Carta dominical de Monseñor Juan Martínez Obispo de Posadas

Queridos hermanos y hermanas, Necesariamente en el tiempo cuaresmal y nuestra preparación para celebrar la Pascua, deberemos realizar una revisión de nuestra condición de cristianos. Para esto siempre será importante realizar un buen examen de conciencia y confesión que nos permitirá reconciliarnos con Dios, que siempre nos espera con un abrazo Paterno. En esta carta quiero subrayar la importancia que tienen algunos aspectos que implican la dimensión social y ciudadana de nuestra fe, sobre todo temas ligados a la moral social, la caridad y la justicia.

En este camino discipular tendremos que preguntarnos sobre la vinculación necesaria entre lo que celebramos en la liturgia y nuestra vida cotidiana, sobre todo el laicado que es la mayoría del pueblo de Dios. Siendo que los laicos por su vocación tienen la responsabilidad de transformar las realidades temporales, con su estilo de vida, opciones, criterios que siempre serán un aporte desde la fe para humanizar y generar valores en sus ambientes.

Es cierto que hay que valorar que en nuestro tiempo se subrayan “derechos” que son fundamentales de toda persona, y que lamentablemente muchos de ellos siguen siendo violentados. Pero también es cierto que no se subrayan suficientemente los “deberes” y responsabilidades sociales que tenemos por nuestra condición humana y ciudadana. En el cumplimiento de los “deberes” aún tienen mayor responsabilidad aquellos que cumplen roles dirigenciales en la sociedad. Lamentablemente esos pecados cometidos contra las responsabilidades sociales aparecen muy pocos en las confesiones, y por lo tanto se puede observar que están “el furgón de la cola” en los exámenes de conciencia, o peor aún, algunos ni siquiera consideran pecado aquello que daña a nuestros hermanos y que es fruto de la avaricia, la comisión u omisión de actos de injusticia o intolerancia. Lamentablemente las consecuencias de estos pecados sociales van generando estructuras de corrupción sumamente graves en todos los niveles causando esto una seria degradación moral, que se va estructurando y que en varias oportunidades desde los distintos documentos eclesiales hemos señalado esto como parte de la “crisis de la civilización” en este inicio del siglo XXI.

Todos sabemos sobre este deterioro moral, con el cual lamentablemente convivimos y muchas veces toleramos con indiferencia o somos protagonistas activos del mal… Sólo quiero señalar algunas situaciones que nos van dejando perplejos. Una de ellas es el flagelo de la droga que crece y se estructura con muchos silencios cómplices, y que va dañando a muchísimos niños, adolescentes, jóvenes y algunos no tan jóvenes. Es de observar que el negocio mortal de la droga crece en parte porque hay silencios graves en los poderes del Estado que tienen la principal responsabilidad en combatirlos. Esa tolerancia con formas de corrupción se dan es situaciones mucho más pequeñas en nuestros ambientes, trabajos, negocios, coimas, malversación de fondos, enriquecimiento ilícito, violación de las normas de tránsito…, no cuidar una plaza…, tirar plásticos en la calle…, todo esto y tanto más daña el bien común. Nuestras opciones concretas nos pueden colocar en situación de culpabilidad, o bien, en profetas, que por el testimonio dado nos permitan ser generadores de valores y esperanza.

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo. Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas

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