El mito de la casa refugio de Martín Bormann en San Ignacio

Quien recorra el parque provincial del Teyú Cuaré se encontrará que entre los senderos a recorrer (son tres caminos para adentrarse en la selva misionera) existe uno que es señalado como el que lleva a la casa donde se oculto el militar nazi Martín Bormann. Es un complejo de dos viviendas a la vera del río, estratégicamente posicionado a unos nueve kilómetros del casco urbano de San Ignacio. Mito o verdad: allí se supone que vivió este alemán refugiado en Misiones.

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El camino a la casa de Bormann

 

Para conocer más del mito, hay que adentrarse en la selva a unos 60 kilómetros desde Posadas. En San Ignacio hay que recorrer unos 9 kilómetros de caminos de tierra hasta la casa de los guardaparques en pleno corazón del parque del Teyú Cuaré. Desde allí un sendero de unos 800 metros de pleno contacto con la naturaleza espera al visitante.

 

La selva húmeda, “un infierno verde” como describiera Horacio Quiroga, fue el lugar adoptado entre 1940 y 1970 “por un alemán que estaba protegido por Gendarmería y los paraguayos de Alfredo Stroessner”, según las versiones que cuentan los vecinos más antiguos de San Ignacio. Recuerdan que la casona es un reducto antiguo, que creen fue usado como el primer puerto de los Jesuitas al llegar a San Ignacio Miní, un lugar ideal donde el río es angosto y en menos de un kilómetro está la costa paraguaya.

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Unos 800 metros del camino deben hacerse a pie

 

Son complejos de viviendas hechas básicamente con piedras, las piedras moras y las lajas tan típicamente de San Ignacio, esas piedras que aún hoy hacen frente al tiempo en la Misión Jesuítica. A estas casas de piedra, alguien las mejoró con mampostería y le agregó sistemas de agua potable, de un aljibe y en una de ellas instalaron una bañera que recubrieron con azulejos, que aún hoy pueden verse bajo la capa de musgo que todo lo cubre.

La naturaleza y los propios vecinos de San Ignacio fueron desarmando estas moradas, luego de que sus misteriosos habitantes las abandonaran a comienzos de la década de 1970. Sin embargo las paredes de piedra aún resisten y se yerguen ante la mirada de quien se anime a adentrarse en la reserva. Los rastros del vandalismo de los vecinos se notan en las paredes, donde cada uno fue dejando se marca, con nombres y fechas. Las más antiguas encontradas por los cronistas datan de 1975. Otras muy actuales ponen fechas de enero de este año.

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Los visitantes dejan su huella en las paredes de la casa

 

Para conocer porque está institucionalizado el mito de que “ahí vivió Bormann”, Gladis Dañeleski vecina de San Ignacio y encargada del museo local desde hace muchos años, cuenta que siempre escuchó esa versión oral de boca de los más ancianos. «Que allí vivía un alemán, eso lo cuenta la gente muy antigua de San Ignacio. Decían que no solo vivía Bormann sino otros alemanes y bueno por ahí se basan en las casas, como están orientadas hacia el río y se supone que es una cuestión muy estratégica”, explica.

“En su momento no era accesible al común del pueblo el lugar y se decía que estaba preparado para que haya vías de escape, por las distintas vistas y distintas salidas”, narró la mujer. Recordó que “Stroessner tenía muy buena amistad con los fugados de Europa y se contaba que ellos le asistían de alguna forma en las necesidades básicas vía el río. Además la construcción de la casa con un baño instalado no era habitual en San Ignacio. Por eso se dice que no era del común del pueblo quien vivía y estaba resguardado ahí”.

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La Esvástica o cruz gamada, símbolo de los Nazis está presente en la casa

 

En cuanto a los vecinos de San Ignacio, recordó que no había mucha comunicación con el o los extranjeros que habitaron las casas, recordó que cuando se deshabitó el lugar, los vecinos de San Ignacio se hicieron de todo lo que les podía servir a ellos, robándose chapas e incluso hay quienes dicen que se llevaron libros y material de los que vivieron allí.

Sobre la posibilidad de recuperar estas casas como sitios históricos, de San Ignacio, Gladis Dañeleski indicó que sería positivo para la región. “En este momento se hace hincapié en recuperar el sitio y el entorno, más allá de lo que significó Bormann y los otros para la historia, yo creo que sería positivo como sitio de visita o de descanso, porque el lugar es muy bonito”.

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