“El voto kirchnerista no será a un candidato, sino a lo logrado”

Ricardo Forster es una palabra autorizada para analizar el proceso político del kirchnerismo, que se enfrenta a una elección sin el apellido Kirchner en la boleta principal por primera vez desde 2003. El filósofo y secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, estuvo en Posadas para disertar en las jornadas de Los Pueblos Libres, en conmemoración de una declaración de independencia que fue previa a la oficial. Después de su exposición, brindó una entrevista a Misiones On Line en la que analizó el escenario político y los desafíos para después de octubre.

En estos años se planteó una “batalla cultural” entre el Gobierno y los medios y sectores concentrados. ¿Cuál es el resultado de esa batalla?
La sociedad argentina ha cambiado, se han producido transformaciones que nos permiten decir que hay una cultura política de nuevo tipo. Se ha profundizado la trama democrática, no sólo porque se ampliaron derechos civiles y sociales, sino porque se reconstruyó la idea de que la política es clave en el devenir democrático de una sociedad. Han metabolizado, encarnado, una política kirchnerista. Si bien no se habla de identidades como hace 30 o 40 años, el kirchnerismo ha tocado, interpelado a un sector muy significativo de nuestra sociedad que se siente identificado, parte, que percibe que algo muy significativo ha sucedido en la sociedad, que tiene capacidad de comparación, que juega en espejo con el pasado reciente, que entiende que la vida democrática requiere de participación, se han redefinidido y expandido las militancias. Se reconoce que lo público es un lugar donde se dirime el conflicto que atraviesa a esa misma sociedad. A la batalla cultural hay que agregar la repolitización, participación no menor de nuevas generaciones, la sensación de estar viviendo en una época preñada de potencialidades y también de desafíos y riesgos. Siempre que una sociedad se mueve, que la vocación de producir cambios tiene que ver con el mejoramiento las mayorías populares, hay riesgos porque hay poderes reales y estructuras corporativas que quieren mantener el orden.

¿Por eso el resurgimiento de una derecha con posibilidades de disputar la presidencia?
Cuando hablamos de la derecha, el imaginario nos remite a una derecha cavernicola, reaccionaria, represiva, retrógrada. Yo hablaría de una nueva derecha que en términos de intereses materiales y corporativos, no se diferencia de la antigua. Pero es una nueva derecha, como el PRO, que juega en una estetización de la política, con las culturas juveniles, que puede ser políticamente correcta, aceptar diversidad y derechos civiles, pero que es de derecha a la hora de pensar la sociedad desde un paradigma privatizador, desde el modelo neoliberal, pero vende una imagen de algo lúdico, descontracturado, que opera sobre la idea de la felicidad, la fiesta, el baile. No es la derecha milica, oscura, que atrasaba, sino que comprendió los cambios de época, en la percepción de la realidad, con un resorte fundamental en las corporaciones mediáticas, constructoras culturales, de símbolos. El mapa es diferente porque tienen capacidad de seducción. Pero creo que de cara a las elecciones el Frente para la Victoria o el kirchnerismo, ha construido una masa crítica, con un electorado muy conciente de lo que está en juego y de su voto. Es muy probable que más allá de quien sea el candidato, el FpV gane las elecciones. Pero hoy la derecha trata de organizarse alrededor de una oferta que tiene a Mauricio Macri y en un segundo plano a Sergio Massa, que quiere nacionalizarse, salir de Buenos Aires, de Santa Fe, entrar a la Argentina profunda.

¿Coincide con el concepto de que el candidato es el modelo?
Es el proyecto. Me gusta más el proyecto, porque modelo es jerga de economistas. El proyecto involucra la cultura, la política, instituciones, la vida cotidiana. Es el proyecto porque estoy convencido de que el voto del FpV en octubre va a ser importantísimo, arriba del 40 por ciento. Incluso se puede ganar en primera vuelta. El del kircherismo es un voto que no vota al candidato, sino a lo logrado en estos años, que reconoce el papel clave de Cristina Fernández. Habrá un candidato con determinadas características, pero el voto que recibe, lo compromete. Si fuera un voto de Durán Barba, que cree que el candidato es una mercancía que el publicista prepara para vender el envoltorio, en el que no importa el contenido, con tres o cuatro frases y una estética, es otra cosa, pero el voto del kirchnerismo no tiene esa característica, es repolitizado, con matriz ideológica, con conciencia y sentido de historicidad. El candidato sabe que hay algo ahí que no puede desconocer. De ahí que Cristina haya dicho que se gobierna no para hacerle fácil la vida al dirigente, sino a la sociedad. Me parece que Cristina y el Gobierno y la experiencia del FpV, dejaron la vara muy alta. Cualquier hombre o mujer sabe que detrás de un diario hay intereses, ya no lo ve con inocencia. Son logros muy importantes, abrir la caja de Pandora de los medios, donde se ven estrategias para sostener intereses, hace que la mirada del ciudadano medio sea muy peculiar. El kirchnerismo mostró capacidad de movilización, el 1 de marzo o el 24. Con manifestaciones multitudinarias, con espíritu potente y conciencia de lo que está en juego. Será un año importante, difícil, pero de ganar la derecha, sería una regresión para los próximos diez años. Para las fuerzas populares, que no sea Cristina candidata, supone al menos una interrogación, una preocupación y la pregunta de si los candidatos están en condiciones.

