A un año de la masacre, el dolor sigue intacto en Panambí

Nano refleja en su mirada cómo se siente por dentro. Apenas levanta la vista, apenas se anima a sonreír. Es como si la ausencia de su familia lo hubiera dejado suspendido en el tiempo. Para él, un año fue un siglo. Siente que vivió hasta el 25 de mayo de 2014, porque a partir de ahí sus días fueron de recuerdos, lágrimas, tristeza, y un dolor tan profundo que le cuesta describir. Los extraña y se siente muy solo. “Me dejaron vivo a mí pero terminaron con mi vida”, dice sentado en el escritorio de su empresa, el lugar que ocupó siempre su papá, detrás de su casa, una casa que permanece a puertas cerradas, con las ventanas cubiertas, a la que no quiere que ingrese nadie, en la que vive con su ahora esposa, la que, quizás junto al destino, fue la que lo salvó esa noche de morir con su familia. El año pasado cuando todavía eran novios, Nano la llevó a su casa momentos antes del salvaje ataque. Ella es quien lo sigue acompañando y su refugio para superar la tristeza.

Las casas en los alrededores son distantes una de otras, los vecinos de Nano lo ven poco, aseguran que siempre está trabajando, pero lo entienden, porque a ellos tampoco se les borra la imagen de aquella noche, los gritos de la familia, la desesperación de todos.

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En el pueblo de Panambí el horror caló hondo, ese domingo de mayo todavía duele, tal vez más que hace un año. Admiten que nada fue lo mismo, y los más allegados ni siquiera pueden nombrarlos sin llorar.

En un reportaje exclusivo en Panambí, este medio habló con el único sobreviviente, Carlos “Nano” Knack, con la vecina que asistió a Carlos, el papá de la familia en los minutos más dramáticos de auxilio, y con la maestra de Bianca, la pequeña de 12 años, quien también murió torturada aquella noche fatídica.

Me dejaron vivo a mí pero terminaron con mi vida

 

¿Nano cómo estas hoy?

Estoy probando salir adelante. Ahora, con esta fecha se remueve todo, siento lo mismo que aquel día, pero cada día se viene más pesado para mí.

 

¿Este año como pasó para vos?

Me ayuda mucho el trabajo, me ayuda a olvidar, a ocuparme de otra cosa. Nosotros éramos una familia entera y ahora estoy solo, mi señora en algo me ayuda y está aprendiendo conmigo. Yo desde muy chico salí a trabajar pero siempre en el monte y ahora se me hace difícil porque no entiendo el tema de papeles, siempre era mi hermano el que se ocupaba de eso, él sabía y a mí me está costando porque tengo que aprender de cero, es muy difícil. Yo sé trabajar, lo hago desde muy chico, me crié trabajando, lo que me cuesta es estar sin mi familia, esa herida que la gente me dejó va a ser eterna, una falta que no hay como compensar. Justo el 24 (hoy) es mi cumpleaños y no hay fiesta, no tengo nada que festejar, me dejaron vivo a mí pero terminaron conmigo por el resto de la vida. No tiene sentido la vida, a lo mejor el día de mañana eso cambie cuando tenga un hijo, pero por ahora nada tiene sentido. Uno trabaja y la felicidad es comprar algo y compartirlo con tu familia, pero ahora es como que terminó el sentido de todo, veremos si con la fuerza de Dios se puede seguir adelante. Nosotros, mi mamá y mi papá le dedicaron una vida a esto, desde que eran novios, y de una hora a otra, me quedé solo.

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¿En qué te refugias?

En el trabajo, en mi esposa, en Dios, en todo. Más que nada en Dios que me da fuerzas, porque con mi papá me llevaba bien, pero de mi papá no me podía separar ni medio día y ahora hace un año que estoy solo.

 

Pudiste volver a tu casa pero, ¿pensaste en mudarte quizás para no tener contacto con tanto dolor?

Sí, fue muy difícil al principio, fue muy pesado porque tuvimos que limpiar todo solos, nadie quería limpiar y lo tuvimos que hacer nosotros, mi esposa y yo, y algunos parientes, limpiar toda esta casa, limpiar esa pieza, encontramos partes del cuerpo de mi familia, y fue difícil. En cada rincón hay recuerdos de ellos. Nosotros mismos con mi novia teníamos proyectos para casarnos, yo estaba haciendo mi casa y se frenó todo. Yo por el trabajo necesito la casa, esta casa, porque la gente viene y nos busca, vienen los camiones con rollos y hay que pesarlos, por lo que tengo que estar acá.

