanotecnologías se podrían fabricar tests de identificación del Chagas similares a los test de embarazo, con resultados instantáneos, rápidos y efectivos. A los laboratorios privados quizás no les interese producir algo así, pero el Estado puede meterse en ese nicho. Otra de las posibles ventajas es que con la nanotecnología se pueden fabricar sistemas de liberación precisa y controlada de medicamentos, para que el remedio se envíe a donde tiene que actuar y así se reduzcan los efectos secundarios de las drogas. La Universidad Nacional de Quilmes ha  trabajado en esta línea, por ejemplo. En la UNSAM tenemos un proyecto con diversas universidades argentinas y extranjeras para desarrollar nanosistemas inteligentes  que detecten y combatan células enfermas.

¿Cuáles serían las ventajas de producir nano intermediarios en vez de nano materiales?

Generalmente, la diferencia está en el valor agregado. En este momento, hay muchos nanomateriales que se producen masivamente. En China, por ejemplo, se producen miles de toneladas anuales de nanotubos o de grafeno. Pero una formulación de pintura que sea aislante de choque eléctrico que contenga nanotubos es algo mucho más sutil. La clave no está en la fabricación misma del nano material sino dónde lo introducís. Por otro lado, hay que tener en cuenta que los nanomateriales son estratégicos. Tenés que saber hacerlos y también tenés que saber comprarlos. Para hacer celdas de combustible que producen electricidad a partir de quemar hidrógeno o etanol, por ejemplo, se necesita tener carbón cargado con nano partículas de platino. Y si vas a comprarlos a Estados Unidos tal vez no te los quieran vender. Hay que tener soberanía con las nanomaterias primas. Así que producir “nanomateria prima”, por así decirlo, también es importante.

Alguna vez dijiste que la nanotecnología combina todos los saberes científicos. ¿Considerás que sería importante formar gente que se especialice en nanotecnología? ¿O la forma en que se trabaja ahora es válida?

La nanotecnología en sí es interdisciplinaria. Ser el director de un equipo es ser, de alguna forma, el director técnico de la Selección. Necesitás muchos tipos de jugadores, pero también necesitás que todos esos jugadores se entiendan. El saber del especialista es muy necesario y de hecho lo interesante de la nanotecnología es la combinación de saberes. En el intercambio está la riqueza, desde luego. Pero también es verdad que sería interesante contar con un perfil de nanotecnología, un científico que sepa un poco de todo, para que pueda vislumbrar las nuevas tecnologías y coordinar proyectos, hablar los diferentes “idiomas” de la química, la física, la biología, la informática y la ingeniería.

No como carrera de grado, sino como una especialización de posgrado…

En realidad, hay un gran debate, que por otro lado es un muy lindo debate. Hay gente que opina que se deben formar a investigadores para que sepan un poco de todo, un poco de biología, física, química y después lo vas perfeccionando. Eso es lo que hacen los estadounidenses y los ingleses, de hecho. Tienen una formación muy básica y después se perfeccionan rápidamente en un área.

¿Cuáles serán los objetivos y los proyectos a largo plazo del instituto de Nanosistemas, en la UNSAM?

Es un desafío espectacular. Me sedujeron con la idea de darle valor agregado a los recursos humanos de la universidad. Es importante también que sea interdisciplinario, que se puede vincular dentro de la Universidad con los científicos del Instituto de Investigaciones Biológicas, con la Escuela de Ciencia y Tecnología, con el Instituto de Tecnología en Materiales, con el de Investigaciones e Ingeniería Ambiental, con los grupos de Economía, de Arquitectura. Así, se busca formar un instituto abierto, que forme gente, que sea académicamente fuerte y que tenga investigación de punta. Estamos trayendo investigadores argentinos que están por todo el mundo: Hamburgo, París, Chicago… También a una catalana y un argentino que trabajan en Estonia. Queremos desarrollar un instituto plural e interdisciplinario, que haga un trabajo lo más amplio posible, con gente que haga investigación de primer nivel, y pueda hacer transferencia tecnológica. Apuntamos alto.

Además de tu tarea como investigador, tenés una gran actividad como divulgador científico. ¿Cómo crees que está el concepto de nanotecnología en la sociedad?

De a poco va entrando. La gente se interesa en la ciencia, pregunta mucho. Trato de transmitir siempre que la nanotecnología no es una cosa del futuro, sino que ya está acá. Un auto o un teléfono tienen baterías que se cargan más rápido porque los electrodos están nano estructurados; vas a una casa de deportes para comprar una raqueta y resulta que tiene nanotecnología para que no vibre al golpear; los autos tienen catalizadores para no producir tanto smog. Sin que nos demos cuenta, la nanotecnología ya impacta en nuestra vida cotidiana.

¿Ahí radica la importancia de la divulgación?

Exactamente. Contribuimos a acercar la ciencia a la gente, eso hace que los jóvenes quieran acercarse a la ciencia. A veces la divulgación no está bien visto por parte de la comunidad científica, porque se considera que perdés tiempo. De hecho, cuando trabajo en un libro o en micros para la televisión, hay que hacer muchas cosas: informarse, comprender, y hasta ayudar en la preproducción, en la producción y en la postproducción, eso lleva tiempo. Pero después lo llevás a un congreso de nanotecnología en Estados Unidos y les decís que hacés ciencia en la televisión pública y se quedan fascinados. Las generaciones más jóvenes tenemos más claro que estamos insertos en una sociedad, de ahí la importancia de hacer llegar la ciencia a la gente. Y muchos miran más el beneficio del país que el ego. Eso es fundamental.

Galo Soler Illia es doctor en Química por la Universidad de Buenos Aires, con especialización Postdoctoral en nanomateriales por  la Universidad de París. Además, es investigador del CONICET y del Departamento de Química Inorgánica, Analítica y Química Física de la Facultad de Ciencias Exactas, de la UBA. Recibió el Premio Houssay en Química, el Premio Academia Nacional de Ciencias y el Premio Konex de Platino en Nanotecnologìa, entre otras distinciones. Recientemente, ha sido nombrado decano del Instituto de Nanosistemas, de la UNSAM. También se desempeña como divulgador en producciones audiovisuales y graficas. Publicó Nanotecnologìa. El desafìo del siglo XXI(2009).

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