Si el proyecto es el candidato, ¿Daniel Scioli y Florencio Randazzo son lo mismo?
Si bien uno puede decir que el proyecto es el candidato, en sistemas políticos como el nuestro, con el presidencialismo, el elegido es y no es el proyecto. La gente vota al proyecto, pero el proyecto no gobierna en abstracto, sino quien sea elegido, con una serie de atributos que en un sistema presidencialista, se ven multiplicados. Menem fue elegido para hacer la revolución productiva con el salariazo y terminó siendo el presidente del laboratorio neoliberal, que invirtió todas las tradiciones del primer peronismo, que privatizó todo el sistema público. Terminó de realizar lo que no pudo la dictadura. Destruyó industrias, condenó a provincias a ser inviables. Cuidado con eso. Cuidado con el giro, la metamorfosis, la conversión. La diferencia es que Menem llega al gobierno en una crisis de la realidad argentina, con una generación desilusionada con el alfonsinismo, una sociedad disponible para hacer cualquier cosa. Ahora la Argentina está de pie, económicamente con problemas propios del momento, pero desendeudada, recuperó el aparato productivo, el salario le ganó a la inflación, hubo una distribución de ingresos que favoreció a los trabajadores. Hay una cantidad de cuestiones que hacen que no sea fácil para cualquier presidente hacer cualquier cosa, porque el nivel de organización para defender lo conquistado es muy grande. Lo saben el FpV y los otros. La derecha sabe que si pretende un ajuste brutal va a tener problemas. Scioli o Randazzo si quieren un giro hacia el ajuste, cuidado porque van a tener inmensos problemas. No es lo mismo votar a Scioli que Randazzo, son estilos diferentes. Randazzo terminó siendo más expresión de alguien que se forma en el interior de este proceso. Scioli tiene un camino recorrido y una serie de mutaciones, es el ala más negociadora, moderada, conservadora. Sus relaciones con las corporaciones están, pero no significa que no haya aprendido ni que sea el mismo Scioli que el del 24 de mayo de 2003. El kirchnerismo transformó. Randazzo viene del duhaldismo, pero no es el mismo, lo mismo que Aníbal Fernández o Julián Domínguez. La pregunta inquietante es porque el kirchnerismo no pudo construir una candidatura que lo representara más potentemente.

4.1

Forster cuestionó que los candidatos presidenciales hayan ido al programa de Marcelo Tinelli, pero al mismo tiempo, reconoció que es necesario acceder a la masividad.
“A mi no me gusta. Porque una de las características de los 90 fue que los medios se devoraron a la política, con políticos deudores del bodeville televisivo, de la tilinguería, del vacío y eso terminó contribuyendo a la distancia entre la política y la sociedad, al descreimiento. Es rendirle pleitesía a una estética y modelo cultural que no tiene nada que ver con el kirchnerismo. Que alguien que por ser candidato tenga que almorzar con Mirta o Tinelli y sentirse a gusto, como parte, ahí veo un problema”, resaltó.

«Por algo Néstor y Cristina eludieron sistemáticamente eso y Cristina se va con 60 por ciento de reconocimiento público, que es un hecho inédito en la historia argentina. La mayoría se fue con índices de valoración bajísimos. Cristina se va con capacidad de liderazgo y reconocimiento social. Que haya que ir a Tinelli porque el pragmatismo te dice que si no vas vas a perder algunos votos necesarios, lo que estás pagando, es más que la supuesta ganancia de esos supuestos votos».
¿Axel Kicillof por ejemplo?
No se si Kicillof, sino alguien que tenga la cualidad de representar el proyecto y ganar. Hay muchos entre los que se bajaron que podrían haber representado lo mejor de este proyecto, pero no alcanzaban a interpelar una masa del electorado para garantizar el triunfo.

¿Cómo imagina el kirchnerismo sin Cristina en el poder?
Me gustaría que el kirchnerismo sea capaz de evolucionar. Cristina deja de ser presidenta pero sigue ocupando un lugar clave en la política hacia adentro y hacia fuera. Es difícil decir kirchnerismo sin Cristina. Pero la Presidenta está atravesada por la pasión política. Tendrá un papel importante, pero va a correrse un poco para no asfixiar al próximo, si es propio. Si gana la oposición, será la primera opositora. Si es propio, estará mirando, pero corrida dentro de la metabolización de un kirchnerismo que va a tener que aprender que el presidente no es Cristina. La organización va ser importante en términos de reaseguro. Si se falla en eso, ahí estará el problema.

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