 

No tiene sentido la vida, a lo mejor el día de mañana eso cambie cuando tenga un hijo, pero por ahora nada tiene sentido

 

Nano se interrumpe varias veces para secarse las lágrimas y retomar fuerzas. Rechazó ayuda profesional para superar el momento. Quiere hacerlo solo. El resto de su familia, sus tíos, su abuela, lo visitan de tanto en tanto, pero como dice él mismo, en cada rincón de la casa hay recuerdos y los momentos familiares se vuelven difíciles, poco lo ayudan a sobreponerse. Al lado de la casa completamente cerrada, en la que hay silencio absoluto y en la que de afuera solo se escucha el canto de los pájaros, está la empresa que fue familiar, y de la que se hace cargo junto a su esposa. Separa los terrenos un portón que tiene un cartel de prohibido pasar que fue por donde ingresaron los delincuentes esperando a que llegue Cristian, el hermano mayor con el dinero que lograron robar, no sin antes prender fuego a toda la familia. A los Knack los asaltaron cerca de las 19, el domingo 25 de mayo de mucha lluvia. La noche anterior habían celebrado entre todos el cumpleaños 24 de Nano. Los golpearon, los torturaron, y los quemaron vivos. Nadie se explica aun hoy, por qué tanta crueldad. Por el hecho murieron Carlos de 47 años, su esposa y mamá de los chicos Graciela Mojfiuk, y los hijos Bianca de 12 años y Cristian, de 25. Los delincuentes se alzaron con 300 mil pesos que la familia había cobrado. El joven agradece que los clientes de la empresa maderera lo siguieran acompañando.

“La gente nos tiene mucha confianza, los créditos siguen estando abiertos, y eso es porque nosotros siempre fuimos honestos y solo trabajamos”

¿El lunes hay una marcha para pedir justicia?

Sí eso es junto a todos los vecinos porque a cualquiera le puede pasar, mañana puede venir de nuevo gente como esta y hacer lo mismo que le hicieron a mi familia. Lo que estamos esperando es que la gente se mueva y que tengamos resultados.

 

Los familiares temen que la causa demore en ser elevada a juicio y los detenidos queden libres. Pide que encuentren a los otros dos delincuentes que participaron del hecho.

 

¿Qué novedades tuviste de la justicia?

Contra esos tres que están detenidos hay suficientes pruebas, la capucha, las pruebas en la caja de zapatos. Esos tres están complicados pero yo quiero saber de los otros y nadie me dice nada.

 

La masacre de Panambí, como se la conoció tiempo después, tuvo momentos que de no ser por la crueldad del hecho, serían de un guión cinematográfico. Cristian Knack, sobrevivió más de 30 días con el 90 por ciento del cuerpo quemado y en un estado gravísimo con las vías respiratorias comprometidas entre otras complicaciones médicas. Vivió para reponerse, saber qué fue de su familia, y contarle a su hermano cuántos eran los delincuentes que los atacaron. Aunque sin darle nombres, y con un gran esfuerzo le dio las pistas para encontrarlos. Mencionó que eran cinco, y comprometió seriamente a uno de los tres que fueron detenidos. El ex prefecturiano Pablo Paz, un cliente de la empresa que fue varias veces a la casa de la familia. Le dijo además que antes del robo alcanzó a ver un coche VW Bora gris merodeando la casa. Un coche similar se le incautó a otro de los imputados, Juan Ramón Godoy (44). Además de Godoy, están acusados por los crímenes, Marcial Alegre (45) y Pablo Paz (51). Los tres fueron detenidos en San Javier y se los imputó por homicidio calificado.

 

¿Cristian te había dado nombres antes de morir?

Cristian no me dio nombres sí me dijo fijate en la libreta de mami ahí está el nombre de uno de los que vino a casa. Todo eso se lo entregamos a la justicia.

 

Este domingo es tu cumpleaños, ¿cuántos cumplís?

Cumplo 25 años, pero no hay festejo, ni va a haber con los años, esa herida nunca va a cicatrizar, para mí ya no hay alegría por la fecha, no puedo estar contento sin mi familia.

 

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